Me gustaría ser tu hermano mayor. Haber vivido cerca de ti en una Irlanda católica apostólica y romana, en tiempos de cambio, convulsos, sabiendo que mi hermana pequeña era bipolar, aunque nunca he entendido bien eso de bipolar en la realidad. Como aquello de congénito, cuando no saben cómo solucionarlo. No me da para más. No somos de la misma generación, pero me siento bien contigo. Te destrozaron por dentro y por fuera y eras consciente de ello y eso te da el mérito de vivir y de haber decidido todo lo que decidiste en tu vida. Te plantabas ante el Sursum Corda en tu país, Irlanda, donde había y hay, como en Iruñea, más iglesias que bares.
Guapa con pelo y más que guapa rapada, llevabas en tus entrañas y en la piel el espíritu del arte y la belleza. Hay personas a las que la vida no sabe ni es capaz de hacer justicia porque están por encima de ella, que parecen no ser de este mundo y tú eres una de ellas. Me has acompañado en momentos importantes de mi vida. Sinéad, te queremos. Que lo sepas, así en la tierra como en tu cielo.
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