Los ciclistas acuden al refugio del sol para preparar la pretemporada. Así evitan la lluvia y el frío que tanto les incomoda. En los días de otoño que esprintan hacia el invierno, los cuarteles de invierno se enroscan a orillas del Mediterráneo, el mejor hogar posible, con su clima templado y el relajo propio de la temporada baja. En Mallorca tiene instalado su campamento el Sky. Allí se parapeta Froome, que continúa con su plan de entrenamiento para el próximo curso. Sigue el metódico británico con la rutina del día a día, pero en su cabeza llueve a cántaros, después de la tormenta desatada el miércoles cuando la UCI anunció el resultado adverso por salbutamol -la muestra de orina muestra el doble de la cantidad permitida para la sustancia- que le ha dejado a la intemperie y que amenaza con señalarle para siempre en la extensa lista de los tramposos, que en el ciclismo da para varios tomos. Con el positivo por salbutamol de la Vuelta, el cielo se desploma sobre Froome, que le pone al mal tiempo buena cara. Es su máscara a la preocupación que le carcome los adentros. Sin abandonar la sonrisa el británico defiende su inocencia, la bandera de su versión. “Entiendo, por supuesto, que esto pueda sorprender a mucha gente, pero defiendo lo que he dicho siempre y reitero que no he infringido las reglas y no he tomado más de la cantidad permitida. Estoy seguro que al final la verdad saldrá a la luz”, expresó la máxima estrella mundial, en una entrevista concedida a la BBC.

El ciclista, que colecciona cuatro Tours de Francia y una Vuelta a España, hitos que le sitúan entre los más grandes de la historia a falta de resolverse su caso, considera que “mi legado no está manchado”, si bien son numerosas las dudas que se extienden alrededor de su figura tras el positivo por salbutamol, una sustancia dada a la interpretación puesto que depende de la cantidad que se encuentre en el organismo lo que sirve para dictaminar si su uso es terapéutico o si por el contrario responde al objetivo de querer obtener un mejora en el rendimiento. “Puedo entender la reacción de la gente, sobre todo dada la historia de nuestro deporte. Sin embargo, este es un caso totalmente diferente: no es un test que haya dado positivo”, desgrana el corredor que dice no haber roto las reglas y que únicamente atendió a las recomendaciones del médico del equipo para atajar el brote de asma -Froome es asmático- que se recrudeció durante la última semana de la carrera. Fue en la 18ª etapa, con final en Santo Toribio de Liébana, el pasado 7 de septiembre, cuando Froome dobló la tasa permitida del salbutamol, principio activo del Ventolín.

“La UCI me ha pedido más información sobre mi uso del salbutamol, que es una medicina muy común en el tratamiento del asma. Estoy encantado de colaborar y ayudar a la UCI y de dar, junto al equipo, toda la información necesaria para llegar al fondo de todo esto”, añadió en la entrevista. Froome, portavoz del ciclismo que supuestamente cambia, recurrió a uno de sus clásicos en estos años cuando se ha dudado de su rendimiento. “Nuestro deporte ha estado en un lugar muy oscuro en los últimos años y yo he intentado, durante toda mi carrera, demostrar que el ciclismo ya no es lo que era. Llevo 10 años siendo ciclista, corriendo con asma y tratando los síntomas. Conozco las reglas y los límites, y nunca los he superado”. A la espera de lo que digan los estudios médicos y farmacocinéticos a los que será sometido, cuyos resultados servirán para que salga indemne o para que engrose el apartado de los tramposos, Froome se centra en la defensa de su credibilidad. No quiere ir más allá. “Lo que no voy a hacer, a día de hoy, es especular sobre lo que pueda pasar”. Hasta entonces, el británico trata de sonreír.