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El pueblo sin gobierno

Nos recortan los derechos, echan a las familias de las casas, del trabajo, reducen nuestro sistema sanitario, los servicios públicos se estropean y las gentes humildes sufren molestias, filas, penurias sin límite mientras unos pocos continúan, pese a todo, enriqueciéndose. Sin embargo, un país tan pequeño como Islandia, donde el pueblo se negó a pagar las facturas de sus banqueros, juzga a su anterior presidente. Se puede. Nuestros gobernantes han llegado a grandes privilegios y honores, pero también han de ser responsables. Bélgica, con cerca de un año sin gobierno, ha seguido funcionando sin problemas, luego es en buena parte prescindible. Por eso se propone eliminar el Senado, que no lo tienen países tan evolucionados como Suecia, Dinamarca o Noruega. Otros, como Alemania, tienen la mitad de senadores que el nuestro. Eliminen la pensión vitalicia que tantos políticos se han otorgado a sí mismos, duplicando el máximo de la de cualquier otro ciudadano, con solo siete años de ejercicio mientras los demás necesitan para ello treinta y cinco años. Tenemos más embajadores y cónsules, también más coches oficiales, que ingleses y alemanes; ellos son muchos más y más ricos. Basta de pagar inútiles sindicatos y endogámicos partidos políticos. Entonces no haría falta reducir los sueldos de los funcionarios, los de los abuelitos, disminuir la educación, la investigación o la sanidad. Por eso miles de ciudadanos indignados reclaman nuestros derechos y libertades, usurpados por los banqueros y los grandes partidos, sus rameras. Tal vez sea prescindible también nuestro gobierno.

Ilia Galán