Andoain, suite del aplauso
Bastero alberga este fin de semana la séptima edición del festival de piano
DE Chopin a La cucaracha, de Maitia nun zira a Sibelius. Hubo cientos de melodías distintas, clásicas y contemporáneas, populares o standards de jazz, pero la banda sonora mayoritaria fue la suite del aplauso. La séptima edición del Festival de Piano de Andoain, que se clausura hoy, permitió a niños y jóvenes de más de 50 localidades de Euskal Herria lucirse ante sus familiares y convirtieron Bastero en un refugio de calidez, al calor de las teclas y a salvo del gélido exterior.
Los casi 900 participantes -ayer desfilaron la mayoría, hoy toca el turno de los más mayores- contaron solo con entre 30 y 120 segundos para demostrar su destreza. Los nervios cundían -no está claro si más entre los intérpretes o entre sus padres y abuelos- en el hall del Bastero en las primeras sesiones matinales, a pesar de que el festival carece de alma competitiva. La asociación Seiasle, organizadora de la cita desde sus inicios, lo concibe como una manera de que los alumnos de las escuelas de música enseñen los frutos del aprendizaje a sus familias. Por eso, todos son premiados con medallas: de oro para los más habilidosos; de plata para quienes muestren cierto nivel al piano; y de bronce, para el resto de participantes.
Mientras la madre y la tía de la pequeña Leire se confiaban a un amuleto circunstancial, el hecho de que a la pianista le tocar actuar en el "mismo lugar" del año pasado, y se reprochaban que se les hubiera olvidado la cámara de fotos, en el auditorio se celebraba la primera entrega de premios de la jornada.
Las manos se dividían frenéticas entre la posición aplauso y la izada de manos para que hijos, sobrinos o nietos les identificaran entre la masa del patio de butacas -repleto- y capturar el saludo del pequeño artista. Una portavoz de Seiasle Elkartea invitó a los intérpretes a "seguir tocando y disfrutando", y dedicó un agradecimiento especial a las familias que se trasladaron hasta Andoain pese a la adversidades que planteaba la climatología.
Los padres de Lidia y Naroa se desplazaron desde Elgoibar para asistir a la doble actuación de sus hijas. Para Lidia, la mayor, suponía su cuarta experiencia en el festival. Empezó con la triki pero un año después se pasó al piano y contagió a su hermana pequeña, pese a los deseos de su madre de que "cada una tocara un instrumento distinto". Ayer tocaba sesión de mañana y tarde. "Doble ración de nervios", confesaban los padres, sonrientes. Es en la edad de Lidia, entre los once y los trece, en los que se aprecia "el salto de calidad y se ve cómo algunos despuntan", apunta una integrante del jurado, "aunque siempre hay algún pequeño que toca bien". Al decidir qué medalla corresponde a cada uno, suelen "coincidir todos". Con la misma unanimidad identifican el propósito del festival: "motivar a los chavales".
Al final del día, Audra Almanatyte, miembro de Seiasle, mostraba su sorpresa agradecida. "Teníamos miedo al temporal pero la gente ha respondido muchísimo", reconoció. Fue la mejor medalla al esfuerzo de todo el año, de los intérpretes -que tocaron a un nivel "alto", especialmente en la categoría entre 11 y 14 años- y de los organizadores, que recibieron como un obsequio especial la actuación de Claudia Iturregui, una niña ciega de Bilbao, cuyo talento le coloca hoy en el concierto de clausura (19.45 horas), en el que participan los intérpretes más destacados. Seiasle abrió el año pasado el escenario a los pianistas con alguna discapacidad y este detalle les ha emocionado "un montón".
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