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Macabro se llamaba destino

Contador sufre pero gana el Tour a Schleck y Menchov saca de la foto de París a SamuelEl pinteño se anota la general por 39 segundos, la misma renta que arañó en Luchon tras la avería en el Port de Balés

Macabro se llamaba destinoJavier Lizón/Efe

Fabian Cancellara (SAX) 1h 00" 56"

Tony Martin (HTC)a 17"

Bert Grabsch (HTC) a 1:48""

GENERAL

Alberto Contador (AST)89h 16" 27"

Andy Schleck (SAX)a 39""

Denis Menchov (RAB)a 2:01""

Hoy, 20ª etapa. Longjumeau-París. 102,5 kilómetros. Eurosport (14.15); ETB-1 (14.30); Teledeporte (14.30).

Pauillac. La tragedia y la gloria comparten colchón. Los sueños y las pesadillas. Soñar con ganar el Tour; soñar con perderlo. Quizás por eso, Alberto Contador no durmió bien en la noche calurosa de Burdeos, las sábanas empapadas, la cabeza caprichosa enredando, atormentando, el flashback aterrador, la escena parisina con Laurent Fignon abatido en 1989, tirándose de los pelos por 50 segundos mal gestionados que se esfumaron cuando le quedaban aún ocho por llegar a la última meta del Tour que le cambió la vida al francés. ¡Qué terrible! El desvelo. "No he dormido bien por el estómago", reconoció después Contador. Los nervios, la ansiedad, una mala digestión, quién sabe. Quizás le atormentase el recuerdo de su primer Tour, la crono de Angouleme, aquel dolor de piernas incurable que perduraba aún cuatro horas después, cuando, conquistado el amarillo definitivo ante Cadel Evans, tirado en la cama del hotel le latían las piernas como si siguiese montado en la bicicleta, dando pedales, tragando asfalto, masticando el aire.

En eso podría haber pasado su noche fatal Contador, pensando en que no ganaba cuando todo el mundo daba por hecho que aplastaría a Andy Schleck. "Cuidado con Andy", había alertado el día antes, en el mismo Burdeos, a orillas del Garona caudaloso. Sabía lo que decía.

Cautela para ganar el Tour En 1993 Miguel Indurain ganó su tercer Tour pero, sorpresivamente, Tony Rominger pudo con él en la crono final. Nadie lo supo hasta entonces, pero el navarro corrió las últimas etapas con unas décimas de fiebre que se llevaron en el más riguroso de los secretos por aquello de no dar facilidades al rival. Contador no ha estado enfermo durante el Tour, que se sepa al menos, pero su rendimiento no se ha acercado al del año pasado, al ciclista que pese a ser exigido por Armstrong a una resistencia mental fuera de la comprensión humana volaba cuesta arriba en Verbier y en el llano en la crono de Annecy. Donde hubo fuego, el Alberto pasional, el incontenible, el ciclismo de la vieja escuela, los románticos incendiarios, había mesura. Nadie entendía nada. ¿Qué fue del osado campeón?

"Ahora corro con más cautela, las etapas son secundarias, yo corro para ganar el Tour", justificó el ciclista. Era un tupido velo que trataba de esconder una realidad menos alentadora: Contador nunca llegó a ser Contador. Por culpa de la preparación, la alergia que le ha lastrado durante todo el año, el catarro que le obligó a tomar antibióticos antes del Tour…

Lo que fuese que le humanizaba, salió a relucir ayer, en el kilómetro 18, el primer punto de control de la crono, en el que Andy le sacaba dos segundos. Increíble. Cierto. El pánico. A Contador le llegaban las noticias por el aire. A gritos. El pinganillo se le había estropeado en el kilómetro siete.

Para entonces, ya sabía que la cosa no iba. Las piernas. El dolor. Angouleme 2007. No necesitaba que nadie se lo gritase. Lo hicieron: "Cinco segundos peor". La referencia luchó contra el viento que azotaba el cuerpito del chico de Pinto, perdido entre viñedos rectilíneos, la exquisitez paisajística de Burdeos, y resonó en sus tímpanos. Contador sufría, boqueaba, se escurría en el sillín, se inquietaba.

El Tour, el tercero, el que le empataba con Thys, Bobet y Lemond, volaba. Alberto, dice, es el mismo ciclista de hace tres años, el del primer Tour. "Tengo las mismas ideas pero con más experiencia". El conocimiento serena. No se inquietó y en su lugar, se concentró en el pedaleo, se enfrentó al dolor y mantuvo el ritmo. "Sabía que así aguantaría". Resistió.

En el segundo punto, kilómetro 36, ya era mejor que Andy. Sufría aún. "Más que nunca". Para ganar como siempre. El tercer Tour, su quinta grande consecutiva. Lo festejó con un puño al aire en la meta de Pauillac, la avenida escoltada de chopos junto al Garona. Allí, la muchedumbre, el griterío, su propia liberación, enorme, la satisfacción, el delirio, no le dejó ver más allá, el tiempo que le había hecho ganar el Tour. Pensaría: "Las cifras para las estadísticas". El ideario Anquetil, ganar aunque sea por un segundo, pero ganar. Fueron 39. Macabro destino. 39 son los segundos exactos que sacó el día en el que a Andy Schleck le traicionó la cadena en el Port de Balés. Sin ese día, Alberto no habría ganado el tercero. Empatados a tiempo, las centésimas favorecían al luxemburgués. Alguien se lo recordó en meta y Contador, la voz latiéndole aún, el miedo en el cuerpo, la tensión, todo, le respondió: "Lo único que sé es que he sufrido mucho en la crono para ganar el Tour".

samuel sánchez, sin foto A unos metros de la gloria, el sueño, un jersey amarillo, sobre una silla de plástico marrón, la cabeza recostada contra la valla, la tragedia, la pesadilla, es un tipo vestido de naranja que es la imagen pura de la desolación. No hay quién consuele a Samuel Sánchez, triturado por Denis Menchov -le sacó dos minutos-, que pasa a su lado, le tiende la mano y le mira con cara de disculpa por sacarle de la foto de hoy en París.

Habla Samuel de la pena, del sueño perdido, del trago amarguísimo, de la primera referencia, kilómetro 18, 48 segundos por debajo, que fue un golpe durísimo que le hizo tambalearse. "Una pena, pero lo importante era la foto de París", dice parco el ovetense, quien compungido vuelve al silencio de su silla marrón, al lamento interno, la mano sobre la cabeza, la mirada perdida, como la oportunidad de su vida de volver a hacer historia para Euskaltel-Euskadi.

"Ya es histórico hacer cuarto en el Tour, el mejor puesto de siempre de un corredor de este equipo, pero habiendo estado tanto tiempo pisando el podio… Sabe mal ser cuarto. Se queda uno baldado, como si le hubiese pasado por encima una apisonadora", dice Igor González de Galdeano. Como si le hubiese pasado por encima Denis Menchov.