“O vas con una gran ventaja o no ganas”. El entrenador de aquel Elgorriaga Bidasoa campeón, Juantxo Villarreal, habla como si estuviera a punto de jugar el partido de ida de la final de la Copa de Europa de 1995: “O sacábamos una gran ventaja o en Croacia no lograríamos nada. Yo no lo voy a decir, pero ahí puedes poner todo lo que quieras”.

Los precedentes pesan en las palabras de Villarreal (Errenteria, 1947). El temor a un arbitraje como el de cuatro años antes en la final de Augsburgo, donde el conjunto amarillo perdió la Recopa pese a la renta de cinco goles de Irun, o el 32-21 que el rival croata acababa de voltear al CSKA de Moscú hacían que la expedición irunesa, de la que también formaron parte el entonces presidente, Beñardo García, y el jugador Aitor Etxaburu, viajara con las orejas tiesas a unos Balcanes en plena guerra.

El preparador no quería ni oír hablar de qué podía pasar si, tras el histórico 30-20 de la ida, en la vuelta... “Le pregunté si sería suficiente y Juantxo me lanzó una mirada de esas que te fulminaba”, apunta Beñardo García (Irun, 1948). Los tres atienden a la petición de este diario y se sientan 20 años después a recordar unos días en los que Gipuzkoa y Euskadi sabían que probablemente tenían en la mano una copa que ningún equipo vasco de ninguna otra modalidad había logrado antes. Etxaburu (Eibar, 1966) corrige: “Y quita ese probablemente”.

Gestionar la renta fue el miedo de Villarreal: “Fallarle a esa comunidad como le fallamos en Alemania era terrible. No por mí, sino por las expectativas creadas. Eso me generó no ya miedo, sino pánico”.

Repasar cómo el Bidasoa holló la cumbre europea en Zagreb en 1995 ante 10.000 espectadores es repasar las andanzas de su entrenador hasta 1997. No sin recelos de parte del entorno bidasoarra, al que aún le faltaban diez años para mudarse del frontón Uranzu al polideportivo Artaleku, Villarreal aterrizó en Irun en 1977.

El club, fundado 15 años antes, estaba en la máxima categoría. El primer año de Villarreal se saldó con descenso, pero la directiva lo mantuvo en el cargo: “No puedo dejar de dar las gracias a Emilio Visiers y a su directiva. Ese es el momento de mi carrera: que no me mandaran a tomar por el culo”. El retorno a la elite fue inmediato y tras varios años de pelear por no bajar, el conjunto amarillo se asentó en la zona media, desde la que empezó a mirar más allá de los Pirineos.

Villarreal sitúa el primer peldaño hacia la cumbre europea en 1988: “En el escándalo de Essen (RFA), el primer partido de Copa de Europa serio que jugamos, y horriblemente mal (22-7), empezamos a ser campeones. Vimos que el modelo de competición que teníamos no generaba ese comportamiento tenso, duro y a muerte”.

García arrancó su tercera presidencia amarilla mediada la temporada 1994-1995: “El equipo lo hicieron Luis Cuñado, que era presidente, Juantxo, (el segundo entrenador) Ivan Sopalovic, (el gerente, José Antonio) Errazquin y demás... Las circunstancias luego hicieron pues... Una enfermedad, no podía hacer nada, vinieron a buscarme y no fui capaz de decir que no”.

La situación no era halagüeña, recuerda el presidente: “La gente estaba nerviosa porque no cobraba, había gestiones sin hacer... Contacté con gente que conocía para asegurar la situación. Un socio adelantó una nómina, llegó el dinero, devolvimos y seguimos pagando”.

Villarreal subraya la seriedad económica que caracterizó a los de Irun durante muchos años: “En función de la madurez que adquirimos como grupo, aprendimos de nuestros errores, creamos un estilo de gestión que hace que nuestro presidente sea capaz de traer al mejor jugador del mundo, a Bogdan Wenta. La gestión, sobre todo económica, trasciende en el mundillo: pagan muy bien, son muy serios... Esto permite traer a Wenta, Alfred Gislason, Caslav Grubic... La Copa de Europa fue la consecuencia”.

Juantxo Villarreal, en un momento de la charla con Beñardo García y Aitor Etxaburu Iker Azurmendi

La economía fue clave, insiste García: “La tranquilidad económica, que al principio era una sombra que amenazaba a todo, fue balsámica. Luego tuvimos suerte de contar con gente que se entregó, que no tuvo grandes lesiones y que llegó en su momento óptimo”.

Faltaban pocos partidos para acabar la Liga. Los de Irun debían visitar al Barcelona —el gran rival para llevarse la competición— y al Granollers. Cerrarían la competición contra el poderoso Teka de Santander en Artaleku. El empate en la ciudad condal dio alas al conjunto chocolatero: “Si tenías alguna esperanza, aquel empate fue joder, tienes el goal-average ganado con estos”. Aun así, varias derrotas contra “equipos peores” dejaban dudas: “Si pierdes esos partidos pero le empatas al Barcelona...”.

El de Granollers resultó clave. Elgorriaga perdía 26-24 a falta de tres minutos. García no comparte alguna decisión arbitral que les sonrió. Etxaburu vio un arbitraje “políticamente correcto en el que no pudiéramos quejarnos en caso de perder”. García y Villarreal dialogan:

—He tratado con muchos árbitros y creo que ese día nos ayudaron. De las tres jugadas que digo igual fue en una. Lo he hablado con ellos varias veces y me dicen que no, que estaba “bien pitado”. Bueno...

—Esto que dice el presidente tiene que ver con un altísimo espíritu de autocrítica —quizá excesivo— que nos ha caracterizado. Ese pensamiento nos hizo crecer. Cuando eres autocrítico, dices el árbitro ha estado mal, ¿y qué que el árbitro haya estado mal? ¿Tenemos derecho a decir nada después del partido que hemos hecho?.

Al Bidasoa solo le valía ganar en la última jornada y el Teka cayó en Artaleku pocos días antes de la ida de la Copa de Europa en un pabellón que contó con gradas supletorias y alcanzó los 3.000 espectadores. ¿Cómo se prepara esta cita?

Los nervios de ‘Peru’

“Más que extramotivar había que hacer lo contrario para no pasarnos de vueltas. Es difícil transmitir en esos momentos calma, tranquilidad y disfrute cuando quieres ganar la Copa sí o sí”, rememora Etxaburu, que se acuerda de la particularidad táctica croata: “No diferente a otros encuentros trascendentales de la Liga, pero sí preparamos muy en concreto. Hicimos sesiones de ataque a aquel sistema 3-2-1, sus puntos flacos, en pizarra, en vídeo...”.

Más en el caso concreto del montenegrino Nenad Perunicic. En plena guerra de los Balcanes, la rivalidad trascendía de lo deportivo y, aunque el cuerpo técnico desarrolló un trabajo individual sobre todo con la vista puesta en la vuelta, el presidente lo sufrió cuando el lateral vio dónde se situarían los 150 aficionados croatas: “Peru me agarró en la víspera por las solapas: ¿Por qué les pones ahí?. Supongo que querría que los colgáramos de los cables de los focos. Ya le dije que en algún lado les teníamos que poner y que después íbamos nosotros a Zagreb. ¡Os van a poner lejos! ¡Hay que quitarlos de ahí!, me respondió. Estaba nervioso perdido”.

La gestión mental era lo más complicado. Y no solo con Peru. Explica Villarreal: “Es muy peligroso que el primer partido de una eliminatoria sea en casa. No sabes si ganando de uno, has de ir a por dos o guardar... Y cuando digo dos, digo tres, cinco o seis goles”.

Ante la duda, el melómano Villarreal trató de contener las emociones de los suyos y les invitó a disfrutar: “El otro día comentaba con un compañero del coro que iba a cantar la partitura del año: Hasta aquí has trabajado, ahora disfruta cantándolo, no te preocupes de si sale bien o no. A los jugadores les dije lo mismo. En toda una vida la mayoría no puede llegar a jugar una final. Si no somos capaces de disfrutar de ese momento, es que no ha merecido la pena”.

Etxaburu afirma que “aunque Juantxo diga que no hizo nada especial, ese poco fue clave. Ese enfoque de disfrutar hizo que tuviéramos la tranquilidad de, en la segunda parte, irnos en el marcador. Con otro enfoque quizá hubiésemos querido ganar el partido en el minuto uno y nos hubiéramos atascado”.

El croata Jelcic del Badel Zagreb tira a puerta ante la oposición de los defensas del Elgorriaga Bidasoa Aitor Etxaburu e Iñaki Ordoñez

El croata Jelcic del Badel Zagreb tira a puerta ante la oposición de los defensas del Elgorriaga Bidasoa Aitor Etxaburu e Iñaki Ordoñez Efe

Ese momento de disfrutar llegó mediada la segunda parte. El instante que disparó al conjunto amarillo coincidió con la exclusión de Patrick Cavar, batuta del juego croata y el principal responsable de que el artillero Perunicic no tuviera su día.

Cuando faltaban poco más de 15 minutos para el final de la ida, una genialidad de Fernando Bolea que concluyó en gol y un balón que recuperó Peru para —tras correr al contraataque con Oleg Kiselev— marcar el 20-16 pusieron la mayor renta del choque a favor de Elgorriaga.

La vuelta de Cavar a la cancha no evitó que los croatas incurrieran en pasivo y los amarillos respondieran mediante Etxaburu, que en esos minutos se erigió en un baluarte de una de las mejores defensas bidasoarras de esa temporada. Incluso pese al tobillo tocado de Iñaki Ordóñez. A esa fortaleza se sumaron las paradas de Tomas Svensson.

Cavar, Kiselev, Jelcic y de nuevo el ruso irunés —que Beñardo García cree que el gran público y la prensa no valoró justamente aquellos días— subieron el marcador al 23-18. El Badel Zagreb volvió a perder otro balón que, en el octavo contraataque local de la segunda mitad (cinco goles), sirvió a Bolea para marcar. Artaleku empezó a elevarse en unos minutos que Svensson prolongó con otra parada tras la que miró a la grada, en trance, y la jaleó.

Las precipitaciones ofensivas de Perunicic se compensaron con los errores rivales y a falta de ocho minutos, el marcador era de 25-18. El entrenador del Badel Zagreb cambió dos veces de portero en esos minutos. Mientras los croatas trataban de ajustar su defensa y cerrar su portería con la vuelta de Matosevic a los palos para evitar la sangría, Svensson volvió a sacar el balón que desató el “oé, oé, oé” que Artaleku cantaría hasta el 30-20 final.

Ya está, dije”, rememora Villarreal. “Empezamos la segunda parte perdiendo y ahí surge el milagro. La gente dice se acabó, que sea lo que tenga que ser. Los jugadores tuvieron muchísimo que ver, el entrenador tiene poco que decir. Aquella era una cuestión de alma y el equipo tuvo un alma tremenda”. El preparador ni siquiera soñaba semejante renta, pero acabó por exigir una cifra: “Quería que fueran diez goles y no nueve, porque la barrera psicológica era muy importante”.

Ficha técnica de la ida

30 - Elgorriaga Bidasoa: Svensson; Perunicic (4), Rubiño (3), Bolea (4), Ordóñez (7, 1 p), Kiselev (6) y Etxaburu (4); Ángel Fernández (2), Pujol, De la Haza y Barreto

20 - Badel Zagreb: Matosevic; Jelcic (3), Goluza (3), Jovic (3), Saric, Cavar (3, 1 p), Smajlagic (4) ; Losert, Bilic (4), Glavinic, Tomljanovic.

Parciales 2-2, 5-4, 7-5, 7-7, 9-9, 12-12 (descanso); 15-13, 18-16, 21-16, 24-18, 27-18, 30-20 (final).

Árbitros Oie y Hogsnes (Noruega). Excluyeron a los locales Pujol, Bolea y Ordóñez, y a los visitantes Goluza, Cavar (2) y Tomljanovic.

Incidencias Unos 3.000 espectadores abarrotaron Artaleku. El Bidasoa recibió de manos del presidente de la Federación Española de Balonmano, Domingo Bárcenas, la copa de campeón de la Liga Asobal, conquistada la semana anterior. El saque de honor del partido lo realizó el golfista Txema Olazabal.


“¿Y si pese a la renta...?”

Del 17 de abril, que se jugó la ida, a la vuelta del 22 en Zagreb, Villarreal tuvo que responder a muchos compromisos con los medios de comunicación. De su memoria sobresale uno de ellos: “En una entrevista, el periodista empieza la frase”:

—Juantxo, y si pese a esta renta de...

—No sigas. Iré al espigón y me tiraré al agua con un bloque de piedra atado al cuello. ¿Me ibas a preguntar eso, no? Pues no me lo preguntes.

Si me pregunta con diez goles, me crea una duda que tengo que gestionar. Sabía que la renta era más que suficiente, que los árbitros, con Europa pendiente del partido, pueden gestionar tres o cuatro goles. No diez. La clave era no salirnos del partido”, evoca Villarreal con Milbertshofen como telón de fondo.

Cuatro años antes, varias decisiones clamorosas sacaron a los suyos de la final. “Habíamos jugado lo suficientemente mal como para no escuchar a todo el coro de quejas arbitrales que tenía a mi alrededor”, marca distancias el técnico, que prosigue: “Los demás veían el vídeo cada cierto tiempo. Yo no quería saber nada. Tenía metido a fuego que habíamos jugado mal en un momento que no podíamos jugar mal”.

Sin aún ver ese vídeo de cuatro años antes, Zagreb y los 10.000 hinchas croatas llegados hasta de Rijeka y Split esperaban en pocos días en el Dom Sportova. “Su público en Irun me ayudó a prepararme. Vi cosas que no había visto nunca. Gente sin camiseta en la grada y una especie de público más relacionado con el fútbol extremo. Forofos duros de fútbol duro. Yo pensaba: Si esto hacen aquí, en Irun, allí...”.

El de “allí” era el choque al que todos querían ir, como recuerda el máximo gestor irunés: “Todo el mundo quería venir a Artaleku, ir a Zagreb... Te decían yo también voy. Ya, pero ¿en calidad de qué vienes?. Y me decían que pagaban lo que haga falta. Había que ver cuántos, controlar los pasaportes... Entonces ya tenía un móvil, que era tan grande como una botella. Me tiraba doce horas al día con gestiones directas, pero podía estar otras doce. Mi momento de desconexión era ver los entrenamientos”.

Aparte de las incógnitas deportivas y extradeportivas, Beñardo García se montaría en el avión a Croacia con “un problemón a vueltas”: nadie esperaba que Elgorriaga Bidasoa pudiera firmar el doblete la misma temporada.

Lea la segunda y última parte