Aunque imposible de resumir, concretar y definir a través de las cifras porque se quedan cortas ante el impacto emocional que provoca el torbellino Tadej Pogacar, no es menos cierto que se puede comprobar su alcance a través de los números, los mismo que sirven para identificar sus logros, récords y marcas de calado histórico sobre la carretera como su indudable éxito en los despachos.

Unas y otras, son cifras que se correlacionan en el parqué bursátil del mejor ciclista de esta era y que percute con la idea de ser el mejor de la historia, de acceder a la mitología del ciclismo.

“Estaba al lado de Ernesto Colnago (el equipo monta bicis Colnago) en el podio de Lombardía y recibió una llamada de Eddy Merckx. Me le pasó e intercambié algunas palabras con él, y estuvo muy bien.

Pero no me gusta la comparación con Merckx, no me siento cómodo cuando me comparan con él todo el tiempo”, dijo el esloveno después de imponerse en el quinto Il Lombardia y abrazar el legado de Fausto Coppi.

Campeón del Tour, rey del Mundial por segunda vez consecutiva, emperador del Europeo y conquistador de tres Monumentos: Tour de Flandes, Lieja y el citado Il Lombardia en un curso de insolente superioridad, Pogacar ha impuesto su ley desde febrero hasta octubre. El campeón de todas las estaciones. Rey de reyes. 

"Estaba al lado de Ernesto Colnago en el podio de Lombardía y recibió una llamada de Eddy Merckx. Me le pasó e intercambié algunas palabras con él, y estuvo muy bien. Pero no me gusta la comparación con Merckx, no me siento cómodo”

Tadej Pogacar - Ciclista del UAE

Inaccesible, sobresaliente su jerarquía, vencedor por aplastamiento, Pogacar ha completado una campaña prodigiosa que le encumbra todavía más.

En sus dos últimas temporadas, a las órdenes de Javier Sola, responsable de rendimiento del esloveno, Pogacar se ha disparado a la estratosfera.

Sus logros en este tiempo y su mejoría, que se tasa cerca de un 10%, le sitúan en otra dimensión, en la que choca contra el sentido común y el raciocinio.

En su exhibición en el Passo di Ganda, donde despegó hacia su quinto Il Lombardia, completó una ascensión espídica.

En 2021 subió el puerto en 23:13, a 23,6 km/h. En 2023 mejoró la cifra, aunque por poco. Realizó la ascensión en 23:05, a 23,7 km/h.

Este año, empero, reventó la marca con una marca alucinante. Devoró la ascensión en apenas 21:18, a 25,7 km/h, dos kilómetros por hora más rápido. Una mejoría que difícil de explicar.

En los dos últimos cursos de competición, no se recuerda ni un solo día malo, ni tan siquiera regular en el currículum del esloveno. Siempre en plenitud, como si nada hiciera mella en él.

No hay muro de contención capaz de frenar a Pogacar, que ha estrenado con indudable éxito el ataque sentado para conseguir una aceleración brutal y posteriormente mantener esa cadencia el tiempo suficiente para decapar a todos sus rivales hasta desnudarlos y dejarlos en los huesos.

Sus 20 victorias, siendo la cifra tan potente como para situarse él solo por encima de diez formaciones del WorldTour, destacan por su valor y, ante todo, excepcional diferencia respecto al resto de competidores.

Dolencia de rodilla

En ese carrusel glorioso de enormes logros, se subraya la facilidad, asombrosa de su manera de ganar. Sin fatiga, cansancio y dolor en apariencia.

Sin embargo, el esloveno, una vez resuelta su majestuosa campaña, confesó a TNT Sports que “tras el final en el Mont Ventoux tuve problemas en mi rodilla y comencé a tener dudas de si sería capaz de continuar y acabar el Tour”.

Una máscara inescrutable la suya, sereno el rostro, sin muecas ni gestos, cuando los demás se retuercen. No se recuerda a nadie entre los grandes campeones de la historia vencer reuniendo todos esos elementos.

Eso le hace único y a la vez le convierte en un misterio. Cuando él compite, los demás se desvanecen, acomplejados por el todopoderoso esloveno.

Su grandilocuencia evidencia que no está al alcance de los demás, que está en otro planeta, del que es el único habitante.

Un extraterrestre, imposible de desentrañar a partir de los tratados de lógica y lo anteriormente conocido. Pogacar es el futuro.

Su supremacía, que le entroniza en el más alto e inexpugnable de los pedestales, ha aniquilado la incertidumbre sobre muchas competiciones, convertido su resultado, en el capricho que Pogacar quiera darse.

El esloveno es capaz de anunciar sus victorias con antelación y nadie lo discute. Corre contra sí mismo, para la historia y los récords.

Frente a su figura, colosal e intimidante, los demás se asemejan a extras que sirven como relleno de su función. Actores secundarios ante sus monólogos. El astro esloveno concentra todos los focos. De esa preeminencia se nutre su valor de mercado.

Emolumentos

Según la información publicada en La Gazzetta dello Sport, Pogacar posee una ficha anual de 8 millones de euro, si bien algunas voces elevan esa cantidad a los 10 millones.

Se estima que la cláusula de rescisión que le vincula al UAE, con el que tiene contrato hasta 2030, se sitúa en torno a los 100 millones de euros. 

El rotativo italiano también dio a conocer las cantidades percibidas por el esloveno a modo de bonus en la campaña presente, la mejor según su criterio: “Llevo diciendo durante siete años seguidos que este ha sido mi mejor año. Y un año más, de nuevo, puedo decir que este ha sido mi mejor año” .

Su victoria en el Tour le reportó 1 millón de euros y el triunfo del Mundial se tasó en 150.000 euros. El Giro y la Vuelta suponen 500.000 euros, pero en esta ocasión, Pogacar no pudo acceder al premio porque no participó.

El campeón del Mundo recibirá además, 150.000 euros por su participación en el Critérium de Andorra. Todo el dinero acumulado en extras y bonus los destina el esloveno a la Fundación Tadej Pogacar, que trabaja para la investigación contra el cáncer. El chico de oro.