La Vuelta está ofreciendo una imagen bastante pobre, impropia de una grande. Si analizamos la carrera en su conjunto, hemos asistido a dos recortes de etapa, a una llegada de noche por falta de alumbrado debido a un error claro de la organización, así como a la caída de Evenepoel tras pasar la meta en Arinsal por chochar con una persona que estaba muy cerca en contrameta. Los que estamos fuera de la carrera empezamos a no entender las cosas que están sucediendo. Eso es peligroso. Otra vez han recortado el final de etapa siguiendo el método empleado el día de Montjuïc. Si se analizan ambas jornadas, no tenía mucho sentido tomar esa decisión. Los equipos están demostrando que no es lo mismo correr el Tour que la Vuelta. La organización debería empezar a plantearse por qué sucede esto y reflexionar. Tenemos en el calendario la Strade Bianche con sterrato, vemos etapas en el Tour con pavé o jornadas en el Giro por carreteras sin asfaltar donde los coches de equipo no pasan y tienen que ser las motos las que vayan con ruedas para cambiar a los corredores. Sin embargo, en esta Vuelta caen cuatro gotas y se neutraliza. En la llegada de Caravaca de la Cruz, donde ganó un gran Kämna, había un poco de barro. No se ha solucionado por parte de la organización y se han tomado los tiempos de la general a dos kilómetros de meta. No daba la impresión de que la llegada fuera muy peligrosa. Hemos visto una imagen de Fernando Escartín, director técnico de la carrera, con una banderín amarillo para coger los tiempos. Da la impresión de que todo está cogido con alfileres. Ves y escuchas a los periodistas que están dentro de la carrera y no hay voces críticas. Sólo se comenta que está siendo una Vuelta deslucida. Pienso, sinceramente, que ese mensaje no ayuda a la organización, que tiene que reflexionar.