Donostia. La sintonía personal existente entre Furundarena y Mendizabal es palpable durante la entrevista, algo que han intentado plasmar en el álbum, definido como una colección de canciones "contemporáneas de inspiración popular".

¿Desde cuándo se conocen el txistu de Garikoitz y el acordeón de Aitor?

Aitor Furundarena: Esta relación comenzó en 2004, cuando Garikoitz me llamó para formar parte de un proyecto de la banda de txistularis de Bilbao. Nos conocíamos de antes, pero nuestros instrumentos no se conocían. A partir de ahí, coincidimos en algunos proyectos.

Garikoitz Mendizabal: Yo le propuse que compusiera para un par de discos, Harizko txistua y Hala ere, en los que Aitor formó parte. Ya, seguidamente, hacia 2007 empezamos a idear un concierto en directo con un programa eminentemente didáctico.

¿En estos tres años habéis ofrecido conciertos asiduamente?

G.M.: Hemos estado incluidos durante dos años en la oferta cultural de Kutxa, lo que nos ha permitido recorrer Gipuzkoa. También hemos tocado en Bilbao, Gasteiz y en algún otro lugar fuera de aquí.

¿Había antecedentes de alguna fusión de este tipo?

G.M.: Hay un disco previo de txistu y acordeón, del txistulari Aitor Amilibia y Jose Antonio Hontoria. Se trata de una propuesta más contemporánea, que no tiene que ver con los estilos que hemos trabajado nosotros.

¿Arnasak ha sido la evolución natural de esta relación musical?¿Arnasak

G.M.: No tengo la sensación de que fuese un trabajo encaminado a terminar en un disco. Ha sido una relación de dos personas que se llevan bien, se lo pasan bien haciendo música y que se propusieron hacer un directo. Nos lo hemos pasado divinamente y he animado a Aitor para hacer el disco, que merecía la pena.

A.F.: Todo se ha construido desde cero y hubo un momento en el que pensamos que sería un bonito final terminar los conciertos dejándolo grabado. Yo lo hubiese regalado entre los amigos, pero Garikoitz estaba más animado y ha sido un acierto. Habría sido una pena no plasmar en un disco lo que hacíamos en directo.

G.M.: Porque el comportamiento que hemos tenido los dos delante de la gente, que nos sale natural, es un acercamiento muy natural. Todos los conciertos han sido en locales pequeñitos, donde sentíamos muy cerca a la gente y ha sido algo muy bonito.

¿Todas las canciones pertenecen a ese repertorio que habéis trabajado? ¿Son obras propias?

A.F.: Hay un poco de todo. Las propias, sobre todo, son adaptaciones. Compuestas por nosotros habrá un par, como Slalom-a, arreglo de un fandango para trikitixa que compuse hace 14 años, y Urepelgo horbel dantza, basado en una melodía popular. Los arreglos los hemos hecho entre nosotros. También hay una obra de Sabin Bikandi, Migerlea, y los demás pertenecen a varios compositores y canciones de la música tradicional.

¿Les resultó difícil aunar las musicalidades de ambos instrumentos?

G.M.: No. Aitor tiene ya mucho recorrido en solitario y acompañando a muchos músicos. Yo también tengo alguna experiencia y no nos ha resultado difícil, en absoluto. La cuestión es escucharnos mutuamente, algo que hemos intentado en todo momento. Había una química muy especial y es un trabajo bonito, especial, en el que no resalta ni el acordeón ni el txistu. Hemos logrado un equilibrio.

A.F.: El dúo es la formación que más me gusta para tocar. El nivel de compenetración, relación, complicidad que se puede conseguir es muy difícil alcanzarlo en otro tipo de formaciones. Entre dos personas, cuando se consigue una muy buena relación, surge algo muy íntimo. Uno puede llegar a sentir muy bien el camino por donde va el otro. Somos dos músicos que no solemos ceñirnos demasiado a las partituras; intentamos darles vida. Esto conlleva que cada uno tomamos unas decisiones en el momento y, entre los dos, siempre hay una posibilidad de ir por un sitio y seguirlo. ¡Eso es una gozada!

Guiños al tango, a la música escocesa... Se demuestra una vez más que no hay fronteras para estos dos instrumentos.

G.M.: A mí me molesta especialmente que al txistu se le pongan muchas etiquetas; parece que tenemos que demostrar cada día que es capaz de tocar con el acordeón, tocar Piazolla o tocar Bach. Ese plano tiene que quedar atrás. Por lo menos entre quienes nos dedicamos al txistu, esto ya está bastante obsoleto y lo importante es la música. Evidentemente, no abundan trabajos de este tipo y quizá por ello la gente no ve lo que se puede llegar a hacer.

¿Pero sigue notando sorpresa en el público con estas piezas?

G.M.: Sí, pero no quiero incidir en ello. Lo veo como algo natural, el txistu quiere desarrollarse como un instrumento cualquiera y ya está.

Sin embargo, es una etiqueta que también influye al acordeón. El acordeonista irundarra Iñaki Alberdi también habla de ese cansancio de tener que demostrar que el repertorio del acordeón va más allá de la música popular.

A.F.: Sí, es como cuando dicen todavía algunos que el euskera no es un idioma como para hacer ciencia, por ejemplo. No voy a malgastar adjetivos para calificar a quien diga eso. En cambio, cuando alguien está trabajando en euskera no piensa en ello. Es lo que nos pasa. Yo no siento hastío, pero es lo mismo. En nuestro caso, estamos haciendo algo sin pensar si estamos rompiendo esto o haciendo lo otro... Es algo mucho más natural.

G.M.: En la banda de txistularis de Bilbao, por ejemplo, hemos hecho trabajos de jazz, programas que vamos a hacer con Cantica... Para mí es música y eso es lo que importa.

Aitor también se ha animado a cantar. ¿Un toque un poco gamberro?

A.F.: Sí, he cantado en Antonio goiko kaleko y Matxalen Busturiko, una jota y una porrusalda. Se puede decir que tienen un toque gamberro. Ese carácter es parte de lo que somos.

G.M.: Las presentaciones, en general, no eran muy tratadas y eso nos ha permitido llegar más al público. A.F.: Son coplas, un formato que lleva consigo mucha frescura.

¿Qué envidia del acordeón, Garikoitz?

A.F.: Que lo toco yo. (risas)

G.M.: Los txistularis tenemos que hacer un esfuerzo especial a la hora de ligar notas, algo en lo que el acordeón tiene más facilidad, así como los vibratos. Pero, aunque sea lo más difícil del txistu, se pueden hacer y se logra.

A.F.: Yo no siento nada parecido. Cuando estoy en dúo, no siento que esté tocando el acordeón y Garikoitz el txistu, es como si formara parte de ese uno. No me siendo acordeonista en ese momento, sino acordeotxistulari. Precisamente un dúo aporta esa posibilidad: de escucharse tanto mutuamente que te des cuenta del camino que transita el otro. No tengo esa sensación.

¿Planean seguir ofreciendo conciertos en el futuro?

G.M.: Cuando publicamos el CD, teníamos sensación de acabar. Sin embargo, ahora que sale el disco, estamos abiertos a tocar más en directo. No nos echaremos para atrás. Y si no salen, no pasa nada.

A.F.: Un disco suele ser un prólogo de un directo. Primero se saca un disco y se ofrecen conciertos. En este caso es lo contrario. En este aspecto, es un epílogo. Pero, a su vez, cabe la posibilidad es que sea al mismo tiempo epílogo y prólogo de la segunda parte.