Con la conquista de los dos títulos de ciclismo en carretera, ruta y contrarreloj, que se disputan en los JJOO, Remco Evenepoel se ha convertido en el nuevo rey olímpico. Nadie antes logró los dos oros. No vamos a descubrir ahora a Remco. Es un corredor fabuloso, destinado a ser uno de los grandes de la bicicleta, que a sus 24 años atesora un palmarés que asusta: campeón del mundo en ruta y contrarreloj, campeón europeo contrarreloj, la Vuelta, dos Liejas, tres Clásicas de Donostia, contrarrelojes en Giro, Vuelta y Tour, más multitud de carreras, hasta las 58 victorias que lleva. Un chico que pasó a profesionales directamente desde junior, donde arrasaba, ganando campeonatos europeos y mundiales, en ruta y contrarreloj, sacando unas diferencias siderales a sus rivales. Tiene una potencia descomunal, y algo necesario para ser un campeón, ambición y una cabeza sólida. Cuando se le pone una carrera entre ceja y ceja, es difícil de batir.

Además de sus triunfos, otro dato que informa sobre su condición excelsa es su manera de ganar. Como hizo en el circuito olímpico parisino, con un ejemplo de inteligencia y poderío. Saltó a 38 kms de meta, en el momento que el grupo donde iba alcanzó a Van der Poel tras su ataque, que había sido secado por su compañero Van Aert. Alcanzó en poco tiempo a un grupo de escapados que circulaba por delante a 30 segundos, se puso a tirar con un ritmo demoledor, que, en cuanto la carretera dejaba de ser plana, descolgaba a sus compañeros, a ilustres como Lutsenko, Kung, Woods, Healy, Madouas y Politt, el gregario de Pocacar que ponía en fila a todo el pelotón, en los primeros kilómetros de los grandes puertos del último Tour. Pollit protagonizó después una anécdota de otros tiempos. Tras ser descolgado por Remco, se metió en una concurrida cafetería, cerca de Montmartre, para usar el aseo, volviendo después a la prueba. Esta forma de ganar, por aplastamiento, ya la ha demostrado Remco en numerosas ocasiones, así venció en nuestra Klasika, así se llevó las dos LiejaBastogne-Lieja, atrapando desde atrás a los grupitos de escapados, y dejándoles con su ritmo. Algo que habla de su potencial, pues es muy difícil dejar así a alguien que va a rueda, en terrenos que no ofrecen dificultades extremas. Una exhibición que le ha granjeado los elogios del gran Eddy Merckx, diciendo que Remco estaba más fuerte que él en sus buenos tiempos.

La carrera, que ofrecía dudas al principio porque se consideraba que la subida a Montmartre no era lo suficientemente dura, fue muy hermosa. Los 272 kms de la prueba, más el adoquinado de la colina de Montmartre, convirtieron a esta cuesta de poco más de un km y un 6% de pendiente, en una cota selectiva. También ayudó el hecho de que en las JJOO las selecciones tienen pocos corredores, determinándose el número según el ranking UCI, cuatro las formaciones más nutridas, como Bélgica o Francia; tres otras, como España; y algunas sólo dos o uno. Eso hacía muy difícil un trabajo de bloqueo por parte de alguna selección, lo que produjo una carrera abierta, donde contaba la improvisación y la inteligencia individual para moverse. Y aquí, la fuerza de Remco resulta decisiva, como en sus tiempos de junior, donde el equipo no es lo primordial. Aunque el trabajo de su compañero Van Aert, neutralizando a Van der Poel en sus dos ataques en sendas vueltas sobre la colina de Montmartre, fue importante para disuadir cualquier intento de cazar a Remco.

Las Olimpiadas en el ciclismo están vinculadas a mi crecimiento; muestran las distintas fases de mi vida que acompañaban a los cambios en el mundo. Recuerdo una imagen lejana en el televisor, con el holandés Hennie Kuiper escapado, atravesando vencedor la meta en los JJOO de Múnich. Entonces el ciclismo era un territorio destinado al deporte no profesional, amateur. Esta filosofía del deporte recogía el hilo de un movimiento anterior, pujante en los años 30, el del deporte obrero, no profesional, impulsado por organizaciones izquierdistas, sindicatos, asociaciones gremiales. Un rastro de ese deporte obrero se quedó en el amateurismo deportivo, ajeno al mercantilismo, que mantendrá como seña de identidad el mundo comunista tras la II Guerra Mundial, vetando al deporte profesional su acceso a los JJOO. Librándose a escala internacional una lucha soterrada, entre el profesionalismo del capitalismo y el deporte aficionado del socialismo real. Durante muchos años, la fuerza de este último campo en las instituciones olímpicas hizo que de los Juegos quedara excluido el deporte profesional. Eran los tiempos donde las victorias en el ciclismo olímpico recaían generalmente en ciclistas del Este, con excepciones como la de Kuiper; eran los tiempos de Kapitonov, en Roma; Soukoroutchenkov, en Moscú; Ludwig, en Seúl. Tras la caída del telón de acero y las transiciones de las sociedades del Este, esa frontera desapareció y el ciclismo de máximo nivel, unificado, disputó los JJOO. Recordando aquel olimpismo comprometido, no quiero olvidarme de la Olimpiada Popular de Barcelona de 1936; abortada por el golpe franquista, y organizada para oponerse al oprobio de que las Olimpiadas oficiales de 1936 se celebraran en el Berlín xenófobo y criminal de Hitler; tan lejano de los principios olímpicos.