Donostia. Menchu Gutiérrez (Madrid, 1957) vivió durante dos décadas en el faro de Igeldo. Para una escritora, la experiencia de habitar en un lugar tan singular y evocador no podía caer en saco roto, y cuando hace dos años decidió abandonar su morada, sintió la "necesidad" de glosar la experiencia en una especie de "canto elegíaco". Gutiérrez presentó ayer el libro El faro por dentro (Siruela) en el marco de DK Literatura, y lo hizo acompañada por la también escritora Julia Otxoa, que calificó la obra de "conmovedora".

El volumen lo componen dos relatos, uno de título homónimo y otro bautizado Basenji. El primero está concebido como el relato del último día en un faro que en ningún momento se identifica como el de Igeldo, sino que tiene un carácter universal. "He querido descontextualizarlo para que pueda ser todos los faros del mundo. He borrado mi propia biografía para que quede sola, desnuda, la emoción", explicó ayer a este periódico.

Gutiérrez coincidió con Otxoa al definir el faro como un ser vivo que a ella le ha sugerido infinidad de metáforas. "Es un lugar arquetípico, comparable a una iglesia, a un castillo, un lugar de peregrinaje. Está tan cargado de simbolismo que produce determinados hechizos", explicó. En su cabeza, por ejemplo, el faro es un animal "vivo pero inmovilizado por una suerte de embrujo" y "cada peldaño de la escalera de la torre una vértebra". El faro es un campo abonado para la metáfora, y puede también convertirse en un "zahorí cavando hacia el cielo".

Curiosamente, el segundo texto de El faro por dentro es el más antiguo de los dos. Se parece más a una novela que el anterior y está escrito a los tres o cuatro años de llegar a Igeldo. La autora ha revisado la historia de un farero y Basenji, un perro africano mudo que le sirve para urdir un thriller que se mueve "entre el sueño, la vigilia, la locura y la muerte".