Mi amigo Nico me envía una circular de su proveedora de gas redactada con una prosa que supone una obra de arte literaria de sus servicios de marketing. Los nuevos precios del gas para 2022. El tono de la misiva es entre afectuoso y casi de amigos, pues tutea al cliente. Le adelantan que van a esforzarse para que no provoque ningún efecto en su economía. La parte explicativa es un prodigio de retórica de marketing para crear una relación de confianza entre cliente y proveedor. Le informan que el gasto promedio de su perfil de cliente en el año 2021 ha sido de 330,36 euros, enfatizando que el alza es poco significativa respecto a sus ingresos totales, lógicamente sin conocerlos, pero los ha estimado la gasera, que es un monopolio y conoce que Nico es ingeniero. Se centra en la casuística actual de los combustibles, como tratando de prepararle para comunicarle el nuevo precio que parece que tratan de hacer creer al usuario que es irrisorio, pues en 2021 ha sido 0,038600 euros por kw/h. Para 2022 serán 0,09392439. Es decir, algo que no llega ni a un céntimo, lo que supondrá, ceteris paribus, 693,03 euros kw/h en el año 2022. Sigue, pues, siendo algo insignificante en su economía. Esa reflexión lleva implícito que se permiten hacer un juicio sin fundamento, pues desconocen realmente cuáles son las circunstancias económicas de Nico y es conocido que los economistas realizan comparaciones engañosas manejando términos absolutos o relativos según convenga. La realidad es que el incremento supone solo un 277% sin retórica que ofenden a los usuarios a los que trata con paternalismo insultante.