El vídeo de un potente rayo impactando de forma violenta contra las instalaciones de Arcelor Mittal en Zumarraga se ha hecho viral este fin de semana y es el vivo ejemplo de la actividad tormentosa en la que estos días se encuentra inmersa Euskadi.

Un rayo impacta contra la plata de Acelor Mittal en Zumarraga

Un rayo impacta contra la plata de Arcelor Mittal en Zumarraga N.G.

Las últimas tormentas del fin de semana dejaron en Euskadi un total de 7.722 rayos en la tarde-noche del domingo, de los cuales 4.775 cayeron en Bizkaia, 1.662 en Araba y 1.285 en Gipuzkoa. Pero, ¿cómo se cuentan los rayos? “Ni con papel y boli ni mirando. Tampoco oyendo, como se hacía antiguamente”, avanza el responsable de Euskalmet, José Antonio Aranda. Euskadi dispone de cuatro estaciones de medición que se sitúan en Alegia, la zona de Balmaseda, Paganos y Arkaute, que están integradas en la red europea Linet que, según explica de forma divulgativa “escuchan todo el rato una determinada frecuencia: cuando la escuchan, miden la forma de esa determinada onda y el instante en el que se ha producido”.

El objetivo de estas mediciones es saber el punto exacto en el que ha caído el rayo. “Tenemos un problema y es que la frecuencia electromagnética viaja a 300.000 kilómetros por segundo. Eso significa dar muchas veces la vuelta a la tierra en un segundo. Al haber unos cuantos sensores que están midiendo dónde ha caído, la señal se puede triangular y determinar la zona. Para eso, si no tienes el tiempo de todas las estaciones sincronizado de una forma muy muy fina, se te descuadra inmediatamente. Los relojes tienen que estar sincronizados a la millonésima de segundo y todos tienen que medir de la misma forma”, detalla.

Además de geolocalizar los rayos, estas mediciones permiten conocer su potencia, es decir, de cuántos kilovoltios es la descarga que se ha producido, así como determinar el tipo de rayo. Y es que los hay de tres tipos: de nube a nube, que resultan inocuos para la humanidad; de nube a tierra, llamados negativos y que se dan en esos momentos en los que los electrones viajan desde la nube hasta el suelo (“son los que tenemos en cuenta porque son los que más afectan a los seres humanos”, explica Aranda); y los que van de suelo a tierra, llamados positivos y que son menos habituales.