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El champán espera a Yates

El líder sostiene la embestida de Dumoulin en la contrarreloj que conquista Rohan Dennis

El champán espera a YatesEFE

donostia - Inmune a todo, Simon Yates recorre el Giro metido en una burbuja. La suya es de tonos dorados y decorada con alegría. El mundo de Yates sabe a champán, la bebida de las victorias y las celebraciones. Nada afecta al castillo del monarca inglés, que domina la carrera con mano de hierro en guante de seda. “Honestamente estoy muy sorprendido de haber podido mantener la maglia rosa. Estoy muy feliz. Ha sido mi mejor contrarreloj, especialmente sobre esta distancia. Espero ahora no caer en jornadas negras o tener alguna crisis grave”, analizó el líder. En Rovereto, que debe su fama a los telares de seda, aunque ahora la ciudad se dedica al vino y las gafas, Yates tejió otro relato fantástico para su novelesco Giro, convertido en su latifundio cuando a la carrera le restan tres jornadas por las alturas. Las montañas son para Simon Yates su ciudad de vacaciones, donde más disfruta, más si cabe después de resolver el sudoku de la crono. En el peor escenario, el que más temía, en su lucha contra el crono y frente al colosal Dumoulin, campeón del mundo de la especialidad, Yates no solo no perdió la maglia rosa, uno de esos miedos que le perseguía durante la Corsa rosa, sino que limitó las pérdidas y continúa en el trono con 56 segundos de mullida gomaespuma sobre la mariposa de Maastricht, tercero entre las manecillas, que señalaron vencedor a Rohan Dennis, un relojero.

Entre Trento y Rovereto, 35 kilómetros sin dificultades orográficas que empujaban a los especialistas, tipos que mueven grandes desarrollos y hacen buenas migas con la aerodinámica, Simon Yates, otra vez genial, reforzada la moral entre viñedos, continuó su idilio con la carrera, que tiene a punto de colocar en la estantería de los triunfos. Los cálculos más benevolentes estimaban que el inglés, enjuto, escalador, eléctrico, bien podría perder dos minutos sobre el poderoso Dumoulin, uno de los más grandes en las cronos. Sin embargo, la Campana dei Caduti (Campana de los caídos), situada sobre la Colina Miramare, que suena todas las tardes en recuerdo de los caídos en todas las guerras, retumbaron en los tímpanos del holandés, que aventajó al líder, pero lejos de presionarle lo suficiente. El réquiem acompañó a Pinot, que se descalabró de mala manera. Su actuación le tumbó sobre un diván. Yates le sacudió 1:45. Una barbaridad que le noquea en la lucha por el podio.

Pello bilbao avanza un puesto A ese ring se subió Chris Froome, el luchador, que merodeó la marca de Dumoulin en meta. El británico es cuarto en la general, a la sombra de Pozzovivo, que se sostuvo con decoro a pesar de su silueta contraria a los parámetros de los contrarrelojistas. El italiano rodó con las piernas abiertas, cimbreando la bicicleta en el llano y cabeceando, incapaz de dar con una postura decente. A pesar de ello, Pozzovivo respiró con fuerza. Al igual que Fabio Aru, que estaba descatalogado, enterrado en vida, vacío, hasta que pegó un respingo sideral cuando menos se le esperaba. El sardo regresó entre los vivos tras días de aspecto cadavérico. Resurrección en Rovereto. Tal fue el impacto, que Tony Martin, cuatro veces campeón del mundo de contrarreloj y por entonces mejor tiempo del día, negaba con la cabeza, incrédulo ante la explosión de Aru. El sardo hizo trampa. Se ayudó del rebufo de las motos. El registro del alemán lo estropeó Dennis, que voló.

El Giro acumuló otras notas al pie de página, como la de la solvencia de Pello Bilbao, que escaló una posición (es octavo) tras una buena crono. Pareja a la del líder, subrayado en rosa. A Dumoulin, que estaba pintado de todos los colores sobre el fondo blanco de su buzo, se le oscureció la carrera porque le faltó luz a su pedaleo, ese destello capaz de cegar a sus rivales. Las gafas de sol de Simon Yates lo soportan todo. El líder se aisló antes de salir, con la toalla sobre la cabeza mientras hacía rodillo. Solo con sus vatios, que son muchos y variados. Una vez se descerrajó la crono, Yates gestionó su tiempo con una actuación que sirvió de dique para contener a Dumoulin, que se queda una vuelta de reloj para lo que resta. La carrera se resolverá en la terraza alpina con vistas a Roma. Simon Yates ha puesto a enfriar el champán.