La inteligencia artificial (IA) ha llegado para quedarse, es algo de lo que todos somos conscientes. Aunque presente en casi todos los campos de acción de las personas, todavía nos encontramos en la fase de experimentación, de ver hasta dónde puede llegar, qué puede hacer y cuáles son sus límites.

Aunque algo deslumbrados por su potencial, puede que creamos que su desarrollo es ilimitado, pero algo entre la intuición y la razón nos da el pálpito de que no es así.

Un inversor analiza unas gráficas en su tablet. Freepik

Le da 100 dólares a ChatGPT

El potencial de la IA es grande, pero ¿hasta dónde llega en según qué campos? Aunque las IA sean iguales para todos, dejando de lado el aspecto económico que supone acceder a las diferentes versiones de pago o gratuitas, de entrada hay que saber cómo dirigirse a ellas y cómo darles las instrucciones necesarias para lograr nuestros objetivos y saber hasta dónde llegan ellas solas y hasta dónde seguir sus conclusiones.

Ante esos cientos de anuncios que salpican las redes sociales en las que se alaba la utilidad de las IA para hacer mucho dinero con el mínimo esfuerzo, un usuario, Jackson Greathouse Fall, inició un experimento en el año 2023 para averiguar qué había de cierto. Se internó en el campo de las finanzas y la empresa.

Decidió poner a prueba la capacidad de ChatGPT entregándole 100 dólares virtuales y la clara instrucción de “ganar la mayor cantidad de dinero posible en el menor tiempo posible”. Las dos únicas condiciones que le impuso a la IA fueron “no hacer nada ilegal” y no necesitar hacer trabajo físico.

La primera instrucción que ChatGPT ofreció fue la de invertir 10 doláres de los 100 en el dominio de una página web, destinar 5 dólares más para el alojamiento de la página web e invertir el resto de los 85 dólares en diseño y contenidos. A partir de aquí, con la IA al mando, se creó un portal de productos sostenibles bajo un modelo de afiliados que se bautizó como Green Gadget Guru.

La empresa y el negocio

El propio Jackson se encargó de registrar el dominio y hacer la página. La web Green Gadget Guru tenía como objetivo la promoción de artículos sostenibles y ecológicos, como pajitas metálicas reutilizables.

Las redes sociales jugaron un papel fundamental. Jackson publicó todo el proceso a bombo y platillo en Twitter (todavía no había empezado la era Elon Musk y X) despertando rápidamente el interés de mucha gente. No era para menos al tratarse de un experimento curioso: un emprendedor dejándose llevar por las iniciativas de la IA y con un ambicioso plan de expansión en la cabeza.

Esto hizo que el proyecto empezara a carburar. Usuarios en redes comenzaron a donar dinero a la iniciativa, en muchos casos quizá más por curiosidad que con intención de volverse ricos. Al final se logró aumentar el capital inicial de 100 dólares a más de 7.700 dólares. Y también miles de usuarios y visitantes. Al final del experimento y a pesar de no ofrecer productos de manera real, todo el revuelo a su alrededor hizo que Green Gadget Guru alcanzara una valoración de unos 25.000 dólares.

Un fracaso con algunas enseñanzas

A pesar del entusiasmo de ChatGPT, Green Gadget Guru no tardó en mostrarse como lo que realmente era: pura fachada. La misma imagen de una camiseta verde se repetía por todas partes, los textos eran genéricos, sin personalidad y no significaban gran cosa, los enlaces empezaron a no funcionar y el interés de la gente a perderse.

El éxito pronto se desinfló. Al carecer de un respaldo real en cuanto a productos y estructura empresarial, pronto surgieron dudas y el proyecto terminó colapsando. En cuestión de meses, el portal cerró definitivamente.

Aunque lo que esta experiencia ha demostrado es que la IA tiene la capacidad de levantar negocios desde cero y de convertir una idea inicial en un proyecto con impacto real. Gracias a su habilidad para analizar datos, automatizar procesos y aprender de manera constante, la inteligencia artificial se perfila como un aliado estratégico para emprendedores y empresas que buscan competir en un mercado cada vez más exigente. Pero debe haber detrás un factor real, un factor humano que ofrezca un producto real que sostenga el proyecto empresarial, la base que no puede faltar para dar solidez al negocio que permita ganar dinero real.