DOnostia. Aunque reconozca con humildad que 1971 ha tenido "cierta repercusión", lo cierto es que el disco que Berrio (Donostia, 1963) lanzó a finales de 2010 ha sido el mayor éxito de su carrera. Una gran minoría de seguidores se han rendido al talento del artista que lideró proyectos como UHF, Amor a Traición o Deriva, y que esta noche a las 22.00 horas subirá al escenario de la Sala Gazteszena antes de que haga lo propio el estadounidense John Doe.
¿Usted hace música pensando en llegar cada vez a más gente?
No. Casi siempre escribo para que me escuchen mis amigos, para impresionarles. Y me refiero a mi círculo cercano de amigos y a ciertas mujeres guapas a quienes quiero sorprender y hacer reír. Se compone y se canta para que a uno le quieran más. Eso lo dice todo el mundo.
Es una forma de exhibicionismo.
Sí, pero a pequeña escala. No entiendo a la gente con gran éxito y mucho público. Deben de volverse locos, debe de ser terrible. Muchas de mis canciones son incluso bromas internas, gestos de inteligencia entre dos personas que se conocen. Y siento que tengo un gran éxito, porque esa poca gente, esa minoría, reconoce esos gestos. Con eso me basta… Si luego el disco tiene éxito, perfecto. Tocar delante de una audiencia pequeña también me gusta. No quiero para mí la responsabilidad de actuar ante mucho público.
¿Lo pasa mal sobre el escenario?
Depende del ambiente... Unos días sufres y otros estás a gusto, no sabes por qué. Pero en general, tocar en directo es un trastorno, especialmente para mí, que no doy muchos conciertos. Mi sueño sería componer para otros artistas, algo que ya he hecho. Componer es lo más bello y escribir para otros debe ser precioso, un trabajo íntimo sin esa exhibición del ego que resulta tan cargante que uno acaba harto de sí mismo.
No suele querer cantar 'Este álbum' porque le expone demasiado. ¿Es porque escribe desde la experiencia?
Es un asunto delicado. Todas las canciones son en cierta medida autobiográficas, pero tampoco hay que ser tan necio como para hacerlas demasiado autobiográficas porque no funcionan. La canción Este álbum puede parecer autobiográfica, tiene nombres propios que son inventados, y sin embargo, hay mucha gente que se siente identificada. Si te pasas de autobiográfico, el que escucha no entra en la canción, la ve demasiado ajena. Hay que mantener ese equilibrio, y eso se hace usando trucos de composición o de escritura.
Llama la atención que sus letras no son excesivamente poéticas, no usa recursos simbólicos ni metafóricos.
Eso es. Hay muchas maneras de escribir. Hay gente que hace textos maravillosos, como Diego Vasallo, uno de los mejores autores de este país. Él escribe metafóricamente a través de pinceladas impresionistas que son como imágenes. Yo, sin embargo, soy un esclavo de la coherencia. Soy muy racional, muy cerebral. No me interesa la lírica en las letras, en mi caso no funcionan bien las letras poéticas, sino las letras coherentes de principio a fin, que todo esté encaminado a desembocar en el estribillo. Incluso hay palabras que tienen connotaciones líricas o poéticas que yo desecho. Cuanto más llana sea una letra más me gusta.
Eso hace que su lenguaje sea muy entendible.
Porque intento ser congruente. No importa tanto qué estés diciendo, sino cómo lo estás diciendo, lo que llamamos el tono de la canción. Eso es lo que cuesta encontrar. Puedes abordar el tema de una letra de mil maneras, y lo difícil es encontrar el tono, que mí me gusta que sea solemne, lapidario, sentencioso.
¿Sigue buscando la canción perfecta?
Toda obra artística se confecciona a través del famoso ensayo y error, es como empujar la piedra de Sísifo. Uno compone y no se queda del todo satisfecho. La insatisfacción es la que te lleva a buscar de nuevo otro tema. ¡Cómo no intentar encontrar la canción perfecta! Yo he escuchado algunas, hay unas pocas en la historia de la música pop, y cuando una canción es redonda o se acerca a la perfección, es maravilloso. Escuchar Just Like a Woman o I Want You, de Bob Dylan, o Waiting for My Man de The Velvet Underground es increíble. Eso es lo que uno quiere hacer y no consigue, porque no es fácil.
Pero hay que intentarlo.
Algunos lo consiguen a la primera, a una edad muy temprana, y otros en la madurez. Cada artista tiene su momento. Y luego hay autores de una sola canción, como Nilsson con Everybody's Talkin o Sonny & Cher con I Got You Babe. Son canciones increíbles, redondas, pero luego no hicieron temas similares.
¿Qué puede decir de su próximo disco? Parece que verá la luz este año.
Desde hace meses tengo todas las letras escritas. Porque yo trabajo al revés: primero escribo los textos y luego les pongo música, que es lo que llevo haciendo desde septiembre.
¿Lo grabará también en Madrid y con Joserra Senperena en la producción?
Aún no lo sé. Intentaré grabarlo antes del verano para que salga en otoño, pero aún no lo tengo claro.
¿Pero mantendrá el tono de '1971'?
Será una especie de 1971 segunda parte en cuanto a las canciones, pero la producción no sé si será igual o algo más sencilla: piano, guitarra, bajo y batería. Quiero decir que no me está saliendo algo rockero, pese a que he prometido muchas veces que voy a hacer un disco rock. Aún no es el momento. Prefiero hacer estas cosas en clave existencialista.
Háblenos de las nuevas canciones.
Hoy tocaré La alegría de vivir. Luego están La desgana y Saturno, una despedida elegiaca al vino en el supuesto y nada improbable caso de que los médicos nos prohiban beber. Santos mártires yonquis habla de los amigos yonquis que quedaron en el camino y en Pequeñas cosas proclamo que "no encuentro la felicidad en las pequeñas cosas". Es lo contrario a lo que dicen quienes hablan del encanto inefable de las pequeñas cosas. A mí no me satisfacen nada. En otro tema rechazo esa idea de los libros de autoayuda de que hay que vivir el presente. Yo digo lo contrario: el presente no existe, es imposible vivir en él porque corre constantemente y no hay modo de atraparlo. Solo existe el pasado.
¿Los temas sobre los que cantar son infinitos o siempre los mismos?
En el proyecto colectivo Lieder canté al amor, al vino y a la muerte, los temas clásicos. Me gusta pensar en otras cosas, aunque luego en el fondo todo desemboca en lo mismo. En definitiva, creo que los temas son pocos, pero hay tantos modos de abordarlos, que las posibilidades son infinitas. Puedes hablar de cosas mínimas. Igual lo más nimio es lo más interesante, el más pequeño detalle, una tontería...
¿No se contradice eso con lo que decía de despreciar las pequeñas cosas?
(Carcajadas) Bueno, eso lo digo un poco para epatar y provocar. Si viniera un maestro zen me daría una bofetada, pero en el fondo todos tenemos esa perpetua insatisfacción interior de la que habla la canción. ¿Cómo puedes decir que te conformas con las pequeñas cosas de la vida? ¿Qué es eso de su encanto inefable? Lo que queremos es éxtasis. ¡Éxtasis interminable, nada de pequeñas cosas!
¿Y dónde busca ese éxtasis?
No existe ni de coña. La mayor felicidad que encuentro en la vida es la lectura. Después del amor, de amar y ser amado, la literatura es para mí es lo más importante.
¿Literatura presente o pretérita?
Me gusta leer novelas que tengan más de 50 años. Lo siento por los actuales escritores, pero no me interesan nada. Me gusta la literatura decimonónica, Galdós, Balzac, los rusos, la Generación del 98, los poetas del 27, la literatura española de posguerra… También el Siglo de Oro, la picaresca española, el teatro clásico… A partir de los años 70 ya no me interesa, y Houellebecq es uno de los pocos autores actuales que leo.
¿Con la música también tiene ese límite de 50 años?
No, no. Escucho cosas actuales que me recomiendan los amigos, pero no estoy muy al tanto. Procuro no escuchar demasiada música, sobre todo cuando estoy componiendo. Me desvía de mi camino, me influencia, y no quiero que ocurra eso. Me deprimen las comparaciones y si escucho algo muy bueno, ese día no puedo ir a ensayar porque me siento fatal. Procuro no escuchar cosas demasiado buenas. No conviene que uno se compare con los grandes. Alguna vez digo de broma: "Mándame cosas que sean malas y ridículas para que yo me crezca". Necesito mi propio camino, no me gusta copiar a nadie.
Ahora prepara una colaboración con Maite Atorrajauregi (Mursego).
Le propuse un espectáculo que mezcle poesía, música y vídeo arte. Estaremos los dos en el escenario, ella con sus instrumentos y yo con mi guitarra. Maite creará fondos musicales con loops y pregrabados y recitaremos letras escritas expresamente para el espectáculo. Ella tiene alguna en euskera. Incluso habrá alguna canción y un poco de desmadre. No habrá disco, será para hacerlo en directo, a poder ser este año.
Suele usted hacer apología de la desgana, pero no para de hacer cosas.
A veces creo que merece la pena no hacer nada. Tanto pensar en la obra, la obra, la obra… Y dices: "¿No puedo ser un tipo normal, sin tener que escribir canciones?" Uno se harta de sí mismo, pero bueno, soy bastante metódico… Y lo de la desgana, no sé. No hacer está muy bien.
Pero no predica con el ejemplo.
Ya, pero en el fondo es como Bartleby (el personaje del conocido relato de Melville), que cuando se le pedía algo siempre decía: "Preferiría no hacerlo". Ahí está el asunto. Bartleby es genial, y también esos hombres de una sola obra. Lanzan una sola obra al público, una obra fantástica, y ya no hacen más. El porqué hacen eso es una incógnita, un enigma. Me gustaría hacerlo a mí también.
Como Salinger y Rulfo, que tienen algunos cuentos pero publicaron una sola novela.
Eso estaría bien porque a veces todo da pereza, aunque es verdad que luego estamos metidos en mil historias.