Extraño desenlace el de la etapa con final en Bilbao, al declararse sin ganador, y ser tomados los tiempos para la clasificación general en la señal de tres kilómetros para la meta. Sin tener todavía todos los datos, pienso que la dirección de la prueba quiso evitar la divulgación televisada de la protesta contra la presencia del equipo de Israel. Es mi impresión, porque aunque había mucha gente con banderas palestinas en meta, todos estaban dentro de las vallas y bajo una fuerte contención policial. Pienso que los manifestantes deseaban dar el mayor altavoz a la protesta, y no suspender la carrera. La popularidad de la causa palestina aquí, es acompañada por una similar afición al ciclismo, una afición que es ecuánime, no fanatizada, que anima a todos los corredores, no sólo a los locales. Pero Israel es un caso aparte, y el genocidio practicado por sus tropas en Gaza, está llevando las cosas al extremo. Tendrán que tomar nota los organismos para próximas citas deportivas internacionales, excluyendo a Israel, porque de no hacerlo tendrán esta patata caliente en todos los escenarios, pues la sociedad ya está harta.

La medida de una buena carrera no la dan sólo los líderes, sino también sus adversarios. Igual que en una buena película resultan decisivos los actores secundarios. En la Vuelta tenemos al protagonista, que es Vingegaard, pero el resto baja mucho el nivel en su actuación. Incluso parece que el danés simule, mostrándose tratable, accesible, como ayer subiendo Pike, cuando el británico Pidcock le sacó unos metros. Parecía un buen teatro. Sabedor de que su prestigio al engrosar su palmarés con la Vuelta no crecerá sólo al sumarla, sino en cómo logró la victoria, en la lucha que tuvo que doblegar. Como Pogacar, el fantasma al que persigue, busca la gesta, la épica, y ésta requiere una preparación de la escena. Esa gesta llegará probablemente en el Angliru, tras haber dejado soñar antes a Pidcock y Almeida con su derrota.

Otro secundario posible era Ayuso, pero su conflicto en el UAE lo ha eliminado. Me alegra que haya desbloqueado su situación y se vaya del UAE en 2026. Me alegra por él, porque junto a Pogacar sólo iba a tener papeles subalternos, y también porque es una grieta en ese equipo. Otro que, como Israel, utiliza el deporte para blanquear su imagen de país, prestándose al servicio de la propaganda y la mentira, no de los valores del deporte.

Para una generación, la del antifranquismo, septiembre es de Chile, de la solidaridad con aquel país que sufrió en este mes el golpe de Pinochet. Ninguna otra causa nos movilizó igual; con sus canciones, Victor Jara, Inti-Illimani, Quilapayún, Violeta Parra; con sus poetas, Neruda el principal. En una crónica de la Vuelta del año pasado hablé de la suerte poco conocida que corrieron dos ciclistas del equipo nacional de Chile, Luis Guajardo y Sergio Tormen.

Conté que el 20 de julio de 1974, en pleno delirio represivo de la dictadura, la policía, la terrible DINA, se presentó a las 11.30 de la mañana en el taller de bicicletas del padre de Sergio Tormen, al que iban los ciclistas para ajustar sus máquinas. Allí detuvieron a Luis Guajardo, ciclista de la selección nacional y dirigente del MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Volvieron a las 13.30 y detuvieron a Sergio Tomen, ciclista dos veces campeón nacional de Chile, también militante del MIR; a su hermano Peter de 14 años, y a Juan Mayorga, seleccionador nacional de ciclismo de Chile. Peter había acompañado a su hermano al taller para revisar su bici, ya que tenía carrera al día siguiente. Los llevaron a todos al centro de torturas ilegal sito en la calle Londres 38 de Santiago. Dos días después, Juan Mayorga y el pequeño Peter, con los ojos vendados para no reconocer donde habían estado, fueron puestos en libertad. Sergio Tomen y Luis Guajardo nunca aparecieron.

Conté cómo, años más tarde, Peter también se hizo ciclista y ganó la Vuelta a Chile, en 1987. Una victoria inesperada, pues era considerado un gregario. Pero se metió en una escapada en la que no iban las figuras, sacó tiempo, y resistió hasta el final, apoyado por los líderes de su equipo, que lo consideraban un gran compañero. Peter Tormen ganó esa Vuelta a Chile con una bicicleta cuyo cuadro era el de la bici de su hermano Sergio, el de la bicicleta de 1974. No le importó que hubiera monturas algo mejores, por la evolución del ciclismo en más de una década, él prefirió sentirse pedaleando sobre la misma montura que su hermano, porque así sentía su empuje. Cuando fue entrevistado en directo por la televisión chilena tras la victoria, y le preguntaron a quién dedicaba ese triunfo, Peter contestó: “A mi hermano Sergio, detenido y desaparecido”. La dictadura, que duró con su diseño preciso hasta 1990, seguía en pie. Así que fue un acto muy valiente y arriesgado.

Y hoy debo contar que el velódromo del Estadio Nacional de Santiago de Chile, que está al lado del Estadio Nacional de fútbol, y que como él fue utilizado como centro de detención y torturas tras el golpe militar; ha sido rebautizado recientemente como “Velódromo Sergio Tormen”. Ese gran título en la fachada, reanima la esperanza y lo trae de nuevo.