Las espadas siguen en alto. No es fácil sacar conclusiones de la contrarreloj con final en Pisa. Roglic fue el mejor de los favoritos, sacando 19 segundos a Ayuso y más de un minuto a Del Toro. Pero llovía tanto que el miedo a caerse mediatizó el resultado, y no podemos saber si los registros corresponden a la fuerza de cada uno o a la prudencia. Y ya no hay más contrarrelojes. Hubo un tiempo en que éstas resultaban decisivas en las grandes vueltas. Recordemos las épocas de Hinault, Indurain, Armstrong. Ahora ya no. Buscando un ciclismo espectáculo se han reducido a algo con mucha menos relevancia, salvo que el corredor sea catastrófico en la lucha contra el crono, como en el caso del malogrado Mikel Landa. Este diseño que prioriza el espectáculo, significa, en el Giro, que dejan toda la montaña para los últimos días, con el fin de que no se abran huecos irrecuperables, que mermen la emoción. Sin embargo, este nuevo diseño también tiene sus riesgos, pues puede aletargar la curiosidad, con el peligro de que el aficionado se desentienda durante el camino.

La etapa de la tierra, del sterrato, con final en Siena, fue grandiosa, y también fue bella la etapa del miércoles, donde un valiente Carapaz atacó en el puerto de segunda categoría que se coronaba a 5 kilómetros de la llegada. Sacó en la cima veinte segundos y llegó a meta con diez. Carapaz mostró el pedaleo poderoso y la astucia con los que ganó la carrera en ruta de las Olimpiadas de Tokio, y con los que se llevó el Giro de 2019, dejando a Mikel Landa, supuesto líder de su escuadra Movistar, con un palmo de narices. Se lo decía Chente García en directo, frente las cámaras, en uno de esos documentales sobre la trastienda de la formación: El día menos pensado. Le decía Chente: “el problema, Mikel, es que tienes a uno que anda un huevo dentro del equipo”, refiriéndose a Carapaz, que por sorpresa había cogido una distancia muy jugosa. Lo mismo puede pasar en el UAE, igual que pasó en la Vuelta de 2023, la que ganó Kuus, que Del Toro ha cogido una apreciable distancia sobre su compañero Ayuso y es un hueso difícil de roer, porque anda mucho. Además, vemos que de ambición va sobrado, disputa las metas volantes bonificadas, y los esprints del grupo para robar segundos. Ésa puede ser también un arma de doble filo, y su talón de Aquiles. Es muy joven, sin experiencia en vueltas largas y la tercera semana, la dura de verdad, se le puede atragantar. Recuerdo que el año en el que más expectativas de triunfo en el Giro se habían depositado en Marino Lejarreta, éste empezó la carrera disputando las bonificaciones. En el llano. Un periodista escribió que un corredor debe ganar el tiempo en su terreno, no en otro, si intenta ganarlo en otro, mal síntoma. Y, efectivamente, ese Giro no le fue bien a Marino precisamente en su terreno, la montaña.

Salida en Módena

La etapa de este jueves partía de Módena, recorriendo un territorio llamado la llanura padana, las tierras surcadas por el río Po. Un territorio con frecuentes nieblas. Y donde podemos ver aún aquellas granjas con un gran patio central, como las que retrató Bertolucci en Novecento. Decía que en la contrarreloj llovía mucho, y esa experiencia de la lluvia me sorprendió en mi primer viaje a Italia, seguramente por mi ignorancia. Es un país, del centro hacia arriba al menos, donde llueve mucho. Aquel viaje fue un septiembre y no dejó de llover. Un país donde llueve mucho, muy trabajador y donde a las ocho de la tarde ya no hay nadie por las calles. Eso derrumbaba mis mitos de sol y vida festiva permanente. Como decía, eran mis prejuicios. Módena fue una escala de aquel viaje, para visitar el nuevo cementerio levantado con el proyecto del arquitecto Aldo Rossi. Una construcción como la espina desnuda de un pescado, formada por galerías de edificios con apariencia civil donde las ventanas son huecos sin cristal ni carpintería, como quedan los edificios después de una guerra, como ahora mismo en Palestina o en la guerra de Ucrania. Una analogía de la muerte.

Enzo Ferrari

Módena también es la sede de Ferrari, la escudería deportiva y luego marca propia, que montó Enzo Ferrari desde la casa Alfa Romeo. Con la que el famoso Tazio Nuvolari volaba en los circuitos. Aún se recuerda en la memoria colectiva a ese mito, como a los Chiron, Vanzi, que corrían por nuestro circuito automovilístico de Lasarte, hasta 1935. Fue otra de las cosas que el alzamiento fascista y la guerra abortaron. Corrían a una media de más de 150 kilómetros por hora, y con unas puntas de velocidad de 180, casi nada. Algunos dicen que los partisanos perdonaron la vida a Ferrari, a pesar de haber coqueteado con el fascismo y fabricado piezas para los aviones en la guerra, a cambio de dinero. Otros dicen que no, que no simpatizaba con el fascismo, que se vio forzado a fabricar esas piezas, que él sólo era un ingeniero con un sueño por realizar, y que incluso escondió en su casa de Módena el archivo clandestino del Partido Comunista Italiano en esos años. Una polémica sin solución, como pasa a veces cuando uno bucea en la Historia.