Con Rafael Munoa, artista exquisito y caballero donde uno pueda encontrar, termina una parte de nuestra reciente historia local. Su dibujo de fino trazo y fundamental contenido nos ha dejado su huella, su trato digno y humano siempre quedará sobre quienes le han conocido.
Su polifacética trayectoria ha estado sembrada de multitud de ocasiones, de momentos en los que su figura se ha mezclado con acontecimientos que son parte de nuestro momento artístico. Ya no son muchos los que recordaran la exposición de 1952, celebrada en el Ateneo, donde los dos dibujantes donostiarras Rafael Munoa y Chumi Chumez, mostraban su obra junto a Xabier de Eulate y Mª Paz Jimenez entre otros. Pero quizá la más resonada en aquellos tiempos fue la que colgaron en 1953 en esta misma sala los componentes de La Codorniz, se unieron a los indicados Goñi, Tono, Castellano, Muro, Herreros y Mingote. En donde lo genial estuvo unido a lo artístico, marcando un momento en el que tomaban cuerpo las llamadas vanguardias donostiarras que culminaron en la siguiente década de los 60. El tiempo ha pasado, diluido en el espacio, se ha colado entre los pinceles y lapiceros de Rafael Munoa, se ha quedado en sus dibujos y acuarelas para permanecer en el recuerdo. Su paso junto a su hermano José Luis y su cuñada Maripi Salvador por la Asociación Artistica de Gipuzkoa en una época difícil, es otro de los espacios que marcaron el donostiarrismo de este señor de nuestra cultura.
No podemos olvidar su ilustración periodística en La Voz de España, diario de una época, en la que se colaba sigilosamente con una serie de trabajos en navidad y unas tiras humor que se repiten en los primeros años la década de los sesenta y que se podían ver en la parte superior de la contraportada del citado diario. Todo un ejercicio mental y artístico que sorteaba hábilmente la censura de la época, con el humor y la sagacidad que siempre le caracterizaba. Todavía recordamos aquel corto viaje de regreso desde Paris en el que coincidimos, una larga y condesada conversación llena de anécdotas y chascarrillos. Munoa había pasado a formar parte de la historia contando sus propias vivencias.
Resulta difícil usar el tiempo pasado para un amigo, él seguro que lo hubiera hecho infinitamente mejor con el gracejo y la chispa que siempre ha sabido expresar en sus trabajos, también en sus escritos. De nuevo el tiempo ha transitado, se ha filtrado en el espacio de Rafael Munoa, y como el noroeste al que en tantas ocasiones se ha enfrentado, ha aprovechado la ocasión para dejarnos en silencio, con la discreción que siempre le ha caracterizado. Una densa e ilustrada vida, imposible de resumir en estas apretadas líneas sobre un folio que resulta a todas luces insuficiente.