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Ordizia y San Juan, unidos por la cultura del esfuerzo

Tan diferentes y, sin embargo, tan iguales. Los goierritarras, enclavados en las faldas del Txindoki, dinámicos y emprendedores. Ahí están sus logros como la clásica ciclista, la más antigua de España, el certamen internacional de natación de Navidad, sin olvidar su tradicional feria semanal, un auténtico referente de productos agrícolas en toda Gipuzkoa que, precisamente este año, ha cumplido 500 años de existencia, y un equipo de rugby, el Ampo Ordizia, que está causando sensación en estos últimos años, campeones de Copa y subcampeones de Liga la pasada temporada.

Los sanjuandarras, bordeando la bahía pasaitarra, son la historia viva del banco fijo. En San Juan dicho deporte se mama como una auténtica religión. Es una tierra de excelsos patrones, como la dinastía Lujanbio, pasando por el hombre, Paco Prieto, que elevó el remo a su más sublime expresión durante varias décadas, junto a remeros de nivel mundial en el banco móvil como Lasurtegi y Oiarzabal, además de toda esa pléyade de bogadores en la trainera que durante años hicieron posible que San Juan fuera la mejor tripulación del Cantábrico. En esta última temporada, superando mil una dificultades y bajo la dirección de Joseba Fernández, entrenador y remero, han sido sextos en la Liga San Miguel y quintos en La Concha.

Por último, no puedo pasar por alto aquel histórico Donibane de balonmano de los Patxo Filgueiras, Arrizabalaga, Urtizberea, Figuerea, Legorburu, Saeta, Pako Ruiz, Azcárate, Trecet, Taberna, Loren Garmendia, q.e.p.d. (perdón por los que he omitido) que llegó a disputar la fase de ascenso a lo que hoy se llama Liga Asobal con un equipo absolutamente amateur.

Ambos municipios están unidos por lo que ahora se llama cultura del esfuerzo, como lucen en sus camisetas los jugadores del Valencia de la Liga Endesa de baloncesto, y que yo defino como cabezonería, en el mejor sentido de la expresión, amor propio y ambición sin límites.