LA pasada semana se publicó en estas páginas un artículo sobre las distancias de seguridad y las múltiples trabas que nos estamos encontrando este año los cazadores guipuzcoanos. Todo ocurrió a raíz del cambio de normativa producida el pasado marzo tras la aprobación de la Ley de Caza. Quien diga que las distancias no han influido a la hora de practicar la caza, es que no sabe de caza o que nunca ha cazado en un terreno cada día más y más urbanizado como el nuestro, en el que las zonas rurales se han llenado de chalets. Menos mal que las distancias se lograron reducir de 250 a 100 metros en la mayoría de los casos, antes de aprobarse la ley. Sin duda, la desaparición de la caza libre estuvo más cerca de lo que muchos piensan y tras muchas negociaciones se consiguió dejar las cosas tal y como están, aun sabiendo que esta ley necesita retoques que se darán en su momento, cuando se elabore el reglamento.
El tema de las distancias ha dado también mucho que hablar en las zonas donde la caza está regulada desde puestos fijos, y es que muchos cazadores se quejaban al finalizar los sorteos del sinsentido que supone que muchos puestos, legales al ser sorteados, pasen a ser ilegales una vez acabados los sorteos, en una interpretación mezquina de la controvertida ley de caza. Además, en sitios tradicionales de caza libre la mayoría de guardas han optado primero por avisar y luego por sancionar, pero también ha habido quien ha invertido ese orden. Muchas zonas libres tradicionales han desaparecido por su supuesta "falta de seguridad", motivo que alienta cada vez más a los sectores anticaza, que son conscientes de la importancia de jugar con el miedo de la gente utilizando el término "seguridad". Y lo hacen sabiendo que en muchas zonas jamás ha ocurrido un solo accidente reseñable, salvo los que hayan podido producir sus sabotajes a los puestos de caza, que han puesto en riesgo varias veces la integridad física de los cazadores.