Lea la primera parte

Zagreb, 22 de abril de 1995. “Poco antes de salir hacia el pabellón, iba andando por el hotel con la bolsa de deportes encima, y pensé: Este acojono debe ser parecido al de los toreros cuando salen a la plaza”. La duda, también en el entrenador de Elgorriaga Bidasoa, Juantxo Villarreal, aparecía por momentos. Incluso con la renta de diez goles de la ida y en esa Croacia aún en guerra a la que el presidente bidasoarra, Beñardo García, llegó con “un problemón” sin resolver.

El ambiente de la expedición, que aterrizó en el aeropuerto de Zagreb al tiempo que despegaban los cazas de las Naciones Unidas, fue muy cordial, aunque todos los detalles de alrededor eran de guerra. El grupo llegó al hotel y varios guardaespaldas esperaban a Nenad Perunicic, el jugador montenegrino de aquel Elgorriaga.

También había buen rollo entre el cuerpo técnico y los periodistas, a quienes Villarreal solía reunir para explicar las claves del rival europeo de turno. Compara sus comparecencias con las de otros colegas europeos y reconoce que las suyas eran “como de broma. Nuestro poder de convocatoria era el que era: Iñaki de Mujika, Gabi Ramos y cuatro más. Les tomaba el pelo: Atentos, que en cualquier momento os convoco una rueda de prensa. Como si fueran a venir 50 periodistas... De hecho, hicimos la rueda de prensa y ¡ETB todos los cables como si hubiese más gente!”.

¿Cómo fueron los minutos previos a poner rumbo a ese Dom Sportova a reventar con 10.000 almas? El entonces jugador Aitor Etxaburu reconoce que no eran conscientes de la atención generada, sobre todo en Gipuzkoa y Euskadi, donde se instaló una pantalla gigante en un Artaleku a rebosar: “Las expectativas que te creas las puedes llevar mejor o peor, pero querer cumplir las expectativas de otros te puede hacer entrar en barrena”.

Q

Que el conjunto amarillo obtuviera una renta de diez goles en quince minutos de la ida hacía estar alerta: “¿Por qué fuimos nosotros capaces de esa renta en un partido tan igualado? Podía pasar al revés”.

Aitor Etxaburu y Tomas Svensson celebrando el triunfo de Elgorriaga Bidasoa en la ida de la final de la Copa de Europa ante Badel Zagreb Efe

Junto a este temor vuelve Augsburgo. Otra vez, la debacle de Alemania y el papel arbitral de Jug y Jeglic en una final que había volado encarrilada de Irun a la RFA. Etxaburu recuerda: “Se hizo un trabajo psicológico muy importante. Igual hay cosas que no se pueden contar...”. García le invita a que no lo haga, pero Villarreal, entre risas, se suma al diálogo:

—Si lo cuentas, me darás luz porque ya casi no me acuerdo...

—Sabes más de lo que demuestras. Este es un buen jugador de póker... El árbitro te puede fastidiar, pero nunca para perder de diez. Te podrá fastidiar en una o tres, pero dependerá de tu fortaleza para que eso no te saque del partido. Entonces nos pusieron un vídeo en el que se demostraba que un árbitro te puede perjudicar pero hasta qué punto depende de cada uno.

El vídeo de Juantxo

Era el vídeo de Milbertshofen. El que tras cuatro años sin querer verlo, Villarreal vio: “Los árbitros estuvieron peor de lo que yo pensaba, pero nosotros estábamos igual de mal de lo que pensaba. Tenía grabado a fuego que habíamos jugado mal en un momento que no podíamos jugar mal”.

Etxaburu apuntala este discurso: “Nos hicieron un trabajo psicológico muy importante. Hay una impresión de que te roban el partido de Augsburgo, pero luego está hasta qué punto te roban y hasta qué punto te has dejado que te lo roben”.

El entonces máximo dirigente del club irunés cierra el episodio alemán: “Perdimos porque ya antes del partido hicimos cosas mal. Un jugador tenía orden del médico de no darse ningún masaje y se pasó la orden por el forro. No jugó ni hostias. Y los árbitros, desde el minuto cero nos tocaron los cojones. Tarjeta a la mínima a (Salva) Pombar, roja a Xabier Mikel (Errekondo), otro de ello marcó tras dar seis pasos... Nos fueron preparando y caímos”.

En 1995, todo estaba listo para no caer en el mismo error. También Perunicic, el gran artillero de aquel Bidasoa. El montenegrino debía liderar a los suyos en un Zagreb en plena guerra de los Balcanes y entre gritos de “¡muerte al serbio!”.

“El mérito de encontrar el equilibrio en Peru fue de Ivan”, describe Villarreal, en referencia a su segundo entrenador, Ivan Sopalovic: “Hablé con él, sabía que lo iba a hacer bien y delegué en él. Las palabras que yo le podía decir no iban a tener la trascendencia que un serbio le podía decir a un montenegrino”.

Etxaburu recuerda que “a Peru se le preparó. Si ya tenía una complicadísima tarea que sabía hacer, como era la de jugar bien, como para estar descentrado... Es fácil decirlo, pero no hacerlo. Si los insultos en una situación normal te pueden desequilibrar, en aquel contexto de guerra, más”. De los 26 goles que marcó el conjunto guipuzcoano, Perunicic firmó nueve.

El partido más histórico del Bidasoa en sus 33 años de historia tuvo, a toro pasado, poca historia. A los de Villarreal les bastó superar su propio pasado para mantener al Badel Zagreb dentro de una renta asumible. Al descanso, 15-12. La mayor renta croata llegó a los cuatro goles (minuto 20, 11-7).

La ficha técnica de la vuelta

27 - Badel Zagreb: Matosevic; Jelcic (4), Goluza (4), Jovic (4), Saric (3), Cavar (3, 1p), Smajlagic (6); Tomljanovic, Bilic (2), Obrvan, Frankovic (1), y Losert.

26 - Elgorriaga Bidasoa: Svensson; Perunicic (9, 2p), Ordóñez (2), Kisselev (4), Bolea (5), Rubiño (1), Etxaburu (4); Angel Fernández, De la Haza (1), Fernando, Rodríguez y Barreto.

Parciales 1-3, 6-5, 9-7, 10-7, 11-10, 15-12;, 17-15, 19-17, 23-19, 23-20, 25-22, 27-26.

Árbitros Eldrnd y Louquist (Dinamarca). Expulsaron a Jelcic con tarjeta roja directa. Excluyeron dos minutos a Goluza y Smajlagic, por el Badel Zagreb; y a Ordóñez, Etxaburu y Kisselev (2), del Elgorriaga Bidasoa

Incidencias Unos 10.000 espectadores en Dom Sportova. Una batalla campal al término del encuentro provocado por el lanzamiento de sillas provocó el retraso de la ceremonia de le entrega de la copa, con la única presencia de la Peña Bidasoa en una grada vacía.


Los últimos minutos del partido fueron un trámite. En el palco, el presidente amarillo rumiaba el “problemón” al que llevaba días dándole vueltas. También en el vuelo a Zagreb: “Se me acercó Javier Zuriarrain, que me veía triste. Yo no sé si quería estuviéramos todo el día saltando o qué, pero le dije que a ver de dónde pagábamos las primas. ¡En caliente, Beñardo, en caliente!, me dijo. Yo no entendía nada. Vamos a ver si ganamos y si ganamos, ¡en caliente!”.

García montó en el avión con la mente en la prima por ganar la Liga: “Si ganábamos la Copa de Europa, otra. Las dos se iban a más de 30 millones de pelas...”. Y hubo una tercera. Si Elgorriaga lograba el triunfo en Zagreb, habría “unas 20.000 pelas por cabeza”. Este problema, con la final resuelta, era ya para un Villarreal que quería aprovechar los minutos finales para que todos —salvo Nacho Pujol, en Irun lesionado— saltaran a la cancha.

“Fui adonde Ricardo (Fernández, directivo y delegado en el banquillo) para acordar por escrito que posiblemente perderíamos la final, pero que jugarían todos los chavales. Y pim-pam, cambiamos a los jugadores”, recuerda Villarreal unos instantes finales en los que García, desde el palco, disfrutó: “Ahí estaba lo de la prima, pero claro que disfrutas. Lo que pasa es que en diez segundos se montó tal guerra con las sillas que...”.

Nada más terminar el encuentro, un hincha arrojó una silla que un miembro de la seguridad privada del club croata, los tigers, devolvió. Y se armó el lío. Los jugadores amarillos —ayudados por los locales— corrieron a los vestuarios, donde la fiesta fue máxima. Sin contemplaciones. “Nos querían entregar la Copa en la cena oficial de la EHF”, recuerda García. El Bidasoa se negó.

Villarreal explica por qué: “Había ido gente de aquí en autobús a Zagreb y luego nosotros volveríamos en avión, nos harían el recibimiento en Irun y ellos seguirían en el bus de vuelta. Si no teníamos esa sensibilidad...”.

Pabellón vacío

Con esa entrega de la Copa en un Dom Sportova que poco tenía que ver con el festival de luz, sonido y gogós que se utilizó para la presentación de los jugadores, el Bidasoa acababa de llegar a la cumbre europea. Y no fue fácil. Los irundarras acababan de hacerse con un cetro al que aspiraban el propio equipo croata, el Kiel alemán y el Vitrolles galo.

Estos dos últimos fueron dos de los tres rivales —junto al Dukla Praga— del Bidasoa en la liguilla previa a la final. “Aquellos años jugamos contra equipos alemanes dos o tres veces”, recuerda Villarreal: “Eran de otra manera: prepotentes porque están en un estatus superior. En el fondo, eso es falta de profesionalidad”.

En Francia fue similar, describe el presidente para sorpresa de Etxaburu, que desconocía la historia: “Llegamos a Marsella, vino el chófer con el autobús, nos cogió y nos dejó en el hotel. No había nadie para preguntarle por la hora de entrenamiento ni nada. Lo supimos cuando el chófer nos dijo a qué hora vendría al hotel. Dedujimos que para entrenar”.

El Bidasoa derrotó por la mínima al Vitrolles de la poderosa familia Tapie tanto allí como en Artaleku “en dos partidos durísimos”. El día del choque en la Costa Azul, “no nos dijeron ni dónde ponernos. Vino una chica y nos dijo que nos sentaríamos en unas sillas de madera plegables y que después del partido, habría un vino francés y que estábamos invitados”. García le trasladó a la empleada del club galo que no acudirían:

—Ya tenemos la cena encargada en el hotel y no vamos a ir.

—Uy, pues al señor Tapie le gustaría...

—Dígale que yo no esperaba que viniese él porque estará muy ocupado con sus cosas, pero que alguien del club tenía que haber venido al aeropuerto o al hotel antes del entrenamiento.

También el Badel Zagreb, recuerda García, era “un club prepotente”. En la ida, le correspondía al Bidasoa solventar sus necesidades logísticas, como la del hotel: “Les cogimos prácticamente uno entero para ellos y nos llamaron con cierto desprecio y que no, que a aquel no irían”.

Los croatas rechazaron presentarse en la cena oficial de la víspera con los delegados federativos y cargo institucionales. También hubo que acordar las entradas del choque: “Les propusimos intercambiar las 150 que necesitaban por las de la vuelta. Pues que no, que pagarían las suyas y al revés”.

Beñardo García, en un momento de la conversación con Juantxo Villarreal y Aitor Etxaburu Iker Azurmendi

Ni estas pegas de la ida ni la batalla campal del Dom Sportova impidieron que el Bidasoa se hiciera con la Copa de Europa. Entregada en la cancha, empezó el carrusel de las emociones. García recuerda el regreso de la cena oficial al hotel: “Llegamos y estaban todos: la Peña Bidasoa, los directivos, las mujeres... Me emociona”.

Hubo quien pudo descansar. No el máximo representante institucional, que se vio en el “casino de juguete” del hotel, donde se concentró parte de las autoridades que tenía que atender: “Quería dormir al menos una hora antes de ir al aeropuerto”.

Todavía quedaban las primas. Ya en el avión de vuelta, el entonces directivo y años después diputado de Infraestructuras Viarias, Javier Zuriarrain, asaltó a García: “¡En caliente, ahora!”. Mientras Villarreal canturreaba con el comentarista de ETB José Ignacio Altube y arreglaba el bertso que soltaría desde la balconada municipal horas después, el presidente hizo caso a la idea de Zuriarrain: “Cógeles a todos y que pongan pasta”. No fue tan fácil y aquella serie de reuniones bilaterales con representantes institucionales a miles de pies de altura tardarían meses en ver sus frutos.

Lo que se resolvió antes fue el caso Svensson. El guardameta acababa contrato y su adiós definitivo se sumó al carrusel de emociones. El presidente quería mantenerlo, pero no le hizo ninguna oferta. El guardameta sueco le preguntó dos veces si no la iba a hacer. La primera, en la recta final de la temporada. La otra, en Getaria, en la escala previa al recibimiento. El propio García recrea la última:

—Bueno, ¿qué? ¿Definitivamente, no?

—El año que viene solamente hay dos extranjeros en la pista y tenemos fichados a Peru y Kisi (Oleg Kisselev). Solamente podríais jugar los tres en Europa. No es que no te quiera tener, ¡claro que te quiero tener!, pero para jugar. Y si tú juegas, hay que sentar a alguien.

La Copa, en Gipuzkoa

La expedición amarilla comprobó en Urola-Kosta la trascendencia de lo conseguido la víspera en Zagreb. También, rememora Villarreal, en el aterrizaje en Sondika: “En Bilbao notas que la gente te animaba, te felicitaba... ¿Hasta aquí hemos llegado?, piensas. Se produjo ese hacer suyo nuestro éxito”. El recibimiento de Irun fue el apoteosis final.

El autobús campeón entró en la ciudad a media tarde, con destino a una plaza de San Juan abarrotada y un Ayuntamiento engalanado como en las mejores ocasiones. Enfiló el paseo Colón, a pocos metros de llegar: “La gente mayor nos miraba a través del cristal con la lágrima en la mejilla. Era terrible para mí eso. Esa mirada del paseo Colón, esa emoción es suficiente. No hacen falta homenajes. Paso de esas cosas, pero eso me ha dejado marcado”.

“¿Cuántas veces gente que no conoces te para y te dice qué bien lo vivimos?”, recuerda Villarreal, que reconoce que “en Irun, además, hay un sentimiento repetido. La gente habla de cuando el Real Unión fue campeón, y eso queda ahí, a fuego. Ahora se habla también del Bidasoa”.

Cuestionado sobre qué queda 20 años después, García coincide: “Tuvimos la oportunidad de estar en el sitio adecuado en el momento preciso. ¿Cuánta gente habrá que trabaje más que yo? En la Liga del 87 me preguntaron de quién me acordaba. Pues de todos los presidentes de cualquier modalidad deportiva que trabajan un montón y no son campeones de nada”, sentencia García, que da pie a Etxaburu: “Cuando ganas, queda esa satisfacción de cumplir las expectativas, pero ahora es más la alegría de haber transmitido ilusión por algo que tengo verdadera pasión, como el balonmano. Conseguimos ilusionar a la gente, y su agradecimiento es el mejor recuerdo”.