¿Quién no ha sentido alguna vez que se le eriza la piel cuando tiene frío o mientras ve una película, lee un libro o escucha un relato emocionante? Ante las bajas temperaturas o las emociones intensas nuestro cuerpo puede experimentar una reacción involuntaria que conocemos como ponerse la piel de gallina y que aparentemente no tiene una explicación lógica. 

Debe su nombre al hecho de que presenta un aspecto similar al de la piel de las aves tras ser desplumadas. Su nombre científico es horripilación cutánea o piloerección generalizada, aunque también se le conoce popularmente como ponerse los pelos de punta.

En realidad se trata de una cuestión fisiológica que activa la contracción de los músculos erectores del vello y provoca que el aspecto de la piel cambie debido a que los poros se expanden y el pelo se eriza.

El responsable de que esto ocurra es el sistema nervioso simpático, encargado de regular esa contracción de los músculos y la secreción de varias glándulas. Su función es poner al cuerpo en alerta frente a una situación que implica miedo o peligro y que le puede obligar a huir. 

Un hombre con expresión de miedo en el rostro. Freepik

Doble función

La piel de gallina o carne de gallina se produce en los humanos y en otros mamíferos y tiene una doble función. La primera de ellas es protegernos del frío, ya que al contraerse los músculos erectores del pelo se crea una capa de aire alrededor del cuerpo que ayuda a mantener la temperatura corporal.

La segunda función es responder a las emociones intensas que sentimos. Ante una amenaza real, el cuerpo se pone ‘alerta’ y el hecho de que se erice el pelo sería una forma de intimidar al oponente, o por lo menos así lo era en tiempos de nuestros antepasados.  

Sin embargo, en la actualidad, en el caso de los humanos no parece que la piel de gallina resulte un método de defensa efectivo; de hecho, más bien podría servir para alertar al contrario de que tenemos miedo. En cuanto a la protección frente al frío, tampoco tenemos suficiente pelo en el cuerpo para que pueda protegernos.

Según explicó George A.Bubenik, fisiólogo y profesor de zoología, a la revista Scientific American, la piel de gallina es una respuesta heredada de nuestros ancestros. Otras especies también experimentan algo similar y su finalidad es protegernos del frío exterior. De hecho, nuestros antepasados tenían el cuerpo lleno de pelo y esta respuesta les servía para protegerles.

Una mujer con camiseta de manga corta y con cara de frío. Freepik

El papel de la adrenalina

La piel de gallina se produce por la liberación de adrenalina que se segrega en situaciones de frío y de estrés. Esta hormona produce una serie de reacciones en nuestro cuerpo y lo pone en alerta para que pueda luchar o huir si está en peligro: acelera nuestro ritmo cardíaco, aumenta la presión sanguínea y puede también causarnos temblores y sudor en las manos.

También es la responsable de que, de repente, nuestra fuerza aumente o nuestra capacidad mental de respuesta sea más ágil. De ahí, que también nos salga cuando escuchamos música, leemos un libro, vemos una película, nos emocionamos o tenemos miedo.

Los antebrazos, las piernas, el cuello, la cabeza, la nuca o el rostro son los lugares donde es más fácil que se nos pongan 'los pelos de punta', mientras que nunca nos ocurrirá en los genitales, las manos o los pies.

Ahora ya lo sabes, la piel de gallina es una reacción normal del organismo ante ciertos estímulos, aunque se trataría de un vestigio ancestral que actualmente carecería de una verdadera utilidad en los humanos.