El "campeoni" volvió a llorar
Rodeado de amigos, como Indurain, Lejarreta, Horrillo o Clavero, Igor Astarloa recibió un cálido y emotivo homenaje en su Ermua natal, donde el ex campeón mundial no pudo contener la emoción al recordar a Ormaetxea, Angoitia y Zanni.
"Míralo, no se emociona nunca, y ahí está como un niño". María Baqué, esposa de Igor Astarloa e impulsora de un merecido homenaje en el que Ermua también hizo un hueco a Pedro Horrillo, logró describir, con un nudo en el estómago, el momento en el que el ex campeón mundial rompió a llorar en una imagen que recordó a la irisada fotografía de Hamilton 2003. Ayer mismo, en estas mismas páginas, Astarloa confesaba que confiaba no emocionarse en su adiós como hizo la tarde en que su vida cambió en Canadá. "Aquello fue inesperado", se excusó. Ayer, sin embargo, con infinidad de amigos congregados en la plaza Cardenal Orbe, Igor Astarloa Askasibar volvió a derramar lágrimas de emoción.
Los cimientos del kiosco de la música, en torno al cual se citaron Miguel Indurain, Marino Lejarreta, Iban Mayo, los Gorospe, Roberto Laiseka, Dani Clavero, Pavel Tonkov..., vibraron cuando Astarloa quiso agradecer a las tres personas que más influyeron en su carrera: Antón Ormaetxea, el hombre que lo enroló en un equipo amateur en Italia, Paolo Zanni, su hermano italiano y Sabino Angoitia, quien se destrozó los nudillos golpeando una y mil puertas que nunca se abrieron para Igor.
El guión indicaba que Astarloa debía leer los agradecimientos, pero el ermuarra se desmoronó y fue el speaker Juan Mari Guajardo quien ejerció de maestro de ceremonias, mientras el ya ex corredor se fundía en un abrazo con sus mentores. Entre éstos, Angoitia es un torrente de recuerdos que se amontonan al salir de una boca, como siempre, sin pelos en la lengua. Su presencia ayer era obligada, pero no se confirmó hasta el pasado jueves, cuando Astarloa le telefoneó desde Miami para que no faltara a un acto que organizaba la firma Cafés Baqué, equipo del que el ahora director del Footon-Servetto salió injustamente y con un juicio de por medio. "Las vueltas que da la vida", señala Angoitia.
El origen del "Campeoni"
En moto y haciendo caballito
Ayer, la noria de la nostalgia giró una y otra vez. Embutido en un maillot negro con la banda del arco iris liando su torso, Astarloa, que cruzó la meta de una breve y lluviosa marcha ciclista por delante de Tonkov y Horrillo, sacudió la memoria de Sabino. "Lo conocí cuando él era juvenil en el Ciclos Iturriaga y lo fiché para el Baqué. Enseguida descubrí un chico vivo, dispuesto a aprovechar cada oportunidad. Tenía la mente clara, y quería ser ciclista". Se estaba forjando el campeoni. "El mote se lo pusimos porque a la gimnasia invernal venía en moto haciendo caballito. Además, era ganador".
A Angoitia, todo carácter, pero también todo corazón, le conmueve el pasado. "En su segundo año amateur Igor fue tercero en el Valenciaga tras Osa y Hernández. Siempre ha sido bueno". Una joya, que al término de ese año se la birló el Banesto para su filial. "Me enteré que se iba a Banesto en la carrera de Zegama, en agosto. Al volver, en el coche, le pregunté si no me tenía que decir nada, y por dos veces me dijo que no. Al llegar a casa, le quité la bici y no corrió más".
Al año siguiente, ya en Banesto, Astarloa sufrió una grave caída en el descenso de Jaizkibel, en la Vuelta al Bidasoa. "Para entonces estábamos más distanciados. Me sentó mal que se fuera al Banesto y no fuera capaz de comentármelo". Pero el destino volvería a realizar un nuevo quiebro. Al término de aquella temporada, Astarloa sumaba tres triunfos, pero José Miguel Echávarri no le dio la alternativa. El ermuarra, entonces, recurrió al Baqué como el hijo pródigo: "Sabino, o corro contigo o dejo la bicicleta". El equipo durangarra, entonces, se enfrentó al Banesto. "Un día me vino un abogado de Banesto y me pidió cinco millones de pesetas de indemnización por los derechos de formación. Le dije que de acuerdo, pero que como Igor antes había corrido dos años con nosotros, que ellos nos tendrían que dar diez millones". El letrado no volvió más.
a Italia, de emigrante
"Nadie quiso ficharlo"
Ese año 1998, Astarloa logró siete victorias y disputó el Mundial sub"23 en Valkenburg, en el que "aún le estoy viendo atacar en la última vuelta", recuerda Angoitia, quien para entonces ya "había hablado con todos los directores habidos y por haber. Ninguno le quiso. Ninguno". El resquemor aún vibra en sus cuerdas vocales. Ese "ninguno" incluye a Eusebio Unzue, con quien Angoitia no se hablaba desde 1982 -"cuando no quiso pasarme a mí a profesionales desde el equipo aficionado"-, pero al que suplicó un hueco para Astarloa durante la Subida a Urkiola.
Al regreso del Campeonato del Mundo, Astarloa sólo pensaba en las vacaciones. "Le dije que aguantara una semana más, que íbamos a ir sólo con él a la Subida a Montjuïc, y que la iba a ganar. Me contestó que no era capaz de entrenar más, que estaba saturado, y le dije que no le hacía falta entrenar, que le bastaba con subir el repecho de casa cuatro veces al día". Y, por supuesto, Igor venció en la montaña mágica, pero no hubo una varita que le sacara de la chistera un dorsal profesional. "En el viaje de vuelta hice otra ronda de llamadas". No recibió ningún sí.
Fue entonces cuando medió Antón Ormaetxea, que mantenía una buena relación personal con Bruno Leali, quien dirigía el Garda-Calcestruzzi-Saretina y era gran amigo de Giuseppe Martinelli, que acabaría siendo el director que abrió y cerró la carrera profesional del ciclista vizcaino. "Fue duro -rememora Astarloa-. De un día para otro, me fui a Italia sin saber dónde viviría ni tampoco una palabra de italiano".
"No le quedó más remedio que emigrar. Ni siquiera el equipo de casa le quiso. Me hacía mucho daño que Madariaga no cogiera corredores míos. Me acuerdo de muchos ciclistas que se quedaron en el camino: Alex Gallastegi, Idoiaga, Igor Miner, Iker Zabaleta... A Astarloa no le llamó nunca. A Horrillo, por ejemplo, sí que le hizo en su día una oferta, aunque era bastante menor que lo que estaba cobrando". Las circunstancias y las personas volvieron a rodar ayer tras un nuevo latigazo de la memoria. En el acto, Rubén Gorospe, ahora director del Baqué, resaltó que Igor "tuvo que emigrar a tierras italianas para demostrarle a más de un entendido que él valía para este deporte". Las palabras estremecen a Angoitia. "Cuando Astarloa ganaba carreras como amateur, Rubén dirigía el Olarra y su hermano a Euskaltel-Euskadi, pero no le dieron la más mínima opción". Cosas de la vida, el menor de los Mañaria fue quien cursó la invitación al acto a Angoitia, que sólo aceptó cuando le telefoneó Igor. "A mi edad, yo ya no estoy para sembrar nada. A mí me toca ya recoger", como el ramo que le entregó ayer en Ermua un emocionado, y agradecido, ex campeón mundial.