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El instrumento que aprendió a hablar

la txalaparta evoca el galope de un caballo y su utilización ha estado ligada a las celebraciones

El instrumento que aprendió a hablarFoto: g.e.

donostia. Está establecido que las cosas no hablan, ¿pero no será que el hombre no es capaz de entenderlas? El usurbildarra Joxean Artze lo sugirió hace tiempo, refiriéndose precisamente a este instrumento tradicional vasco, la txalaparta. La txalaparta evoca el galope de un caballo y su cadencia es onomatopéyica. Su utilización ha estado unida a las tareas de los trabajos vecinales y a las celebraciones; eso sí, siempre en clave festiva (la txalaparta se puede oír en un radio de cinco kilómetros).

El instrumento ha sufrido importantes cambios en las últimas décadas. En lo que a la apariencia de la txalaparta tradicional respecta, la más frecuente es la siguiente: dos soportes (cestos colocados boca abajo, sillas o bancos), sobre ellos algo que sirva para aislar (hojas de maíz, hierba seca,...) y, sobre ellos, una tabla de dos metros de largo, veinte centímetros de ancho y seis centímetros de grosor. Los soportes se colocan a una quinta del extremo de la tabla. Se usan cuatro palos para tocar y los instrumentistas (por lo general) suelen ser dos.

En cuanto a la forma de tocar, cada txalapartari percute con sus dos palos sobre la tabla colocada horizontalmente, de arriba a abajo y sujetando los palos verticalmente. El interprete recibe un nombre diferente según el lugar: Ttakuna herrena, tukutuna urguna. Uno de los interpretes hace lo que se denomina ttakun o tukutun, percutiendo dos golpes continuamente, y el compañero percute lo que se denomina herrena o urguna entre los golpes dobles ejecutados por aquél. Es el herrena quien realiza todos los juegos y cambios.

En los últimos años grupos como Oreka TX, Ttukunak o Kalakan han conseguido popularizar este instrumento en el extranjero.