Cuando la vida nos ofrece un auténtico regalo, viene el tiempo de humildad y profundo agradecimiento, casi con dificultad para encontrar palabras. Más cuando el regalo llega en los momentos importantes de la vida. Recientemente ha fallecido nuestra amama en la residencia de ancianos San José de la Montaña. Damos gracias a Dios, a las madres y a todo el personal sanitario por el cuidado y el amor que tanto ella como la familia hemos recibido. Sin duda es un trabajo silencioso, carente de espectáculo y poco reconocido. Solo en los momentos difíciles que a todos nos llegan y de forma casi íntima le otorgamos reconocimiento. Quizás deba ser así, pues la luz y el amor vive en lo privado, y el ruido lo espanta. Y así, también en voz bajita, recordamos las caricias y los besos que en San José se comparten, los bailes, las canciones y las risas. Y el respeto en el acompañamiento a la familia cuando los días, y fueron muchos, parecía que hablaban de un final.

Gracias de todo corazón por la vida y la muerte que ofrecísteis a amama, por el cuidado amoroso que nos habéis regalado más allá de la fe, más acá de la esperanza. Pues confianza y esperanza en el ser humano también ha crecido en nuestros corazones. Hasta siempre.