Criado en la rancia y machista necedad de que «los hombres no lloran», el soberbio Ortega Smith, tras agredir al concejal de Más Madrid, Eduardo Fernández Rubiño –activista LGTBI y homosexual–, le increpó con un “¡Ahora, llora!”, propio del abusón de patio de colegio que tritura sin piedad a su víctima. Si no hubiese estado en un pleno con luz y taquígrafos, le habría pegado. Y su cobardía fue tal que no se quedó a escuchar los motivos de su reprobación. Detrás de tanto desenfreno de testosterona y la expresión homófoba, machista y supremacista, se oculta en realidad la falta de argumentos de Vox.

Llorar es algo natural y útil para eliminar el exceso hormonal que nuestro cerebro libera en circunstancias insólitas y así aliviar la tensión que nos embarga para recuperar un cierto equilibrio emocional. También se llora de alegría si nuestro cuerpo no es capaz de gestionar dicha carga hormonal.

Hecho este paréntesis, con espanto recuerdo que este matón era el candidato de Vox para ocupar el Ministerio de Interior de haber sumado la derecha los votos suficientes. La amenaza, la agresión, la deshumanización y las mentiras como norma, es el modo de actuar de los fascistas, y el PP les da cobijo en ayuntamientos y autonomías.

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