El pasado 7 de enero tuve la suerte de escuchar a un cardenal que ha visitado Gipuzkoa, a raíz de la erección de la diócesis de Donostia. Un hombre culto y a su vez sencillo, de talante abierto y veraz. Desde el 6 de enero hasta el 8 de enero ha estado con nosotros el cardenal José Tolentino Mendoza, portugués y relativamente joven. Me gustó el formato del encuentro en el Aquarium: salutaciones (alcalde de Donostia, diputada general, presidente del Aquarium y el obispo), cantos (coro Mariaren Bihotza), bertsolari (Aitor Mendiluze), txistulari ( Ansorena), un joven dantzari y un exquisito diálogo con un periodista.
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El espíritu humano progresa gracias a la duda. Si los hombres y mujeres, a lo largo de los siglos, hubieran permanecido pasivos en su credulidad, el mundo no hubiera avanzado, la ciencia estaría enormemente atrasada y la civilización estaría medio muerta. Nos comentó que quedó sorprendido del paisaje y del santuario de Aránzazu, del gusto artístico de Chillida y de Oteiza Pienso que el arte en cualquiera de sus ramas o expresiones debe tener estas tres cualidades: debe representar un ideal que, a su vez, debe sentirse con profundidad y expresarse con belleza.
Los verbos ver, contemplar, admirar, contagiar, amar, esperar y creer siguen siendo columnas claves para esta fiesta del 75º aniversario de la Diócesis de Donostia. Lo que hoy necesita nuestro mundo es una revolución de la dignidad humana, donde la ética prevalezca sobre la técnica, donde la "cultura del ser" vaya por delante de la "cultura del tener", donde el compartir no quede ahogado por el acaparar, donde las personas tengan "dignidad" y no "precio", donde la solidaridad predomine sobre los egoísmos individuales y de grupo, donde la paz estable y firme sea el fruto maduro de la justicia.