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Ahora solo falta que desaparezca Franco

El júbilo por la desaparición de facto de ETA no nos debe cegar. Esta organización terrorista, al igual que la corona y un largo etcétera de personalidades de la vida política, militar, cultural y social, es la herencia que nos legó el dictador Francisco Franco. Cada persona de este país puede y debe pedir lo que le venga en gana. Yo, por mi parte, estoy dispuesto a perdonar, incluso pasar a un segundo plano de mi memoria "ciertos hechos" ocurridos en este país desde 1936. Puedo, aunque me cueste, incluso llegar a entender que algunas personas se obstinen en lavar su conciencia, tal y como lavaron, ellos mismos o sus familias, el dinero impregnado con sangre inocente que les entregó a raudales el dictador.

No voy a pedir nada económico. No voy a pedir que me pidan disculpas. No voy a pedir que nadie se considere culpable de nada. Solo voy a pedir, con el mayor de los respetos que me merece toda aquella persona que se sienta víctima de la barbarie terrorista de ETA, que afronten su futuro, el de sus familias y el de su país, tal y como yo estoy dispuesto a hacerlo, con optimismo y ánimo de colaboración en aras a alcanzar la prosperidad necesaria para entregar a nuestros hijos un mundo mejor.

En cualquier caso, soy de buen conformar. Me conformo con que las personas, cualquier tipo de personas, dejen de matar. Todo ello, pese a sentirme víctima del franquismo.