El pasado día 11 de junio hemos leído con estupor, vergüenza ajena y rabia contenida cómo el Pleno de la Cámara Vasca ha rechazado el que este Gobierno, apoyándose derecha e izquierda en su rocoso acuerdo usurpador, haya negado el pan y la sal al pueblo de Gernika, refutando pedir una disculpa por tal acto al Gobierno central por el bombardeo ocurrido en dicha localidad el 26 de abril de 1937.
El Ejecutivo español es ante todos los ojos, quiera o no, el representante en cada momento de los actos gusten o no gusten acaecidos en cualquier momento de la vida de un pueblo.
Pablo Picasso pintó su famoso cuadro Guernica para mostrar al mundo los horrores de la guerra y como cartel de España de la Exposición Universal de París de 1938. Se cuenta que en 1940 cuando París fue ocupada por los nazis, un oficial alemán le preguntó a Picasso si era él el que había hecho eso. El pintor respondió: "No, han sido ustedes".
En recuerdo de aquel aciago día, los voluntarios vascos que participaron en la Brigada Carnot de las Fuerzas Francesas del Interior en la Segunda Guerra Mundial tomaron el nombre de Batallón Gernika.
Han transcurrido 73 años desde aquella fatídica madrugada y ningún jefe de Estado español ni del Reino de España ha hecho la menor insinuación de atrición sobre tal atrocidad.
Pero lo que llama poderosamente la atención de esta noticia en sí es la cara de desfachatez de los parlamentarios de ambas formaciones políticas tras la negativa en la votación.