En la Itzulia brotaron otra vez los viñedos, pero no como los de la Rioja Alavesa. Los de Villabona colgaron del cielo, desde una cornisa, una azotea al sufrimiento. Allí asomaban las crestas de las viñas del txakoli, en el muro de Hika, con un asombroso parecido al de Huy en sus tripas. Centinelas de un calvario, de una subida para subir de rodillas o gateando, retorcidos todos, arrastrando una cruz de carbono.

Doliente la ascensión como un paso de Semana Santa arengado por la afición, de naranja. Sube la marea. Le daba color al dolor. Corona de espinas. En un kilómetro para rascar el cielo y echar bilis se destacó Jonas Vingegaard, nuevo líder de la Itzulia. Rey en el muro.

En la cima del infierno, al cielo se sube bajando al averno, Vingegaard se golpeó tres veces el corazón. Así abrió las puertas puertas de la gloria el danés, que lanzó un beso tras conquistar el muro de Hika, una rampa formidable, aterradora.

Mikel Landa, a un palmo del danés, escupió rabia dos segundos después. Estuvo a un dedo del campeón del Tour, el primero en desenfundar en una subida atroz en la que Enric Mas fue tercero, pegado al de Murgia.

Landa, excepcional

Ion Izagirre atravesó los límites con Gaudu, a unos segundos de Vingegaard, líder de la Itzulia. “Es una carrera la que le tengo un cariño especial. Me gusta mucho”, expuso el danés, reanimado tras la derrota en el París-Niza. El campeón del Tour se vistió de amarillo, su color. El danés sumó su quinta victoria del curso.

Landa, en su mejor versión, le pisa los talones. El de Murgia, excepcional, merodea a cinco segundos la estela del danés. Gaudu, al que le faltó algo de impulso, vigila a 16 segundos. Izagirre y Mas están en la veintena. La Itzulia se ordenó en un 300 metros de empalizada. Una subida asfixiante. Un tratado de supervivencia en una trinchera vertical.

“La subida ha sido durísima”, analizó Vingegaard tras recuperar el resuello de una ascensión en apnea en la que Landa, que atraviesa un gran estado de forma. le llevó al límite. Landa remontó a Mas en los estertores del muro. El muro se le quedó algo corto. Lo evidenció su reacción tras ser segundo. Dio la impresión que Landa estaba tan fuerte como Vingegaard, pero le sentenció su tardía reacción.

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[Fotos] Así se ha vivido la Itzulia en Gipuzkoa Ruben Plaza

Rampa del 26%

El final fue un muro de las lamentaciones, una vertical hasta el 26% de desnivel, una rampa de garaje en medio de la naturaleza. El final más duro de la historia de la Itzulia. El padecimiento festoneado por las viñas de txakoli. El paladar sabía a ácido láctico. Incluso a la sangre que brota desde las entrañas del dolor y barniza las papilas gustativas.

Martilleados, tachonados y torcidos los corredores, un desfile de rostros desfigurados, de cuerpos dislocados en 300 metros infernales, a cámara lenta. El tiempo, en suspenso. Paralizado. En ese escenario, la Itzulia quedó reducida a Vingegaard, Landa, Gaudu, Ion Izagirre y Mas.

Se adentró la carrera en caminos vecinales, estrechos, prietos y picudos. De cota en cota entre ronchones de cemento, la señal del descuido y dureza de las carreteras, agrietadas. Vieja vías sin maquillaje ni pintura. Ciclismo agestre.

En esos hilos desvencijados que cosían los caseríos, Cavagna, Latour y Zimmerman aún jadeaban con algo de renta sobre los mejores, comandados por el tractor de Dennis y Valter, guardaespaldas de Vingegaard en un paisaje boscoso y abrupto con rampas desafiantes. Rompiente. En la estela del danés se cobijó Enric Mas y otro puñado de favoritos, prensados Landa, Gaudu, Izagirre....

Trabajo del Jumbo

Salieron de la vegetación para para que el sol les dorase la piel antes de conectar con con la subida a Alkiza otro medidor de fuerzas en una jornada donde se apilaban las rampas como el sedimento en el fondo del río. El Jumbo desbrozó la carretera. Paso cuartelero. Marcial. Vingegaard deseaba fijar su sello.

Después de dos jornadas resueltas al esprint, la escalada del muro, imponía otro manual de estilo. En el alto de Altzo, por delante, solo resistían Cavagna y Zimmerman. Gaudu se apuró cuando falló algo en su bici. Un compañero le prestó la suya. Subsanó el problema el francés en un día donde el relieve era dentudo y aserrado.

Chaves lo intenta

Los jerarcas tamborileaban los dedos descontando los kilómetros para el encuentro con la pared en la que unos se estamparían y otros atravesarían. El paisaje, bello, bucólico y pastoril, servía para distraerse.

El cielo azul, luminoso el sol, fortachón, acariciaba a los ciclistas, héroes trágicos, conscientes de que les esperaba un vía crucis, un frontis donde rebotar. Piel contra la piedra. Carapaz quería guerra. Ráfaga de velocidad. Más decibelios. Esposaron a Cavagna y Zimmerman.

Rampa de lanzamiento en el segundo vuelo rasante por Altzo entre curvas estupendas, bamboleantes y cunetas repletas de voces de ánimo y lluvia de aplausos. Mollema, Chaves y Huys. Señuelos para la gran función. Gaudu, Vingegaard, Daniel Martiínez, Mas e Izagirre hombrearon a bocajarro. Landa, en su pose natural, se erizó y generó cierto cosquilleo. Es travieso el de Murgia.

Solo Chaves perduraba unos palmos por delante. Contemporizaron los mejores. Un par de cotas eran la antesala de la tapia imposible de Hika, donde no sería descabellado volcar o echar pie a tierra. Una subida para crampones y piolets.

Schelling, el líder, no estaba para semejante esfuerzo. Deshabitado por dentro, se desgajó. Juanpe López y Knox se enroscaron a Chaves. Sentenciados ante el paredón de fusilamiento. La miseria y la gloria se concentraba en 300 metros. Buchmann se enredó con Juanpe López y Carapaz tuvo que poner pie a tierra.

Vingegaard se desata

Un chasquido antes, Vingegaard se desplegó. Su arrancada abrió una brecha. Landa no se acaloró. Se sabe más diésel. Mas, chisposo, quiso reprender al danés. No pudo alcanzarle. En ese juego por mantener el equilibrio y derrotar a ley de la gravedad, Izagirre optó por encontrar su vía. El danés, puesto en pie, avanzaba el primero. Mas, con el gesto doliente, le rastreaba.

Landa, con ese rictus serio, como ajeno al dolor, le tenía a tiro de piedra. Por un momento, Vingegaard se sentó para tomar una bocanada de oxígeno. Landa limaba. El danés se puso otro vez de pie. Giró el cuello para situar a Mas, pero Landa, formidable, le había descascarillado.

Al de Murgia se le acabó la pared y le surgió la rabia después de que el danés, inalcanzable, se golpeara el corazón sobre la atalaya de Hika. En el gran muro de la Itzulia, sólo Vingegaard puede con Landa.