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Una sonrisa le delata, su gesto, hasta entonces serio, se torna más alegre, más jovial. Un motivo. Un por qué. Su tío. Francesco Moser, mito viviente del ciclismo italiano, uno de los grandes, una referencia para muchos corredores del país transalpino y que hace 30 años disputó la Vuelta al País Vasco, en la que terminó tercero en la general y a punto estuvo de lograr un triunfo de etapa, pero solo pudo ser segundo en Ibardin. Moreno Moser (Trento, Italia, 25-VII-1990), su sobrino, ha cogido el relevo del mito y, en su primera participación en la Itzulia, con solo 21 años, tratará de darse a conocer, de mostrar su valía, alejándose de la alargada sombra de su tío, con la que convive, como reconoce, "para bien y para mal".

De lo bueno rescata la facilidad para atraer a la prensa: "La gente habla más de mí por mi apellido". Lo malo, prefiere omitirlo, guardarlo. Pese a su juventud conoce bien el mundo que le rodea, el mismo que le vio coronarse en su cuarta carrera como profesional, en el Trofeo Laigueglia. Todo un éxito en su primer año en la elite.

Recluido junto con el resto de los componentes de su equipo, el Liquigas, en el hotel Holiday Inn de Bilbao, bajo la Virgen de Begoña, lugar de culto, Moreno no duda en alabar a Francesco, "una influencia", no lo niega, pero tampoco se esconde. "Si estoy aquí, en una prueba como esta, es por mis resultados como sub'23, no por cómo me apellido", expresa antes de señalar que guarda cierto parecido con su tío, a quien solo ha podido ver correr en vídeos, pues Francesco se retiró del ciclismo dos años antes de que su sobrino naciese. "YouTube es una buena vía para ver cómo corría mi tío, puro espectáculo. En la manera de andar sobre la bici creo que guardo cierto parecido con él. Ando bien en la media montaña, me gustan las cronos y en grupos pequeños tengo la capacidad de sorprender al sprint", se describe mientras nombra a Philippe Gilbert como su corredor fetiche.

La bicicleta ha sido siempre una parte importante de su vida. Con ella creció desde muy joven, pues con tres años ya daba sus primeras pedaladas. Aquella en la que comenzó a labrarse su futuro, como no podía ser de otra manera, era una Moser, la marca que creó su tío. A los diez años empezó a competir. Ganar, algo más complicado, lo consiguió a los 16. "De pequeño no era muy bueno", admite riendo. Su familia, que hizo del ciclismo una forma de vivir -su padre probó el profesionalismo, por donde pasó sin pena ni gloria y qué decir de su tío-, siempre estuvo dividida en cuanto al futuro de Moreno, pues su madre le invitaba a que estudiase en lugar de andar en bici. Su padre, más comprensivo en ese aspecto, entendía al joven.

relación con francesco Mientras se decanta por qué camino tomar dentro del ciclismo profesional, sin prisa, tocando los diferentes palos, pues todavía es incapaz de decantarse por las clásicas de un día o las grandes vueltas, Moreno Moser, integrante del equipo Liquigas, reconoce que la relación con su tío no es demasiado estrecha. "Tengo un primo de dos años menos que yo y es normal que Francesco le aconseje a él. Nos llevamos bien, pero no somos rivales", señala mientras recuerda una anécdota con Ivan Basso, que se refirió a él mencionándole como Saronni, el gran rival de Moser en la carretera. "El de Saronni era un nombre prohibido en nuestra casa", asegura. Esa es la alargada sombra de Francesco Moser, sobre la que vive guarecido Moreno, un joven talento italiano que busca hacer su propia carrera.