LAS Salas Boulevard de Kutxa ultimaban la tarde del miércoles la colocación de las piezas que conforman su nueva muestra. Y hasta allí se acercó Antonio Oteiza (Donostia, 1926), protagonista de la exposición, para conocerla in situ junto con el comisario Edorta Kortadi. Quienes se encontraban a esa hora en el recinto, apurando los últimos detalles, pudieron ver cómo el escultor se acercaba a sus obras para tocarlas. Para acariciarlas.

Quizá por esa querencia, la obra del hermano pequeño de los Oteiza, renovador del arte religioso, fue definido ayer como "expresionismo táctil", en la inauguración de la exposición Gizakiez eta santuez - De hombres y de santos que permanecerá abierto hasta el 10 de julio en la sala donostiarra. La gran mayoría de las 200 piezas, en su mayor parte pequeñas esculturas y relieves en bronce, parecen sacar a la luz el camino creativo surcado en el barro por los dedos de su autor. Un estilo que Kortadi calificó como "de formas deformadas".

Esta característica expresividad le ha servido a Antonio Oteiza, "capuchino aventurero y sin maletas" para materializar "su voz interior" a lo largo de más de cinco décadas. Se calcula que, en todo ese tiempo, ha creado alrededor de 10.000 piezas, de las que las Salas Boulevard muestran dos centenares. Además de los relieves antes citados, la exposición también incluye barros, cerámicas y alguna que otra pintura, así como algunos utensilios con los que ha trabajado y los libros que ha escrito.

La colección refleja, según indicaron los organizadores, el "intenso mundo espiritual del artista". Y es que, según defendió Oteiza, siempre ha pretendido que sus trabajos "muestren la divinidad que existe en la realidad". "Una manzana de Cézzane puede tener más religiosidad que una obra de Rafael", sentenció.

viajero incansable

Primeras esculturas

Nacido en Donostia en 1926, Antonio Oteiza es el hermano menor de Jorge Oteiza. Se ordenó sacerdote en 1953 y fue destinado a Venezuela como misionero. Durante su vida ha viajado por muchos países de Sudamérica y, por citar algunos ejemplos, ha recorrido el Amazonas y el Orinoco. Su pasión por los viajes es, precisamente, otro de los aspectos que deja entrever la muestra De hombres y de santos.

Fue en 1961 cuando, de vuelta a Madrid desde el continente americano, planteó a sus superiores su voluntad de dedicarse al arte religioso. De aquella época es la primera de las esculturas con las que se encontrará el visitante que llegue a la exposición: Los tres herejes (1966). En esa planta de entrada, Oteiza expone piezas que reflejan la vida de los hombres, con sus trabajos, juegos y deportes, música y fiestas, esperanzas y fracasos. En la planta primera, en cambio, la obra expuesta versa sobre las creencias religiosas, desde figuras de Cristo y la Virgen, así como santos católicos. Por último, la planta baja alberga libros, escritos y mapas de las tierras que el autor ha recorrido a lo largo de su vida, además de series especiales como la que realizó sobre la historia de San Francisco de Asís, una suma de 23 piezas que guarda el Santuario de Arantzazu.

Precisamente a su querencia por "contar historias" a través de relieves se refirió el escultor. "Mi actividad ha sido hablar y predicar. Y una escultura no muestra una historia, mientras que un relieve tiene forma del croquis de una narración", contrapuso.

Edorta Kortadi recordó que Antonio Oteiza coincidió con su hermano mayor en los trabajos realizados para la basílica de Arantzazu, aunque valoró que el menor de los siete hermanos tenga "su propia personalidad" artística. A eso se aferró el escultor más tarde, al decir que su hermano mayor fue un "teórico abstracto". "Lo mío es más sentimental, más cordial, más vital. He tratado de escuchar mi voz interior y de que se elevara. Y, dentro del arte religioso, he tratado de hacer aquello que más alcance al público", resumió.