donostia. Alejandro Valverde ha vivido casi año y medio enclaustrado en la desazón. Sin dorsal -oficialmente desde el 1 de enero de 2010 hasta el 1 de enero de 2012, siendo desposeído de los triunfos de los cinco primeros meses de 2010-, estaba en un armario, entrenando marginado o con la grupeta murciana, pero sin la fogosidad de la competición que tanto gusta al de Lumbreras. Es allí donde despacha esa tenacidad que bulle. Pero en esa desértica vida laboral, en ocasiones, encontraba potente compañía. Algún colega del pelotón profesional, como Luis León Sánchez o Fran Pérez. Valverde así lo demandaba, porque así ponía listón a sus facultades. Es visceral, de los que buscan el duelo. Es El Bala. Y ahí veía que su regreso al pelotón, a los 32 abriles, ¿por qué no?, podía conducirle hasta lo que fue, ese cazavictorias empedernido, la vieja usanza de la concepción de un ganador nato, el que solo concibe el ciclismo empeñando hasta las reservas. "Está incluso más fino que antes de la sanción", se ha venido advirtiendo desde su arropadora atmósfera, dentro incluso de ese Movistar para el que se antoja totémico. Y anímicamente se anuncia vigoroso. Nada de esto estaba en lo desaprobado. La carretera propone un renacimiento a Valverde.
20 meses después de su último puñado de gloria, corría el 2 de mayo de 2010, se coronaba en el Tour de Romandía, título del cual fue privado como del Tour del Mediterráneo y de dos etapas de la Vuelta al País Vasco sin demostrarse que fueran obtenidos gracias a prácticas irregulares, Valverde se ha reafirmado. "Es la victoria más especial de mi carrera", lanza a los cuatro vientos. Es, al menos, la que le ha devuelto el sentir. Es el termómetro que necesitaba para saberse recuperado. El listón más objetivo. Vuelve El Bala.
La tropa de José Luis Arrieta acomodó el desenlace desde los primeros compases de la etapa reina, la quinta y anteúltima del Tour Down Under, la que separaba McLaren Vale de Old Willunga Hill con sus 151 kilómetros. El RadioShack se sumó a la tarea de filtración. Erviti primero y David López después estiraron el grupo hasta quebrarlo. Sucedió en la primera de las dos subidas de 3 kilómetros a Old Willunga. Rojas e Iván Gutiérrez tomaron los relevos y flagelaron con consistente pedalada. Poco más de una veintena de corredores sobrevivió a la imposición del Movistar,.
Allí, en el desfiladero, Valverde cargó con su derrochadora explosividad. Simon Gerrans respondió a su par en el sprint. Un duelo, porque Roger, Dennis y Boasson Hagen se descolgaban. El murciano encarnó el pasado y se impuso por centímetros. Suficiente para el delirio.
Así como ejecutó Alejandro, estallaron sus emociones, encarceladas durante todo este árido tiempo solo enriquecido por el calor familiar, el que le ha descubierto vida más allá del sillín de una bicicleta.
La fecha era señalada. Además de la primera opción real de victoria para Valverde tras su retorno, que ayer además quedó segundo con el mismo tiempo del líder Gerrans en la general, por ser la primera del calendario Pro Tour, coincidía con un día de diferencia con el aniversario de la primera victoria del fallecido Xavi Tondo. Las lágrimas de Valverde dieron fe del vacío. Desfogó su rabia. "Hemos recuperado a un campeón". Fue la sentencia en su nuevo feudo, donde hoy se pensará en algo más bonito aún, algo grande como la general.
La carrera se decidirá hoy en el circuito de Adelaida, de 90 kilómetros, con bonificaciones en la meta y en los dos sprints intermedios.