La izquierda y todos los grupos culturales, marginales o marginados, sindicatos, obreros, etcétera, desde siempre, han utilizado la calle, las calles, a falta de ventanilla o atención adecuadas, para reivindicar sus derechos y necesidades más perentorias. Pero no nos engañemos, el escenario ha sido prestado, permitido, tolerado para dichos usos por una derecha franquista que tiene muy claro que la calle es suya; y en cuanto la necesita la toma, en el sentido más militar del término, banderas al viento, y tú te callas, te quedas en casa y la policía es nuestra, por si acaso. Ya lo dijo Fraga en el setenta y tantos, “la calle es mía”, y luego vino lo de Vitoria-Gasteiz y lo de Montejurra. ¿Estamos en fase parecida? No lo sé, pero los dirigentes de la ultraderecha actual, Aznar, Ayuso, Feijóo y sus monaguillos y Abascal y los suyos superan con creces, por lo menos en arrogancia, expresiones y ademanes militares, al propio Fraga, ¿inconscientes? del daño que puedan generar con consecuencias trágicas y demoledoras. No hace falta una declaración preventiva como la que ha aprobado el CGPJ del Partido Popular contra la amnistía.
Lo que es necesario es que algún García Castellón de la Audiencia Nacional, con sensibilidad supina para delitos “cercanos a terrorismo” (Puigdemont y Rovira ahora mismo en Cataluña, ¡qué casualidad!), pare los pies a esta tropa antes de que tenga que arrepentirse por no haberlo hecho.