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Pioneros

Pioneros

el verano anuncia su llegada con las fiestas de San Juan, con sus hogueras que rubrican el fin del calendario escolar, y con el Tour de Francia. Llega como un hecho de la naturaleza, como un rito de paso anual que marca nuestra vida, para los aficionados al ciclismo y para los indiferentes, porque ni ellos pueden evitar sus ecos, sus noticias. Ese vínculo, esa fusión con la vida del Tour, tiene que ver con varias razones.

Con el momento de su celebración. Aparece cuando hemos terminado un largo ciclo laboral, estudiantil, y nos entregamos a las vacaciones; cerramos lo viejo y nos abrimos a lo nuevo, a las aventuras, a los viajes, al descubrimiento, al cambio, a nuevos amores. Así, el Tour se funde con esa experiencia y se ofrece como una metáfora de la misma; nos invita a soñar, a imaginar que todo comienza de nuevo, que nada está perdido, que podemos burlar esta vez al destino que otrora nos fue esquivo; soñar, esta vez sí, con la victoria. La victoria de nuestros campeones que no es sino la nuestra proyectada, donde sublimamos y realizamos nuestra propia experiencia.

Con la libertad que significa la bicicleta. Libertad para evadirse de la ciudad, de los pactos, de los compromisos, para perderse por rutas solitarias, con montañas donde sufriremos, y descensos donde sentiremos el vértigo del riesgo. Si estamos en forma, lo podemos hacer emulando a los corredores, y si no, todos tenemos un recuerdo de haber experimentado esto en la vida y volvemos a revivirlo con los ciclistas y viajar a él, sintiendo aquella libertad.

Con la marca de autenticidad para el ciclismo que vemos en el Tour, porque es la más prestigiosa, la más antigua de las grandes carreras por etapas. Tenemos instaladas selectivamente, en nuestra mente, las imágenes y las peripecias más heroicas del ciclismo vinculadas al Tour. Un ciclismo de pioneros, de supervivientes, en el que abordaban con pesadas bicicletas de un solo desarrollo, un plato y un piñón, etapas desmesuradas de cuatrocientos kilómetros y puertos salvajes; un ciclismo sobrehumano que proyecta en nosotros la imagen de superhéroes reales. Un ciclismo que también tuvo en Gipuzkoa sus pioneros, que merecen un lugar destacado en nuestra memoria ciclista, esa suma de gotitas de agua que han permeado aquí la gran afición por este deporte.

Uno de ellos fue José Luis Miner, nacido en Hernani en 1897. Se hizo ciclista después de ganar una apuesta sobre la bici a un amigo. Debutó venciendo con el maillot de la Real Sociedad, y ganó veinte carreras seguidas. Disputó un centenar de pruebas con un palmarés de cincuenta victorias, retirándose en 1929. Poco antes, en 1926, montó un taller de bicicletas, en Gros, que continuó su hijo, también corredor, convirtiéndolo en una tienda que aún sigue viva, y donde todos los aficionados hemos comprado material. Yo recuerdo mi primer cambio de piñones, Zeus, comprado allí, precioso, lleno de piecitas, brillante como una joya.

Cuando yo comenzaba a pedalear con insistencia, mi madre me contaba cómo, en Donostia, era muy popular Joaquín Iturri. Era él ídolo local. Aupa Iturri, me repetía mi madre como un eco del recuerdo que ella guardaba, de las veces que le había animado al borde de la ruta. Joaquín Iturri, nacido en 1906, fue profesional entre los años 1924 y 1946. Defendió los colores de la Real Sociedad entre 1924 y 1927, y posteriormente los del club Fortuna, Veló Club, y Unión de Irún. Fue el primer campeón de España de ciclo-cross en 1929. Triunfador de la subida a Igueldo, y campeón de San Sebastián en 1931. Su hijo Joaquín Iturri también fue un gran corredor amateur, defendiendo como su padre los colores de la Real Sociedad. Y sus nietos Félix y Arantxa, buenos amigos míos, continuaron la estirpe ciclista de los Iturri donostiarras. No puedo recordar a Iturri sin evocar a su amigo José Isasa, hincha del primer Iturri en las carreras; un hombre ajeno a la política hasta el golpe de estado franquista; entonces, como reacción, se afilió al partido comunista. Tras la guerra volvió para organizar la resistencia interior, fue capturado y fusilado en septiembre de 1946.

No pueden faltar en la lista de pioneros los hermanos Montero, Luciano y Ricardo, del Real Unión, nacidos en Ávila, pero iruneses de adopción. Ricardo, nacido en 1902, gran escalador y vencedor de numerosas carreras, entre ellas el campeonato de España de ruta en 1925, y el Gran Premio de la República en 1933. Luciano, nacido en 1908, más veloz, más esprínter, también campeón de España en ruta tres veces, y subcampeón del mundo en 1935.

Este Tour, tras las ausencias de Froome y de Dumoulin, se antoja muy abierto. El vencedor del año pasado, Thomas, con las piernas muy frescas, se presenta como el principal favorito. Los landistas soñaremos con un Mikel inspirado, que no pierda de manera gratuita tiempo en las primeras etapas, que destruya esa especie de ying-yang, donde parece que sin las desgracias no aflora lo mejor de él. Si lo consigue, tiene un Tour muy adecuado, con mucha montaña y muy poca contrarreloj, sólo 27 kilómetros individuales. Soñaremos con el Tour, con nuestros favoritos, que es lo mismo que soñar nuestras victorias, nuestros éxitos, nuestra felicidad más pura y más libre.

A rueda