Donostia. Sobre el Refugio Gardeccia volvió a caer una nevada similar a la del día de Cotobello. Copos densos, tan sólidos como las piernas de Mikel Nieve, que desató sobre los Dolomitas toda una tempestad de vatios, de tesón, de fe, sufrimiento y agonía durante siete horas y media encima del sillín para adjudicarse la etapa reina del Giro. Para ello, fue el más fuerte e inteligente de una fuga de 180 kilómetros, y la recompensa fue tan enorme como merecida. Una gesta que llega tras el histórico triunfo para Euskaltel-Euskadi de Igor Antón en el Zoncolan. El vizcaino, gran damnificado ayer, entregó 6:08 a Alberto Contador, que llega al día de descanso de hoy más líder: 4:20 a Michele Scarponi y 5:11 a Vincenzo Nibali. John Gadret está a 6:08 y Nieve es ahora quinto a 7:03. Y lo que les seguirá lloviendo hasta Milán.

Tres de los cuatro protagonistas de aquella tormenta naranja sobre Cotobello volvieron a cruzarse ayer, con roles diferentes. En la Vuelta, Juanjo Oroz se coló en la fuga inicial, a la espera de la llegada de Amets Txurruka y Nieve, que saltaron en San Lorenzo para dedicar el triunfo del leitzarra a un Antón que dos días antes sufría su particular 11-S y se dejaba el codo y el maillot rojo camino de Peña Cabarga.

Ayer, en la etapa reina del Giro -229 kilómetros, cinco puertos, cuatro de primera, incluido Giau, cima Coppi con sus 2.236m.-, Javier Aramendia ocupó el lugar de Txurruka en la fuga; Oroz, que casi estaba manco debido a una caída, se fue otra vez al suelo y abandonó la corsa rosa en ambulancia, magullado pero no roto; Antón, de nuevo malparado, se dejó gran parte de sus opciones de podio. Y Nieve, rubricó otro capítulo memorable, el tercero seguido en Dolomitas.

180 km. de fuga El de Berrioplano ya reivindicó en este periódico al leitzarra antes de partir para el Giro: "No te olvides de Mikel Nieve, que está muy, muy bien; no hablo de ganar el Giro ni del podio, pero seguro que Igor y él van a tener opción de pelear alguna etapa en la última semana". Ha sido justo antes de afrontar la recta final, y han caído dos a un zurrón en el que hasta este año casi solo cabían desgracias, como las caídas que rompieron a López de Munain y Laiseka. Y Nieve, el chaval que se inició en el ciclismo al rebufo del boom Indurain, pues no daba una en la fértil escuela de pelota de Leitza que forjó a los Oinatz Bengoetxea, Abel Barriola o Jon Jaunarena; no falló.

Todo comenzó en Piancavallo, el primer coloso, con más de 180 kilómetros por delante. Había que tener ganas, y sobre todo fuerza, para liarse la manta a la cabeza. Nieve, reflexivo y calculador, no es de los que se anima a la primera, pero nunca se amilana. "Igor (Antón) me insistió que buscara la etapa, porque podía lograr algo grande". Y a por ello fue.

Con el navarro se juntaron otros diecisiete hombres. Entre ellos, además de Aramendia, valientes como Garzelli, Sella, Sastre, Pasamontes, Hoogerland, Bakelandts, Weening, Popovych y tres Katusha que podían venirle bien a Joaquim Rodríguez: Di Luca, Losada y Kuschynski.

En el km. 115, los dieciocho alcanzaron diez minutos de renta, lo que dejaba a Nieve como líder virtual. Saxo Bank no se inquietó, y Liquigas, sin representación delante y con el podio de Nibali amenazado por Nieve, trató de sujetar la carrera, con la ayuda de los hombres de Contador.

Antón se hunde El Passo Giau rompió la armonía. Hoogerland tiró para adelante, pero sería superado por Garzelli, que había soltado a Nieve. El italiano coronó con 43 segundos sobre el navarro y 1:25 sobre el holandés. El pelotón circulaba a más nueve minutos. La etapa estaba delante.

En la bajada, Garzelli se fue a 1:35. ¿Mucho tiempo? ¿Poco? La respuesta la daría Fedaia (Marmolada). Domenico Cavallo guiaba la proeza de Mikel, mientras Álvaro González de Galdeano comprobaba que Antón acusaba el esfuerzo de la etapa del Zoncolan, tras la que llegó al hotel pasadas las diez de la noche, por lo que la cena y el masaje le tuvieron en danza hasta después de la medianoche. Y, ayer, a las 10.20 horas ya estaba pedaleando el vía crucis.

El galdakoztarra perdió contacto con los mejores, al igual que Vincenzo Nibali, que había atacado a Contador en el descenso del Giau, en un ataque más de rabia o impotencia que con opción de hacer daño. El pinteño manejó la subida a su antojo, pese a verse otra vez muy solo.

Delante, Garzelli seguía en solitario, y Nieve, primero con Bakelandts y luego solo, fue recortando su desventaja hasta coronar Fedaia a 37 segundos del italiano, que aseguraba el liderato de la montaña pero a costa de dilapidar mucha energía, con 27 kilómetros aún por recorrer.

El descenso lanzó a Nieve hasta la espalda de Garzelli, y se subió a su chepa a pie de Gardeccia, a escasos siete kilómetros para la meta. Nibali, por su parte, recortó el minuto que perdía en la cima, mientras Antón se dejaba el alma en el intento, y su cuerpo llegó vacío a la subida final.

La tempestad de Nieve se cernió sobre Garzelli en cuando se empinó el asfalto. El sufrimiento del navarro se transmitía en cada pedalada, y a cada metro aumentaban su renta sobre el italiano y la heroicidad de su hazaña. Contador, por su parte, atacó cuando quiso y solo Scarponi vio su dorsal enfocado en su visor.

Nieve venció en el mismo lugar en el que en 1976 lo hizo Andrés Gandarias con el Teka y la majestuosa Torri del Vajolet de testigo. Aquel ramo de flores que recibió el vizcaino con la Torri del Vajolet de testigo, acabó en la tumba del cántabro del Kas Juan Manuel Santisteban, fallecido en la primera etapa de aquella edición.

El de Leitza descansará hoy quinto. "Si acabo entre los diez, muy bien. Si no, no pasa nada. El líder es Igor, que me pasará por encima en la cronoescalada". Ayer fue él quien apisonó a todos bajo su manto de Nieve.