Donostia. Tras Besos de pez (2008) y A las 10 en casa (2009), Postigo se ha apoyado en el embrujo de la isla Santa Clara para su nuevo trabajo; una fortísima galerna obliga a un grupo de personas a pasar una noche en este enclave. La gravedad de la situación hará que cada uno de ellos abra su interior a los demás.
¿La situaciones extremas sacan a relucir la verdadera cara de las personas?
Lo bueno de la galerna es que concentra en la isla a una serie de personas muy distintas, muy heterogéneas. Desde un ama de casa, un médico, un pintor, un aventurero, un seductor de pacotilla, un cuidador de personas con Alzheimer... Todos ellos, de distintos niveles sociales y culturales, cuentan lo que les surge en ese momento.
¿Reivindica que todo el mundo tiene cosas interesantes que contar?
Cualquier persona guarda historias magníficas. Lo que pasa es que hay que vivir una situación como la galerna para contarlo. Para mí, como escritor, lo más importante es transformar una historia cotidiana en un relato interesante. A todos nos gusta hablar y leer sobre cosas aparentemente intrascendentes. Poder transmitir la importancia de una tontería es esencial.
En el prólogo del libro, el escritor Felipe Juaristi se lamenta de que se está perdiendo la capacidad de narrar. ¿También echa de menos el hábito de conversar?
Yo no tengo pretensiones literarias. Soy muy sencillo. Pero sí me gusta la tertulia. Es verdad que hemos perdido la costumbre de contarnos cosas. Porque existen otros medios de enterarse de las cosas. Pero la tertulia convocada entre los amigos, con el propósito de hablar, es muy interesante. Yo sigo manteniendo ese hábito con mis amigos.
La narración se sitúa en la isla de Santa Clara, un lugar muy querido, incluso mágico.
Se ha sabido que allí hubo una especie de convento o abadía y que, en cierta época, fue un lugar donde se marginaba a los apestados. Enterraban allí a los excomulgados. Pero todo son hipótesis, no existe documentación alguna. Todo esto hace que sea un marco ideal. Además, es muy donostiarra, muy nuestro.
¿Tiene una querencia especial por este punto de la ciudad?
Tengo una querencia especial por todo lo que sea mar. De hecho, en el libro se recogen algunas historias sobre el mar.
En el título del libro se refiere a la calma y a la galerna. ¿La segunda es más inspiradora para escribir?
Creo que el libro tiene cierto ritmo, marcado por la galerna. La calma es lo que va a venir después, mientras las almas se confiesan.
Esas confesiones proceden, en general, de la vida cotidiana de los personajes. ¿Es una forma de evadirse o de sacar chispa al día a día?
Soy muy observador y, además, agradezco que la gente me cuente historias. Muchas de estas narraciones son de otros; les agradezco mucho lo que me dicen, además. Evidentemente, siempre las modifico. Soy muy copión. Copio de lo que me cuentan los demás, aunque les advierto de que podrá ser escrito algún día. Otras historias no han sido publicadas porque me han pedido que no lo haga.
La escritura, en esa misma línea, es sencilla y directa.
Tampoco sé hacerlo de otra manera. Me gusta hacerlo así. Estoy escribiendo a diario, voy almacenando. Y trato de hacerlo como si estuviéramos hablando.
¿Le importa que le definan como escritor donostiarra?
No, estoy muy orgulloso de ser donostiarra. A veces me plantean: ¿No será mejor, en vez de localizar las historias en Donostia, dejarlas abiertas? No, porque soy donostiarra y mis lectores también lo son. Sin perjuicio de que este libro, como los otros, pueda presentarse en Madrid, por ejemplo.
¿El público de otros lugares puede entender las narraciones que se recogen en el libro?
Si en lugar de llamarle Santa Clara, lo llamara de otra forma, daría igual. En Madrid he presentado los dos libros anteriores y la respuesta ha sido positiva. Lo que cuento puede ocurrir en Galicia, Cádiz o Valencia. De hecho, también presentaremos el libro en Bilbao y en La Coruña, siempre con ánimo de compartir.