A las diez de la mañana, aún no ha amanecido en La Mongie. No lo hará en todo el día. Lo impedirán los nubarrones y la niebla. Por el asfalto baja una alfombra de agua. Por encima de los túneles caen cascadas. No es el mejor día para estar en un Tourmalet que recibirá a los ciclistas con diez grados de temperatura. Pero siempre es buen momento para ver el Tour. A disfrutarlo, pues. Aunque mejor a cobijo, que es lo que busca todo el mundo en la estación de esquí. Lo mejor, un bar; pero también vale bajo un balcón.
De pronto, a las doce, deja de llover. Entre el denso océano de nubes grises, o negras más bien, se atisba un palmo azul. ¿Se abrirá el día? De pronto, en cuestión de un minuto, una cortina gris escala veloz por el valle. La niebla cubre la cima del Tourmalet?, y también las casas de La Mongie. Un escalofrío nos cruza el espinazo. Vaya día nos espera. Será que es el Tour.
Se impone templar el cuerpo. Un café. A cualquier cosa le llaman café en Francia. "Un café crème, s"il vous plaît". En la cafetería, suena la voz del ciclismo en la televisión francesa. Su tono es apagado. Como el día. Llevan sólo veinte kilómetros de etapa, y ya habrá tiempo de desgañitarse. "3,50 euros", nos dice el camarero. Sin recuperarnos del susto, nos sobresalta el grito de un aficionado: "Samuel erori da!". Durante unos interminables segundos, el asturiano no se mueve en el suelo. "¡Mierda!, se acabó el Tour", se lamenta un seguidor de naranja. A duras penas, Samu se reincorpora. Poco a poco le van esperando sus cinco compañeros de equipo. Falta Rubén Pérez, que ha cogido la fuga de siete. En el pelotón, Carlos Sastre se mueve, y Contador se lo recrimina. Hay que esperar a Samuel, viene a decir el pinteño. El abulense está en otra guerra: se le escurre el Tour y es su última ocasión de ganar una etapa. Tira para adelante, donde Konovalovas intentará en vano hacer de puente. "No se puede andar esperando cada vez que se cae un ciclista. Nunca ha sido así. ¿Cuántos ciclistas han perdido una etapa, o el Tour, por una caída?", comenta un ex federativo que prefiere el anonimato.
Samuel enlaza, pero sus gestos de dolor inquietan a la afición euskaldun. "Seguro que tiene la clavícula rota. Hoy perderá tiempo", señala el hernaniarra Andoni Otaegi, que abre un debate: "Pues como no suba al podio, si Euskaltel no acaba el año entre los 17 mejores equipos y no sigue en el ProTour, igual no es invitado al Tour en 2011", reflexiona su amigo Peio Goikoetxea. "Pero es que la invitación sería para el equipo en el que esté Samuel, y no tengo nada claro que renueve", aventura Otaegi. "Pues más vale, porque si se va Intxausti?", suspira Goikoetxea.
El velo de niebla vuelve a descorrerse, y la cima se vuelve a ver. Antes de subir a ella, nos detenemos en la sala de prensa en busca de un bocado. No hay suerte, es el único día en el que la organización se ha olvidado de alimentar a los periodistas. Al menos, la gigantesca carpa nos protege del último chaparrón. A juzgar por el estruendo, jarrea con ganas.
En cuanto escampa, nos aprestamos a salvar los más de cuatro kilómetros desde La Mongie hasta la meta, que el pelotón alcanzará por la otra vertiente, desde Luz St. Sauveur. Por suerte, los periodistas acreditados disponemos del teleférico de Navette. Allá vamos. El remonte lo compartimos nuestro fotero, un periodista danés, Brian, y un servidor. Lentamente, pero ganamos altura. "Mira, mira cómo viene por detrás la niebla". "Oskar, no te muevas mucho, que esto se menea un montón". De pronto, nos envuelve el manto gris. Podemos ver el anterior, pero no el siguiente. "Hoy no podrá volar el helicóptero de televisión", indica Brian en inglés.
Tras 27 minutos con los pies colgando, desmontamos del artilugio. No se ve más que niebla. ¿Dónde está la meta? ¿Seguimos en el Tourmalet? No se oye ni la megafonía, pero al ver una carpa deducimos que l"arrivée debe de andar cerca. Andamos un minuto, y aparecen los primeros gendarmes. Son legión en el Tour. Nos dicen que la meta está al otro lado de un pequeño collado. Subimos campo a través. Los altavoces se acercan. Veinte metros más abajo está la meta, y los camiones de la televisión francesa. Comenzamos a descender, cuando se oye algo parecido a un berrido. "Monsieur!" Es para nosotros, claro. Por ahí no se puede bajar. Durante cinco minutos dando vueltas en treinta metros cuadrados, oímos una y otra vez la palabra preferida por la Gendarmería: No, no, no, no, no. El más amable o menos parco en palabras, te suelta un ce n"est pas mon problème (no es mi problema). Uno de los tres periodistas alemanes que nos siguen tampoco se lo explica: "Es estúpido", exclama en un correcto castellano.
Por fin alcanzamos el recinto vallado. La meta no se puede cruzar, hay que caminar por el medio metro entre la valla y el barranco. Sólo falta que nos despeñemos y sin mandar ni fotos ni crónica. ¿Crónica, qué crónica? Si hace hora y media que no sabemos nada de la etapa.
Enseguida dejamos atrás las vallas que guiarán a los corredores hasta la meta. Javi dispara con su cámara a toda ikurriña que ve. No son tantas. "Otros años ha habido más vascos, y más gente", nos comenta Iñigo, un tolosarra que ha visto casi más carreras de juveniles que de profesionales. "Bastantes se han ido esta mañana para casa, viendo el tiempo que hace. Para estar mojado y pasando frío, mejor en casa", añade.
caras conocidas en las cunetas
Ciclistas y sus familiares
Entre los seguidores, caras conocidas. También ciclistas aficionados: el vizcaino Orbe, los guipuzcoanos Aranzeta, Odriozola, Apalategi, Intziarte, Ane Santestaban? Mikel Gaztañaga también andaba por ahí, al igual que la cuadrilla de Begoña Lezaun, hermana y madre de ciclista: de Roberto Lezaun y Alan Pérez.
Entre saludos, fotos y pequeñas conversaciones, pasa el tiempo. A las 16.15 se abre la niebla y se atisba levemente la carretera que serpentea ladera abajo. "A ver si levanta la niebla y podemos ver a los ciclistas desde abajo, si no, sólo les veremos pasar", comentan al lado. Por cierto, ¿y la etapa? Llamada a Donostia: ¿Cómo van? "Acaban de empezar el Tourmalet los seis escapados, porque se ha quedado Boasson Hagen. El pelotón va a cazar a Sastre", responde nuestra interlocutora al otro lado del móvil. ¿Y Samuel? "En el grupo; parece que va bien". Los aficionados apostados a poco más de un kilómetro de la cima agradecen la información. Y la celebran: "¡Vamos, Samu!".
Alrededor, la única fuente de información son un francés sesentón con una radio sobre la que se arremolinan una decena de personas y el talkie que sostiene un joven con el maillot del Quick Step que, sorprendentemente, escupe la narración ¡en flamenco!
Ahora nos llega un mensaje al móvil: "A falta de 10, Contador y Schleck van a coger a Kolobnev. No más escapados. Después Menchov y Purito. Enseguida, Samu y V. Broeck". El eco del sms despierta a un grupo de bilbainos y a la cuadrilla de David de la Fuente, quien coronó primero el Tourmalet en 2006. "¡Qué grande Samu, con la hostia que tiene encima!". Cerca, unos checos incentivan a la hilera de gente para hacer la ola. Consiguen que la sigan unos setenta. Otro sms: "A 3 de meta, Samuel con Menchov, a 1:47 de Schleck-Contador". "¡Hoy gana Alberto!", grita un cántabro.
Ladera abajo, entre la niebla, se intuye a los corredores por los gritos de ánimo que se escuchan. Tras horas de espera, ya sólo restan cinco minutos. Pasan los gendarmes en moto con las sirenas a tope y apuran para que el público dé un paso atrás. "¡Ya vienen"! Andy y Alberto son un visto y no visto entre el pasillo de banderas y gritos. Pasan Purito y Hesjedal. "¡Vamos, Samuuuuuu!". El asturiano va con Menchov, dos hombres para un podio.
Pasan Cunego? Armstrong? Verdugo? Garate con un RadioShack. "¡Era Leipheimer, que iba sexto o así!", se sorprenden al lado. En sólo tres grupetas más pasa todo el pelotón. En apenas media hora. Apostados en el Tourmalet desde el lunes, o desde el sábado, para media hora entre Schleck y Contador y los últimos. "Merece la pena, aunque ha sido una lástima la niebla. Con buen día hubiésemos visto desde aquí cuatro o cinco kilómetros. Pero el Tour es este rato y todas las risas que hemos echado de camping", nos convencen. Pues eso, nos vemos en 2011. Cuando los Pirineos cumplan el primero de sus segundos cien años en el Tour.