Donostia. El genocidio de Ruanda fue uno de los acontecimientos más trágicos del siglo XX. La guerra originada principalmente por las diferencias étnicas y políticas entre los hutus y tutsis dio como resultado millares de muertos. Sólo en los últimos meses del conflicto bélico fueron asesinados 800.000 ruandeses. Gorka Gamarra es jurista especializado en Derecho Internacional y vivió en el país africano entre 2000 y 2002 y también en 2005. A raíz de lo vivido Gamarra realizó Umurage, un documental que participó en la sección Zinemira del Festival de Cine de Donostia y que a buen seguro no dejó indiferente a nadie.
¿En qué momento surge la idea de crear el documental Umurage?
Cuando viví allí trabajé a favor de la justicia ruandesa, hecho que me acercó a las víctimas del genocidio. Asimismo, estuve en las cárceles y calabozos regularizando la situación de muchos presos, que tras seis o siete años no tenían en regla sus cargos de acusación de crímenes genocidas. De esta manera, tuve mucho contacto con gente que había participado en el genocidio. Entonces algunos presos fueron liberados y vimos los primeros casos de encuentros entre víctimas y verdugos. En 2005, fecha en la que volví a Ruanda por segunda vez, descubrimos una asociación que estaba compuesto por las dos partes del conflicto, y este fue el eje sobre el que empezamos a trabajar con el documental. Queríamos hacer algo libre sin compromisos políticos, ni organizaciones internacionales u ONGs.
Vivió en Ruanda fechas en las que se comenzaban a liberar presos acusados de genocidio. ¿Cómo se vivió esta situación en la calle?
En un primer momento con mucho desconcierto. Hay que tener en cuenta que después del genocidio finalizado en julio de 1994 se llegó a plantear la división del país. No sabían como volver a vivir juntos. Asimilar que los verdugos de tu familia tienen que volver a los mismos lugares donde han cometido los crímenes y convivir con ellos es un proceso costoso. Lo que ocurre es que ellos llevan muchos años viviendo en un contexto muy difícil, bélico y violento, y quieren paz. El genocidio ha sido como un clímax de violencia donde en tres meses han muerto prácticamente un millón de personas, entre 8.000 y 9.000 personas asesinadas cada día. Por este motivo, llega el momento en el que poco les importa de donde viene la violencia porque lo único que quieren es paz. Es una de las causas por las que son capaces de sobreponerse al ánimo de venganza o a un discurso revanchista.
¿Cómo le ayudó la Asociación Ukuri Kuganze en su proyecto?
Es una asociación ruandesa que conocí cuando estaba evaluando un proyecto de la Unión Europea que financiaba algunas organizaciones del sector de la justicia. Una de ellas era esta agrupación que realizaba presentaciones en cárceles e intentaba transmitir a los presos que iban a salir la ya cambiada realidad ruandesa. Pasamos mucho tiempo con esta asociación, viendo las motivaciones que les impulsaba a apostar por la convivencia con aquellos que habían intentado matarles. Hubo una cosa que me extrañó mucho y es que ellos no eran conscientes de que eran un ejemplo a seguir. Les explicamos la importancia de sus acciones para otros lugares en situación de conflictos donde estaba pasando lo mismo. Se tenía que conocer ese punto de vista: el que se pueden hacer cosas y el de que hay esperanza en conflictos que parecen bloqueados. Creo que siempre hay que buscar la esperanza y apostar por ella.
¿Cómo ha sido el proceso de producción, el rodaje?
Bastante difícil, ya que, ha sido una iniciativa de un grupo de personas. Hicimos el rodaje durante cuatro meses en varios lugares de Ruanda. Nos ha costado mucho conseguir la financiación para los diferentes procesos de la producción del documental, no teníamos una productora detrás y tampoco conocíamos muy bien el mundo audiovisual. Por eso se ha alargado el proceso.
Después de tantos testimonios, ¿qué es lo que más le impactó?
La superación personal. La capacidad de levantarse y de intentar mirar al futuro con optimismo; es lo que más me ha sorprendido. La capacidad de decir: ya no quiero más violencia. Me da igual lo que haya pasado, me da igual por qué, voy a hacer una apuesta por tener un discurso de convivencia para que mis hijos no tengan que vivir lo que yo he vivido. Es algo completamente racional, ellos te lo explicaban conscientes de que la apuesta que estaban haciendo ahora es para sus hijos, para que ellos no pasen por lo mismo. Es complicado pero intentan explicar que la justicia tiene que tener como objetivo la paz, es el mensaje que quieren transmitir.
¿Y qué ha querido trasladar usted con el documental?
Varias cosas. En primer lugar, queríamos reflejar una realidad que creemos que es para quitarse el sombrero. Es difícil intentar convivir con las personas que han intentado matarte y, sobre todo, apostar por la convivencia y no por el revanchismo que en muchos casos sería lo más sencillo. En segundo lugar, queríamos cambiar la imagen que se transmite de África desde los medios de comunicación. Nos extrañaba que se tuviera esa imagen generalizada sin distinciones, como si todo fuera lo mismo. Las diferencias existentes son muchas como puede haberlas en Europa entre Grecia y Suecia. Queríamos transmitir una sociedad africana que, tal y como la he vivido yo, me parece mucho más dinámica, con ganas de hacer y cambiar cosas que la que se ofrece a través de los medios de comunicación. Por último, también queríamos mostrar un pequeño ejemplo de un proyecto que esta apoyado por una ONG y la Unión Europea. Hacer ver que a veces también se están haciendo cosas positivas. Aunque hay que ser crítico, también existen buenas acciones y buscábamos que la gente pudiera conocerlas. Una persona nos dijo que cuando el mal es inimaginable la solución también es inimaginable.