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Zestoa: la verdad del toreo

El municipio urolarra ha acogido esta semana dos novilladas, siguiendo una tradición de antaño que impregna el municipio de ambiente taurino. La jornada del miércoles fue especialmente memorable, gracias al buen hacer de los protagonistas de la fiesta.

Zestoa: la verdad del toreo

ZESTOA, fundada allá en el siglo XIV y conocida posteriormente por su balneario y aguas minero-medicinales, conserva, pese a los cambios urbanísticos, su rigor señorial y la autenticidad de sus gentes. El pueblo donde Pío Baroja dio vida a Vidas sombrías se convierte en fiestas de Amabirjinak en cuna de Amparito Roca y de la fiesta de los toros. De la verdad del toreo en toda su extensión.

No es de extrañar esta afición; lo muestra su prehistórica cueva de Ekain y toda una historia de betizus y del juego con el toro desde tiempo inmemorial. En sus barrios de montaña pastan toros y el bertsolari Uztapide, hijo del pueblo, cantó a los toritos de Lastur de esta manera: "?ez izanagatikan /mardul da gizenak / ikaratzen gaitu / horien izenak / hoien berri naiz jakin / honuntz gatozenak". El que fuera alcalde del pueblo, Xabier Unanue, cinéfilo y taurino que ha investigado sobre el bertsolarismo y los toros, ha reunido mil bertsos que cantan a esta fiesta secular y guarda imágenes de corridas y embolados en Zestoa desde comienzos del siglo XX hasta hoy. Iñaki Azkune, vecino e historiador de la villa, es autor de un importantísimo compendio titulado Zezenak Euskal Herrian.

dos novilladas

La plaza convertida en coso

Cuando uno llega a Zestoa en fiestas, capta de inmediato el ambiente taurino. La Foru Enparantza, la plaza del pueblo, se convierte en coso taurino. Las rejas de entrada a la parroquia Nuestra Señora de la Natividad forman parte de la barrera de la plaza, así como la alhóndiga porticada; en la fachada de la Casa Consistorial se levanta un graderío que llega hasta una de las antiguas entradas a la villa, otro graderío al pie de una casa y la cotizadísima barrera del bar Coyote. El adoquinado se cubre con arena de playa. Y por doquier suena el pasodoble Amparito Roca que, por unos días, será el himno oficial del pueblo mientras la calle principal, junto al Ayuntamiento, se convierte en hervidero de gentes donde conviven, con respeto, taurinos y contrarios a la fiesta. La tradición manda dos novilladas.

Éstas se celebran los días 8 y 10 de septiembre. Se corren erales de Adolfo Domínguez, de sangre santacoloma, novillos que piden el DNI a quien se ponga delante. Ahí se juegan la piel chavales de las escuelas taurinas que quieren ser matadores. Es la verdad del toreo, ahí no hay trampa ni cartón. La verdad en la arena y en sus gentes, en los graderíos y balcones de las casas que animan a los toreros. Taurinos llegados de los barrios del monte, de la calle y de las vecinas Deba y Azpeitia.

excelentes novillos

Jornada histórica

La primera novillada pasará a los anales de la historia de Zestoa. El miércoles fue un día grisáceo, de los de jersey al hombro, y en la plaza se paladeó una de las mejores faenas que se recuerdan. Se jugaron dos novillos, excelentemente presentados y bravos, de Adolfo Domínguez. Frente a ellos, el joven Fernando Adrián, de la Escuela Taurina El Juli, que cortó tres orejas y un rabo. Éxtasis, delirio en la plaza: "El chaval toreó muy bien pero mató mal al primero y le dieron sólo una oreja. En el segundo estuvo sensacional, dos orejas y rabo merecidísimas. En Zestoa hacía muchos, muchísimos años que no veíamos una tarde así, con unos novillos extraordinarios. Incluso estuvieron muy bien los banderilleros, que suele ser difícil arreglarse en este piso con mucha arena de playa". Así se expresaba un joven aficionado. La tarde del 8 de septiembre de 2010 estará escrita con letras de oro. La ovación final se escuchó en Otzopunte y Aizarnazabal.

El viernes, anteayer, el sol lució en todo su esplendor. En toriles esperaban dos novillos, hermanos de los lidiados en la anterior corrida. En el ritual txikiteo del mediodía se escuchaban comentarios del anterior espectáculo y se palpaba ilusión para la tarde. Mario Palacios, de la Escuela de El Juli, tenía ante sí toda una papeleta para superar el listón de su colega Adrián.

Los sones de Amparito Roca animaron Zestoa y la gente llenó la plaza. En las gradas, entre otros, los ganaderos Axenxio Artetxe Marqués de Saka, José Mari Oñaederra Zelai Luze y Javier Arrizabalaga, que estrenaba esta misma tarde cinco betizus en los embolados. La novedad la acogimos con alegría, pues hace muchos años que el toro vasco por excelencia no salía a las plazas. Ambiente de gala. No hubo espectadores en el monte de Aizarnazabal.

Sonó la trompeta y salió el primer novillo de manera espectacular. Muy bien presentado, sentó sus reales en la arena marcando un ritmo que el novel novillero no supo controlar. Mucho toro para un torero lampiño que estuvo durante toda la lidia a merced del astado.

Al segundo eral lo recibió el sobresaliente, un colombianito que dejó buenos detalles con el capote y se mostró fácil con banderillas. El matador, sin embargo, volvió a dejar patentes sus carencias. "Días de mucho, vísperas de nada", dice el refrán. Esta tarde no sonó la música en la plaza. Pero se vio pundonor y rigurosa verdad.