La dicotomía cuerpo-mente es un tema que ha interesado a pensadores de todas las épocas. ¿Es el cuerpo humano un mero envase de su valiosa esencia, o cuerpo y alma forman una unidad indisoluble? Para saber cuál es la tendencia actual, mencionemos algunas cosas. 

Ahí está La sustancia, una multipremiada película sobre la violencia estética que tiene escenas que se regodean en la belleza de la coprotagonista; o ese ministro que, como quien elige funda de móvil, escoge a su amante en un catálogo de mujeres con aspecto de muñecas eróticas; o ese exitoso programa de televisión donde jóvenes recauchutados se enredan y se desenredan con una teatralidad bochornosa bajo la batuta de un astuto guion. Luego hay otros cuerpos, como los de los palestinos masacrados por Israel, envases pobres, amortajados con sábanas y acumulados en pilas, como desechos a eliminar; rápidamente, no sea que se queden en la retina del espectador y se le atragante su reality preferido.