Puedo llegar a entender, hasta cierto punto, que los establecimientos privados tengan el derecho de admisión para su local, pero lo que no se puede concebir es que este derecho se base en criterios de color de piel. No se puede permitir que en una ciudad que se declara tolerante y hace gala de civismo por sus cuatro esquinas, existan locales de hostelería que impidan el acceso de determinadas personas simplemente por ser negras. A eso se le llama racismo y se viene practicando abiertamente en la ciudad de Irun, sin que nadie haga nada por evitarlo. Ocurrió el pasado sábado en la discoteca Saroia, cuando al único de nuestra cuadrilla que no dejaron entrar fue a aquel que tenía diferente color de piel. Y mientras el resto pudimos entrar de manera gratuita, a él se le exigió abonar una cantidad de 40 euros para poder acceder al interior. Hago un llamamiento a las autoridades públicas para que intermedien y eviten que hechos como estos pongan en evidencia los gestos racistas que puedan estar generándose en la ciudad de manera impune.
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