Donostia. La Celestina es uno de esos personajes oscuros, ambivalentes, necesarios en una comunidad cerrada y retorcida. La alcahueta más famosa de la literatura, surgida de la pluma de Fernando de Rojas, llega a las tablas con el cuerpo y la experiencia de Gemma Cuervo (Barcelona, 1936). Esta actriz "de fondo", como se define ella, defiende su personaje a capa y espada: "aunque tiene un alma negra, tiene un alma".

¿Cómo es La Celestina del siglo XXI?

Es una propuesta muy cercana, distinta, minimalista. Con pocos elementos, pero con un texto que queda más en relieve. ¡Es una obra tan actual y tan espléndida! Es un tratado de sociología, de filosofía, de humanidades. La Celestina es una de nuestras joyas literarias y es una gozada interpretar este personaje.

¿Se ha tenido que preparar con mayor ahínco?

Viniendo de Vicenta y de Mari Tere, en la televisión, sí; pero no de la carrera total de mi vida, porque he hecho unos grandes dramaturgos durante mi carrera teatral, cuando hacíamos Kafka o Camus. Ahora estoy saboreando las mieles de La Celestina. Estoy cogiendo la fuerza que puedo en cada representación porque es muy fuerte, ya que como no era una obra teatral, tiene estructura de novela y las escenas se suceden una tras otra sin casi reponer el aliento.

Ya está acostumbrada a papeles complejos.

Soy una actriz todo terreno, una corredora de fondo, y con una pasión por el arte interpretativo y por la evolución del ser humano muy profunda. Estoy enamoradísima de mi profesión, de todo lo que significa el mundo de la interpretación, de la evolución, de entendernos los seres humanos y de la simbiosis de las almas, pero no de la estructura en la que estamos impuestos.

¿Qué clase de personaje es Celestina?

Era una superviviente de su momento y de la Inquisición, que dedicó su vida laboral a ayudar a las partes oscuras, negras y dolorosas de la sociedad. Era una maestra en ayudar a los amores, una alcahueta total. Dominaba el arte de los cosméticos y parece ser que una de sus mayores virtudes era que había tejido más de 5.000 virgos, para que las mujeres se pudieran volver a casar o pudieran volver a decir que eran vírgenes. La Celestina era necesaria para una parte muy oscura de la sociedad.

¿Qué dificultades entraña su interpretación?

Para una actriz es un personaje lleno de continuos cambios, tanto físicos como de compostura. Según la casa a la que va, se comporta distinto, excepto cuando ella se sincera ante el público. En estos pequeños monólogos explica que es una mujer que sufre y que tiene muchísimo miedo a los azotes de la Inquisición. Esa es la parte humana que a mí me gusta reflejar, porque le da un alma, aunque sea un alma negra.

¿Qué tiene esa obra que ha aguantado tan bien el paso de los siglos?

Es uno de los escritos más grandes en la literatura de lengua castellano. Al nivel del Quijote o El Lazarillo de Tormes. Y porque nos enseña una sociedad que tuvimos en aquellos momentos con muchas cosas que todavía no han prescrito, aún están en nuestras vidas y en nuestras calles. También porque defiende el carpe diem: cuidado que la vida es muy corta, le dice a Melibea, hay que sentir la vida al momento, muy rápido y muy fuerte. Vive muy deprisa que se acaba pronto, sería su conclusión.

¿Cómo se traslada el texto al escenario?

Es una obra muy divertida, porque el texto también lo es. Además es una novela cultísima. Por ejemplo, Sempronio y Pármeno hablan por boca de Aristóteles, que era misógino, de Petrarca y de Séneca. ¡Son criados y hablan de forma muy culta! La Celestina también utiliza un lenguaje de esta altura, durante toda la obra. Nos sugiere que el castellano en aquel momento se hablaba posiblemente de una manera culta.

¿El texto conserva estos rasgos cultos del original?

De una manera exquisita. Eduardo Galán ha hecho una versión muy respetuosa en todos los ámbitos y hay fragmentos del texto exactamente iguales. Pero había que sintetizarlo y darle algunos caracteres más cercanos y Galán lo ha conseguido.

¿Por qué cree que los clásicos siguen vigentes?

A mí me parecen muy importantes, porque que son las raíces de nuestra literatura y del teatro. No hay que perderlos, forman parte de nuestro patrimonio. ¡Y todavía hay tantas cosas escalofriantes que están sin resolver y que han sido mostradas por literatos y autores de los siglos XIV, XV y XVI!

¿La puesta en escena es fiel a la época en la que está situada la obra?

La escenografía no. La puesta en escena, de Mariano de Paco Serrano, no tiene nada que ver con las escenografías que hemos visto, ya que es una tela totalmente blanca, donde resalta la singularidad de lo que se está expresando de una manera muy directa y no distrae la atención del público. Es como un cuento.

¿Cuándo los espectadores salgan de la función tendrán la sensación de haber leído el libro?

Los que lo han leído, aseguran que la recuerdan y los que no, tienen una noción muy amplia de lo que es la Tragicomedia de Calisto y Melibea.