El por qué del color azul del cielo ha sido una constante cada vez que un ser humano curioso ha levantado la vista. Y la respuesta ha sido encontrada y explicada. Pero hay un problema, que no es real porque el cielo no es de color azul. En realidad el cielo es de color violeta, pero los seres humanos, la especie humana, no lo percibe de ese color, lo ve azul. Entonces, ¿qué es lo que pasa?

No se trata de una conspiración de las que les gustan a los terraplanistas, sino de un fenómeno en el que se mezclan dos aspectos distintos y complementarios. Por un lado, el fenómeno físico de la dispersión de luz, y por otro, la capacidad del ojo humano de percibir colores. Respecto a esto, no debemos de olvidar que no todas las especies animales captan la luz de la misma manera ni perciben igual los colores, de modo que lo que nosotros vemos azul, ellos pueden verlo de otro color o en blanco y negro.

El cielo azul sobre una cresta de rocas. Freepik

El cielo es violeta

El color del cielo lo determina la dispersión de la luz solar, que es blanca, al entrar en contacto con la atmósfera terrestre. Este efecto es conocido como la dispersión de Rayleight, que explica qué sucede cuando la luz visible blanca viaja a través de sólidos, líquidos y gases, y se divide en los colores que la forman, los del arcoíris.

La luz es un conjunto de ondas electromagnéticas con diferente longitud que al atravesar un material trasparente cada una de ellas se desvía de manera diferente al chocar los átomos y nuestros ojos lo ven como colores.

La longitud de onda más larga corresponde al rojo y la más corta al violeta y al azul. Entre ambos extremos, en el centro se encuentra el verde. Las ondas de longitud de onda más larga se desvía y se dispersan menos y las más cortas, más.

De este modo, las ondas más cortas, que corresponden al violeta, se dispersan mucho, igual que las azules, que lo hacen menos. Esta dispersión violeta mezclada con azul eclipsa al resto, por lo que es la que más se ve la mayor parte del día, mientras que las largas, las que percibimos como rojas y naranjas, dominan al atardecer y al anochecer.

Pero lo vemos azul

Entonces, ¿de dónde sale el azul que vemos? ¿Qué pasa con el violeta? El motivo está en los ojos de la especie humana. Estos cuentan con dos tipos de células fotorreceptoras, los conos y los bastones. Los primeros se encargan de la visión diurna y de ver en color, y los segundos de la visión nocturna, y del blanco y negro. A su vez, los conos son de tres tipos en función de la longitud de onda a la que son sensibles: el rojo (la más larga), el verde (la intermedia) y el azul (la más baja). De esta manera, el violeta, cuya longitud queda por debajo de la del azul, o no se percibe o apenas lo ves. De esta manera, el cono que capta el azul se activa con la onda azul y quizá levemente con las violetas si está muy cerca del rango, por lo que hará que veamos el cielo azul.

Un prisma descompone un haz de luz blanca en siete colores: rojo, naranja, amarillo, verde, cían, azul y violeta. Freepik

El espectro visible

El espectro visible es la región del espectro electromagnético que el ojo humano es capaz de percibir. A la radiación electromagnética en este rango de longitudes de onda se le llama luz visible o, simplemente, luz. No hay límites exactos en el espectro visible: el ojo humano ve longitudes de onda entre 380 y 750 nanómetros (nm) –un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro, es decir, 10-9 m.–.

Isaac Newton, en el siglo XVII, fue el primero en investigar este espectro al descomponer un fino haz de luz blanca pasándolo por un prisma triangular. Comprobó que parte de la luz se reflejaba y otra lo atravesaba descomponiéndose en siete bandas de colores: rojo, naranja, amarillo, verde, cían, azul y violeta.

Estudios posteriores midieron la longitud de onda de cada uno de ellos. Así, la del rojo se encuentra entre 618-780 nm; el naranja, entre 581-618; el amarillo, entre 570-581; el verde, entre 497-570; el cían, entre 476-497; el azul, entre 427-476, y el violeta, entre 380-427 nm.

La conexión entre el espectro visible y la visión del color fue explorada por Thomas Young y Hermann von Helmholtz a principios del siglo XIX. Su teoría de la visión del color propuso correctamente que el ojo humano utiliza tres receptores distintos para percibir el color, los que luego se llamaron conos, sensible uno a la luz roja, otro a la azul y el tercero a la verde. El resto de los colores son interpretaciones de la mezcla de las distintas activaciones de los conos.