Pasan los años y cada vez somos más el número de lesbianas, transexuales y gays que damos la cara, que nos hacemos visibles en nuestros pueblos.

Somos cada día más notorios por las calles. Cada vez más jóvenes mostramos nuestros afectos en más espacios, sin conformarnos a guettos, para no tener problemas o sufrir agresiones.

A nadie que tenga dos dedos de frente le será difícil comprender que el respeto conseguido, los derechos logrados no nos han llovido de las nubes, sino que están llegando porque nos lo hemos currado y no sin dificultades.

Vivir nuestros afectos sin ocultarnos, a la luz, sin tener que fingir, mostrarnos abiertamente tal y como somos es una alegría enorme. A estas realidades logradas las definimos como calidad de vida, añadiendo la convicción de que está al alcance de todas las personas lesbianas, gays y transexuales que aún hoy no tienen la seguridad suficiente en si mismas, y que afecta a millares de personas.

Pasamos casi un tercio de nuestra vida en el centro de trabajo, donde la visibilidad lograda es claramente insuficiente, se convive con mayores dificultades, resulta más problemático. Y es que la salvaguarda del puesto de trabajo está presente, más aún en estos tiempos que corren.

Con la experiencia que nos da el activismo político-sexual social, podemos afirmar que los centros de trabajo son espacios a conquistar para la liberación sexual. No es igual vivir en espacios libres de homo-lesbo transfobia abiertamente que estar disimulando, callando... en silencio.

Acabar con la invisibilidad es un gran reto, acabar con las causas que las motivan, un acicate, una reflexión que debe comprometer a todos los sindicalistas sin distinción, para hacer desde el sindicalismo, una defensa de todos los trabajadores.