ruta gastronómica POR beasain y ordizia

Nuestra primera meta volante estaba en Beasain. Una población que ha cambiado espectacularmente en los últimos años. La relativa estabilidad económica de la zona, con mayor empleo que otros lugares del territorio y una buena gestión municipal, han dejado una ciudad guapa. En plena Kale Nagusia de la villa vagonera se encontraba nuestra primera cita matutina, un sitio la mar de curioso, Plazape, un coqueto bar y tienda de delicatessen. Un establecimiento moderno y funcional situado bajo la plaza del Ayuntamiento, emblemático espacio de la población que había quedado en desuso y donde las baserritarras de Beasain siguen vendiendo sus frutas y verduras. Tras remodelarse el lugar, se ha ubicado allí una ludoteca, además del citado bar, que abrió sus puertas el pasado 20 de enero de la mano de tres amigos beasaindarras, adjudicatarios del negocio, como son: Félix Huizi, (propietario desde hace más de veinte años del cercano bar Blues Brothers), Roberto Ruiz (conocido chef del Frontón tolosarra) y Martín Urkiola, hostelero local que fue propietario de una tasca con historia, el bar Nagasaki. Los tres se han propuesto, además, impulsar el consumo de los productos de calidad organizando diversos actos relacionados con la gastronomía.

Felitxo, como así le conocen muchos lugareños, nos recibe con su cordialidad habitual y nos muestra y ofrece alguna de sus especialidades para nuestro hamaiketako. La estrella, sin duda, es aquí el jamón ibérico. En concreto, de la firma Carrasco de Guijuelo y cortado a cuchillo. Un pernil de altísima calidad que les distribuye la prestigiosa comercial Exclusivas Mardu.

Picamos de casi todo además de lo dicho: calamares, callos, albóndigas, carrilleras, chorizo cocido y, sobre todo, las más que curiosas croquetas de jalapeños (con queso y el picante chile que enuncia el pintxo).

Nos asegura nuestro anfitrión que es una pena que ya no sea temporada para disfrutar de la morcilla de Beasain que aquí sirven, que está de rechupete. Todo muy bien regado con vinos (por copas) modernos y atractivos, así como también botellas para beber in situ o llevar a casa, con otros caprichos que, aquí mismo, se pueden adquirir. Y dale que te dale a la húmeda se nos hizo la hora del almuerzo.

ordizia

Un restaurante con historia

Para ello nos trasladamos a la vecina población de Ordizia, situándonos al llegar -por cercanía con nuestro destino gastronómico- en un lugar que nos embelesa siempre que pasamos por aquí, el monumento al Padre Urdaneta, desde donde se puede admirar el palacio de Zabala, con impresionante escudo y que en sus bajos se encuentra el conocidísimo bar Olano, así como otras joyas que se pueden atisbar desde este mismo sitio al otro lado de la plaza: la Casa-palacio Barretxe o de Idiaquez del siglo XVII, o la casa Barrenetxe, conocida como la de Domingo Unanue (por ser el último propietario), donde se encuentra el interesante centro de nutrición y gastronomía D'elikatuz y, sobre todo, la monumental Casa Solar o Palacio de Barrena, también del siglo XVII, que es una de las construcciones arquitectónicas más importantes de la localidad?

De aquí a nuestra cita para la comida hay un breve y descendente paseo, paralelo a los jardines del Palacio Barrena (hoy públicos). En concreto, en Gudarien Etorbidea, donde se encuentra un bonito chalet que cobija al restaurante Zubibi Jatexea. Allí nos esperaba, algo impaciente, Imanol Gaztañaga, quien nos cuenta a instancias -no podía ser de otra que de Maite-, la historia de la casa. "Esta villa era la vivienda de mi abuelo paterno. Al fallecer, mi aita compró a sus hermanos las otras partes que les había correspondido de herencia y se hizo el único propietario". Prosigue nuestro anfitrión: "Lo malo es que nunca lo vio convertido en restaurante ya que falleció antes de su inauguración". "Ya es mala suerte", exclaman -casi al alimón- David y Anxo.

El restaurante abrió sus puertas en el año 1990 y ahí sigue pimpante. La amatxo de Imanol, Asun Barandiaran, sigue aún al pie de cañón y afirma con rotundidad que uno de sus secretos es que todas las elaboraciones se hacen en casa. Hasta el punto de que la sidra y los embutidos tan típicos de la zona (txistorra, morcilla e incluso en su corta temporada los mondejus) se hacen aquí con fórmulas, por cierto, del hermano de la jefa, Manuel, carnicero hasta su jubilación.

La dicharachera Asun -que hacía por ello buenas migas con Maitetxu- nos propuso comer en el bonito jardín, cosa que fue aceptada por aclamación con el magnífico día que hizo. El menú, copioso, de los de arriero como dijo Maite o de pelotari, según David, o de párroco galaico, según Anxo, fue sirviéndose en oleadas, largo sí, pero no tan "estrecho" como anunciaron desde la cocina.

"Picotear lo que buenamente podáis", nos advirtieron. La lista de bocados se antojaba tan grata como interminable: guindillas fritas, hojaldre de puerros y hongos (una de sus más destacadas especialidades), pastel de rape, salmón noruego ahumado, almejas a la marinera, gambas a la plancha y fritos variados, a los que siguieron su conocido bacalao encebollado y una merluza rellena de marisco y a la romana; para acabar lo salado con dos carnes, a cada cual mejor, las carrilleras estofadas y el corderito lechal recién asado. Por si fuera poco, de colofón goloso tartas caseras a porrillo y para bajar la cosa un delicado sorbete artesano de briñón.

Nos quedaba solo ir a tomar plácidamente unas infusiones, cafés y, el que pudiera, unas birritas. La sugerencia fue aceptada unánimemente. Subiendo de nuevo la cuestita hasta llegar al casco histórico, en una callejuela encantadora Elkano -que va a dar a la inconfundible plaza del mercado- se encuadra el Sugaar, un recogido bar de copas (en el sótano se ofrecen periódicamente conciertos rockeros) con mucha marcha y ambiente.

Nos acoge uno de los propietarios Arkaitz Mugika Olaizola (el otro es Josu Eguren). Nuestra parlanchina amiga le interroga sobre el nombre del establecimiento y Arkaitz -bien documentado- nos lo explica concienzudamente: "La culebra macho del folklore vasco se denomina Sugaar. En la mitología vasca la divinidad central es de carácter femenino: Mari. Su consorte era Maju o Sugaar". Maite alucina ante estas doctas explicaciones, pero como la cosa que tocaba era pasar un buen rato y pedir algo líquido para nuestra tertulia (que se hizo en la relajante terraza exterior), la consumición fue de lo más variopinto: dos cafés pero con vidilla, (uno el cubanito con ron y otro el sugaar con whisky de malta, nata y canela para la golosa de Maite) y dos cañitas, (que luego fueron algunas más) en concreto de dos excelentes cervezas. Una sería la belga Grimbergen, que surgió de un monasterio fundado por San Norberto en 1128 en la ciudad de donde se toma el nombre de la misma. Una elaboración que, según nos indica el patrón del Sugaar, se realiza a partir de cebada de Gâtinais y una selección de diferentes lúpulos, de donde proviene su sabor tremendamente afrutado. La otra, mucho más conocida, fue Kronembourg ,que como es sabido es la primera empresa francesa de elaboración de cervezas, con sede en Estrasburgo, y que fue fundada por Jérôme Hatt, nada menos que en 1664.

plazape, situado en beasain, es un coqueto bar y tienda de delicatessen. foto: javi colmenero

egun pasa...

el bar restaurante sugaar. foto: samantha franson

el restaurante zubibi de ordizia.