1º Andy Schleck (SAX) 5h 03" 29"
2º Alberto Contador (AST)m.t.
3º Joaquim Rodríguez (KAT) a 1:18.
GENERAL
1º Alberto Contador (AST)83h 32" 39"
2º Andy Schleck (SAX)a 8""
3º Samuel Sánchez (EUS)a 3:32""
Hoy, 18ª etapa. Salies de Béarn-Bordeaux. 198 kilómetros.
Tourmalet. "Indurain, Indurain, Indurain…", corea el Tourmalet, el gigante, altitud 2.115 metros, la niebla lo envuelve todo. Mito y misticismo. "Indurain, Indurain, Indurain…". Miguel, altitud 2.116,88 metros, está junto a una valla en la primera curva del descenso hacia La Mongie por el que en 1991 se descolgó hacia su primer Tour. Como si el tiempo no pasara, el cántico eterno, "Indurain, Indurain, Indurain…", a lo que repone el navarro, sonrisa plena, que vaya que si pasa, que a su hijo, Miguel Indurain también, 15 añitos, ya no puede seguirle en bicicleta, el impulso de los jóvenes, la arrancada, y que cómo no va a pasar el tiempo si él aún se acuerda de estar poniéndose periódicos en el pecho para no quedarse tieso en la bajada con aquellos maillots que se cargaban de sudor y se volvían pesados y húmedos. Y, añade, Indurain, charlatán, que las bicicletas también han cambiado, aunque poco, que éstas modernas de ahora, de carbono, pesarán un kilo menos que las de su época, pero que, de todas formas, todo eso, los maillots, las bicicletas, los tiempos, no tienen importancia porque nada ha cambiado en el ciclismo en el último siglo, su esencia. "Hay que dar pedales igual", dice el campeón más sencillo de la historia, que podría haber añadido que el Tourmalet hay que sufrirlo igual.
Sufrirlo como exigía que se sufriera a Jacques Goddet, director del Tour desde 1936 a 1986, cuyo busto sonríe con malicia en la cima del Tourmalet, los ojos clavados en la carretera por la que ayer, danzarines sufrientes, valerosos, espera ver a asomarse a los ciclistas, a los gigantes, no a los "enanos" del Tour del 61 a los que criticó por cobardes, por dejar pasar el Tourmalet sin atacar, mirándose y despreciando las lecciones magistrales del pasado. Aguarda otra cosa Goddet. No le va a gustar lo que ve. Cruzan al sprint Alberto Contador y Andy Schleck, dos ciclistas portentosos, los maillots amarillo y blanco que traspiran y no pesan, las bicicletas de carbono que levitan y las piernas que duelen como siempre han dolido al girar las bielas como siempre se han girado. Hay, sin embargo, formas y formas de hacerlo.
Con elegancia, el gesto delicioso de los virtuosos de la escalada, los dos mejores ciclistas del mundo, los dos mejores escaladores que en la última montaña del Tour, el centenario Tourmalet, escenario de mil batallas, discutían por el lugar preferente en la jerarquía ciclista, por el escalón superior que ocupaba y ocupa el de Pinto por sólo ocho segundo, la minucia insignificante que decidió el Tour de 1989. La discusión privada entre ellos, nadie más contaba, Contador-Andy, el duelo del Tour, el de Morzine-Avoriaz, el de La Madeleine, el de Mende, Ax 3 Domaines y Port de Balés, saldados todos esos embates con la más absoluta de las igualdades, ni un segundo de diferencia salvo los 39 de Balés por el incidente de la cadena, comenzó ayer, el Tourmalet como juez, a 10 kilómetros de meta y todo eso duró.
Allí atacó Andy para distanciar a Contador, para sacarle al menos minuto y medio que le sirviese como esperanza para la crono del sábado en Burdeos. Y respondió, jovial, enérgico, el pedaleo grácil de las mejores tardes, el líder. Nadie más. Purito lo hizo durante unos metros pero cedió finalmente; Menchov quiso hacerlo pero se quedó en el camino; Samuel, quejoso, dolorido por una brutal caída al principio de la etapa en la que se golpeó el pecho con el manillar, ahogado casi, ni lo intentó. Siguió a su ritmo, la más sabia elección.
Contador lo intenta Andy atacó como dicen los campeones que fueron y ahora imparten cátedra que atacan los grandes ciclistas, los que están convencidos de lo que están haciendo y una montaña cubierta por la niebla no es capaz de amedrentarles. Sin girar la cabeza, los ojos clavados en el espesor blanco, la muchedumbre, la marea humana volcada desde la cuneta. No se volvió hasta que pasaron 200 metros. Entonces, el escarnio. Sólo la mancha amarilla a su rueda y a cuerpos difuminados que se tragaba la niebla allí a lo lejos. Y siguió. "He atacado para ganar el Tour", dijo luego.
Quizás fuese la primera intención, quizás albergase Andy alguna esperanza de despojarse de Contador, de quitárselo de encima, recuperar el amarillo y proclamar en la cima del Tourmalet, ante la mirada de Goddet, que es el mejor ciclista del mundo, mejor que el bicampeón del Tour. Quizás lo fuera y quizás, después, los kilómetros pasando sin una señal de debilidad que llevarse a la boca, recapacitase y llegara a la conclusión que lo más práctico era distanciar a Samuel y Menchov, asegurarse el podio y luchar por la etapa.
Un ataque de Contador a 4 kilómetros le resolvió las dudas. "Lo hice para demostrarle a Andy que yo también estaba bien", explicó Alberto, quien no dejó claro si quiso marcharse y no pudo o si verdaderamente era un aviso a su rival, lo que, de todas maneras, da qué pensar. Alguien se lo hace ver luego: "Ya no parece usted tan superior como antes". Y Alberto, el amarillo asegurado, los ocho segundos de la mañana de Pau, pese a ceder la etapa a Andy, un asunto menor cuando uno lucha por ganar el Tour, responde que ha escuchado durante toda la carrera ese comentario y que, verdaderamente, no se lo parece, pero que la situación, el acoso de Andy, el rival más rocoso con el que se ha encontrado jamás, le ha cauterizado.
"Ahora corro más inteligente, aunque también puede ser que me esté haciendo viejo. Las etapas son algo secundario. Ahora corro para ganar el Tour", dice tras pasar veloz ante los ojos húmedos de Goddet, que lagrimea. Los bustos no tienen manos. Por eso llora. Porque no puede reescribir aquel incendiario artículo de 1961 en L"Equipe, el de los enanos y los ciclistas modernos que sólo sabían reñir por pequeñeces y analizaban todo desde el lado restrictivo. Se duele Goddet porque ni el Tour ni el Tourmalet se merecían un final así: una etapa regalada, dos rivales que son amigos y como tales corrieron ayer.