Como no pienso ir a la aldea lunar aunque me inviten, me dedicaré a imaginar tiempos a ras de tierra, mas bien a ras del desierto. Lo siento por esas cabezas prodigiosas, pluscuamperfectas que organizan el futuro, como lo hicieron a lo largo de la humanidad, que dieron como resultado lo que hay: un mundo hecho a medida del despropósito, desde el homo sapiens, pasando por Cristóbal Colón hasta las lumbreras americanas, rusas, chinas, indias y europeas de hoy en día. Prefiero comerme un cuenco de cerezas a la sombra que comer pastillas en una nave espacial o en un búnker en la luna alimentado de hidrógeno. Qué le vamos a hacer, los de pueblo somos así. Todavía estamos esperando los mortales de a pie que los estados gasten el 0,7 del PIB en ayuda humanitaria como para pensar en gastar toneladas de dinero en la aldea lunar. Mientras la gente muere de hambrunas, se oye el quejido del viento, los ríos desbocados, tifones, tsunamis, mosquitos tigre y mordiscos de garrapatas, que el cambio climático manda a la humanidad como aviso de que si esto sigue así tendrán que marcharse a otro lado si la vida quiere sobrevivir en este planeta. Entonces podríamos empezar a hablar de aldea global, aldea lunar y de crisis total.
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