DONOSTIA. Iñaki Beobide (Zumaia, 1934) se instaló en Donostia a finales de los años 50. Recién terminada la mili, trabajaba como técnico en la fábrica de Contadores, aunque su militancia en la causa del euskera le llevó a crear Jarrai primero y la discográfica Herri Gogoa después. También participó en la fundación de Euskal Telebista, aunque el premio pretende reconocer su aportación al teatro en euskera en una compañía en la que actuaron Ramon Saizarbitoria y Xabier Lete, entre otros.

¿Cómo recuerda la génesis del grupo Jarrai?

Primero comenzamos haciendo teatro leído. Tres veces por semana nos juntábamos varios amigos en el edificio de la biblioteca de la Diputación de Gipuzkoa. Quedábamos en un despacho que tenía allí Euskaltzaindia y en él solía estar estudiando Koldo Mitxelena. Él fue quien nos abrió las puertas.

¿Ninguno de ustedes tenían formación teatral?

Nadie sabía nada de teatro, fue una experiencia totalmente amateur y el impulso principal que nos hizo ponernos en marcha fue la lengua. El primer impulso fue el euskera, pero luego nos fuimos envenenando del hecho teatral.

¿Y cuándo pasaron de leer teatro a representarlo?

En 1959 Euskaltzaindia convocó un concurso de teatro vasco provincial basado en la obra Etxe aldaketa, escrita por Carrasquedo. Ganamos y aquella fue nuestra primera representación, el 2 de julio en los marianistas. Eso nos animó, y fue entonces cuando le dimos el nombre de Jarrai al grupo.

¿Cuántas personas formaban la compañía?

En un principio éramos unos seis u ocho. El reparto de aquella obra, que representamos junto al monólogo Motza errian, lo integramos Aurori Urbizu, Igone Egaña, Karmele Esnal, Miren Tolarechipi, Jose Mari Aristi, Marcelino Olaizola, Juan Antonio Arocena, Xabiertxo Goenaga y yo mismo.

¿Usted fue el director de Jarrai desde el inicio?

Al principio yo también figuraba en los repartos porque éramos pocos, pero luego pasé a ser el director, un poco porque era el que tiraba del carro de los bueyes. (Risas).

La inclusión de la compañía en el Club de Teatro del Ayuntamiento de Donostia marcó un antes y un después...

Sí, aquel club englobaba a los grupos amateurs de San Sebastián que trabajaban en castellano, porque hasta entonces solo la compañía Euskal Iztundea, de María Dolores Agirre, hacía teatro en euskera, aunque eran obras de carácter más costumbrista. Jarrai dio un paso hacia la universalización del teatro porque el club proponía ciclos de autores extranjeros, que podían ser americanos, alemanes, belgas o ingleses. Entonces empezamos a traducir al euskera a Tennessee Williams, O"Neill, Camus... Al final nos atrevimos incluso con el absurdo de Ionesco, con el que quizá fuimos demasiado lejos. Imagínanos en el exterior de la iglesia de Aia representando El último inquilino de Ionesco...

¿El público no entendía ese teatro tan alejado del costumbrismo?

Bueno. La verdad es que había un hecho claro y constatable, y es que la gente iba mucho al teatro en euskera sin importarle el autor ni de qué iba la obra. Iba porque había teatro y porque era en euskera. Antes solo había un enemigo, que era Franco: no teníamos más contrarios. Y todo el teatro anterior eran obras costumbristas y de pura diversión. En cambio, nosotros queríamos tralla, contenido y carga de profundidad. Por ejemplo, representábamos El zoo de cristal de Tennessee Williams porque aportaba otra visión de la familia, o Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, porque era una obra que hablaba de la tragedia de la guerra.

¿Cómo reaccionaron a su propuesta los grupos que hacían un teatro más convencional?

Algunos pensaban que estábamos haciendo gamberradas. Xabier Lete incluso llegó a decir en algún periódico o revista que el teatro anterior olía a helecho, que era antiguo, y se armó la marimorena. Pero esa rivalidad solo existía entre los grupos de la ciudad, porque en los pueblos no teníamos ningún problema para actuar y llenábamos los auditorios.

¿Y nunca tuvieron problemas con la censura?

No. Los problemas con la censura los tuve después, cuando montamos la discográfica Herri Gogoa para dar a conocer la nueva canción vasca y los trabajos de Ez Dok Amairu. En la compañía Jarrai íbamos con el estandarte del Ayuntamiento y el Club de Teatro. Las obras que hacíamos eran muy conocidas, y se habían representado en castellano en todos los teatros de Madrid y Barcelona. Así que solo nos miraban con lupa cuando las obras que hacíamos eran de autores que escribían en euskera. Ten en cuenta que por aquel entonces aún vivía el señor (Franco) y tenía muy buenos ayudantes. Para representar teníamos que pasar el visto bueno de la censura previa.

¿Y qué hacían para esquivarla?

Por ejemplo Gabriel Aresti nos escribió una locura, una obra que se llamaba Beste mundukoak eta zoro bat, que molestó a la censura, y tuvimos que llamarle para que fuera cambiando sobre la marcha las partes que no pasaban la criba. Y cuando interpretamos a Telesforo Monzón lo hicimos cambiándole el nombre a la obra y al autor, para que no pudieran identificarlo.

¿Cuál era su cuartel general y en qué lugar representaban las obras?

Solíamos ensayar en el bar Aurrera de la calle Urbieta de Donostia, que era propiedad de la familia Goenaga. Aunque representábamos obras en muchos pueblos de Gipuzkoa -Arrasate, Orio, Aia, Zaldibia- y también en Bilbao, actuábamos mucho en el Teatro Principal de la Parte Vieja porque nos lo cedían gratis. El Ayuntamiento también nos daba 25.000 pesetas, que era la de Dios, para montar la obra, comprar telas, decorados o pagar el camión que nos llevaba los trastos.

¿Cómo se produjo el ocaso de Jarrai?

A finales de los 60 hubo estados de excepción, detenciones, manifestaciones a todas horas, y cada miembro de la compañía empezó a militar en grupos políticos distintos.

¿Llegaron a enemistarse por cuestiones ideológicas?

No, no, qué va. De hecho, cada año solemos reunirnos para comer juntos, e incluso nos reímos de lo angelitos que éramos al principio y de las guerras que tuvimos luego. Porque durante los ensayos no había discusiones, pero terminábamos y después cada cual se iba a una reunión diferente. Y en 1969 dejamos ya de existir como grupo y yo me volqué con la discográfica.

¿Ahora sigue enganchado al teatro? ¿Suele disfrutar de nuevas representaciones?

La verdad es que ahora voy muy poco al teatro. La mayor parte de las veces que voy a ver una obra es porque tengo una hija, Olatz Beobide, que es actriz. (Risas). Pero ya estoy retirado de la marabunta.